La invención del cedé regrabable, la crisis del negocio musical; la piratería, la recesión económica mundial, el nuevo modelo de consumo basado en Spotify, Deezer, iTunes o similares, un IVA al 21%... Éstas son algunas de las razones por las que muchas de las tiendas de discos han cerrado en el centro y también la razón por la que el planeta melómano celebrará, el sábado, el Record Store Day, una cita reivindicativa con las tiendas de discos como protagonistas.

El panorama no siempre fue así. Hace más de cinco décadas se inauguraba Rodolfo Prados, uno de los primeros distribuidores exclusivos de Philips Radio. Este comercio, ubicado en la calle Marqués de Larios, también contemplaba en su catálogo juguetes, artículos deportivos, televisores y música. Al igual que el Bazar Fonseca, ubicado en un centro histórico prácticamente virgen.

También contribuyeron a la causa Ruiz Cueto, la mitiquísima discos Yola o los almacenes Félix Sáenz, habituales puntos de reunión entre adolescentes y jóvenes malagueños durante los 70. A estos negocios familiares se sumaría en 1975 Discos Pat, que ofrecería una oferta convencional (copla, clásica, etc.) hasta especializarse en el heavy metal. «Enrique Salinas, su propietario, me contó que una mañana le llegó el pedido con el Seventh Son of a Seventh Son (EMI, 1988) de Iron Maiden. A las cinco de la tarde ya tenía una cola esperando frente a la puerta», relata Francisco Macías, el encargado de cuidar Discos Pat durante los últimos ocho años que estuvo abierta. «La tienda vivió su mejor momento a finales de los ochenta y principio de los noventa», confiesa Macías.

Dos años después de la apertura de este clásico, Discos Candilejas se instalaría en calle Mariblanca para acabar en Dos Aceras hasta 1987. El dueño del comercio, José A. Castañeda, que cuenta que ellos nunca llegaron a ganar un dineral, a diferencia de Discos 2000, «una de las pocas tienda en toda la provincia que hizo caja», en palabras de Castañeda. Este local, situado en la Avenida Ramón y Cajal de Marbella, viviría una auténtica época dorada durante los década de los 80. Aunque el veterano de los discos en el centro tampoco lo pasó tan mal: «En Navidad, durante la buena época, se acercaban más de cien personas en una sola tarde», recalca Pepe, como lo conoce comúnmente los habituales de la tienda.

El boom del compact disc en 1995 hizo desembarcar a dos grandes de la industria en aquel momento: la multinacional Virgin y la Tienda Postal (Tipo), una empresa española de venta por correo de cultura musical. «El rock y el hip hop se convirtieron en géneros más accesibles en Málaga gracias a esta tienda», recalca Eduardo Pérez, el actual programador de la sala París 15, que llegó a trabajar durante ocho años en la sede de Tipo en la ciudad. También José Manuel Ponce se atrevió a inaugurar una tienda dedicada a la venta de música en 1995. Y no cualquier tienda. Revoluzión, «especializada en los sonidos underground (hardcore, grunge)», fue la primera en llenar sus expositores con material procedente de discográficas tan alternativas como Subterfuge, Romilar Récords, Munster o Pussycats, el sello del artista malagueño Conde. «Fue un absoluto fracaso. La idea era montar una tienda de corte underground y hacer negocio, pero no cuajó», confiesa Ponce, que admite que pecaron de «elitistas». Aunque hay que tener en cuenta otro factor: los contratos con las distribuidoras. «A mediados de los 90 incluso los acuerdos con pequeños intermediarios eran un timo», recalca este amante de Los Planetas y Nirvana. Revoluzión clausuró en agosto de ese mismo año. Tres años después, los dos Virgin Megastore, ubicados en el centro comercial Málaga Plaza y Málaga Larios, acabarían echando el cierre para dar paso a un par de Discos Gong.

La aparición en 1999 de fenómenos como Napster, la primera gran red de intercambio de archivos musicales, permitió a los usuarios compartir su colección de MP3 en Internet. La piratería acechaba y el mercado digital no tardaría en llegar. «A partir del 2001 todo fue a menos», subraya Castañeda. Según la Federación Internacional de la Industria Fonográfica en 2003 la industria ilegal de distribución de discos facturó en España 47 millones de euros. «A nosotros, que nos habíamos especializado en rock progresivo, no nos afectó tanto la piratería y optamos por vender a través de la web», explica Macías, convencido de que el principio del fin es el formato disco, «fácilmente copiable».

La aparición del iPod y el auge del mercado digital hicieron mella en las ventas. Sin embargo, a las habituales tiendas se sumaron un par de proyectos interesantes. Cincoechegaray, una librería con vocación de tertulia creada por Jorge Samos y Nuria Jiménez abierta en 2006, se atrevió a vender vinilos y discos de primera mano. Algunos de sus productos más demandados fueron el redondo Grace, de Jeff Buckley, o el primer trabajo de Toni Zenet, Los mares de China. Un año después la franquicia Maci Rock, que en su momento tuvo 98 tiendas repartidas por toda la península, abrió un local en la calle Méndez Núñez, número nueve. Esta tienda, la última en tirarse a la piscina, duró un año y medio.

«La base de Tipo, que eran los cedés y los deuvedés, no se vendían. Así que tuvimos que recurrir a la comercialización de camisetas y entradas de directos», cuenta Pérez. Con todo, el negocio cerró sus puertas en 2008. Al igual que el Discos Gong del Málaga Plaza, que fue absorbido por Fnac, la empresa francesa especializada en la venta de artículos relacionados con la fotografía, la tecnología y la industria cultural. Justo ese año Discos Pat sufrió de un mes a otro «una reducción del 50% de las ventas». El espíritu de aquel joven que ayudaba a Salinas a clasificar discos sufrió un duro revés. «Si no hubiera llegado la crisis hubiéramos aguantado unos cuantos años más», admite Macías, que culpa al «nulo» relevo generacional, a los precios de arrendamiento en el centro histórico y al todo gratis de la crisis de este negocio.

Otra de las tiendas que se tragó el mercado en la capital malagueña fue Nakasha, propiedad de Nari K. Motwani. Apenas aguantó tres años. En la actualidad el dueño tiene una tienda física en Madrid con apenas un año de nacimiento.

En palabras de Lucas Zafra muchos comercios no han sabido adaptarse al público, pero también enfatiza: «Los discos nunca han sido baratos. Cuando yo vivía en Antequera la entrada al cine me costaba 250 pesetas (1,5 euros). Sin embargo, un disco me costaba entre 1.500, 1.800, 2.000 o 2.500 pesetas». Para él el ejemplo está en Sleazy Records, una discográfica malagueña que hace de tienda en Calle Dos Aceras desde hace 15 años. «Su fuerte es el rock and roll, el garage y el power pop. Son los mismos que han montado el veterano festival Rockin´ Race Jamboree», destaca Zafra.

«Discos Pat era un clásico al que la gente no iba, como pasa con Candilejas. Es muy bonito que se hable bien de Discos Pat, pero si no compras discos lo mejor es que te calles. Discos Pat era un negocio. La única forma de mantener viva una tienda es comprando discos», declara tajante Francisco Macías mientras apura tu taza de té. Pepe tampoco se muestra muy positivo: Esto tiene los días contados. Es como luchar contra el viento», confiesa apenado.

Aún así todavía guarda fuerzas para lo que viene junto a Fran y Alejandro, sus dos compañeros en esta aventura. El pasado febrero no entregó las llaves del local a sus dueños al entender que el contrato de alquiler, firmado en 1997, no expira conforme la Ley de Arrendamientos Urbanos. ¿Qué pasará? Castañeda vacila un segundo y contesta: «Supongo que nos llevarán a juicio? Ahora sólo puedo pensar en que este mes las ventas se mantengan».