­«Tic tac tic tac tic tac. ¡Málaga!», tuiteó el jueves Pablo Alborán. Y es que no son días normales en la ajetreada vida del cantante: viernes y sábado vivirá dos de sus noches más especiales de la temporada, las de las actuaciones en su tierra, en la Málaga que ahora pasea hasta implícita el título de su disco -Terral-. Y es que lleva pensando en ello varios días, como bien reflejan sus redes sociales: «Cuestión de días. ¡Por fin! ¡Viva mi tierra!», escribió el lunes. Eso sí, la ilusión dialoga con la presión: «Siempre pienso en no defraudar, y eso puede resultar agotador». Y es que, como él mismo refleja en su Twitter, hay fans que llevan varios días acampadas para coger el mejor sitio para el recital. Y eso pesa.

Un anticipo para sus seguidores: ¿cómo ha planteado el concierto?

El concierto hace una revisión de los cuatro discos y ocurren muchas cosas: hay una parte de percusión, de timbales, muy rítmica, muy tribal, racial y africana; otra mucho más jazz, más clásica; luego una parte de balada romántica, con los acústicos; una parte más rockera y también latina, con influencias de la bossa nova y la música americana. Y había que unir todos esos mundos en directo. El director de arte da la casualidad de que es mi hermano [ríe]. Él me conoce bien. La gente cada año quiere más y más, es difícil contenerse y transmitir lo que tú eres a través de las imágenes. Pero las del concierto son atmósferas muy modernas pero muy nuestras. La gente me reconoce bien, y eso es súper chulo.

El corazón del recital pertenecerá a Terral, su disco más suyo.

Es un disco más personal. Supongo que es lo que cuentan todos los artistas cuando sacan uno nuevo. Pero en este caso he podido producir como realmente sentía, he podido decidir. No he pensado mucho en los estilos, quería que las canciones mandaran, y que ellas solas nos dijeran hacia dónde teníamos que ir, no guiarlas nosotros.

¿En qué porcentaje una canción es suya y fruto del esfuerzo del equipo?

Creo que el significado de la canción, su carga emocional, es de quien la compone. Una vez que se produce la canción deja de ser tuya, es de todo el mundo. Ni siquiera ya del equipo, es de quien la escucha y quien la hace suya. Esa es la magia de la música, que las canciones no tienen nunca dueño. Y más cuando trabajamos en un equipo tan grande. He tenido suerte con los músicos, aportaban su opinión, decidían y hacían suyas las canciones. Eso es súper importante.

¿Cómo es compartir a su edad escenario con Laura Pausini o con Raphael?

Es un privilegio y se aprende mucho. La música es una carrera donde estás constantemente recibiendo estímulos de todos lados. Hay que estar con los oídos, con los ojos bien abiertos, y dispuesto a aprender. Hay que valorar que crean en ti y quieran acompañarte. Es muy fuerte, realmente bonito.

¿Y qué le enseñaron?

Que la música puede llegar a ser pasajera. Las carreras son súper inestables. Por eso hay tanta gente que se frustra con esto, y es fácil, porque hay tanta emoción en lo que haces, nos gusta tanto nuestro trabajo que cuando ya no pasa lo que esperas que pase es como si estuvieras fallando. Y no es así. Hay que disfrutar cuando tocas delante de diez personas, de veinte, de mil, y cuando vuelves a tocar delante de diez.

¿Se ve preparado para un camino descendente?

Nunca estás preparado, ni para lo bueno ni para lo malo. Por eso pienso en el presente. No hay ni que pensar en el fracaso ni querer el éxito constante.

¿En qué medida le ha cambiado la vida el éxito?

Te cambia. Tienes un objetivo y un camino que seguir, la gente te está mirando con lupa y hay presión. Pero, en mi vida personal, mis costumbres siguen siendo las mismas, soy un chico normal dentro de la locura. No creo que esto me tenga que hacer diferente a los demás; sí diferente a mí mismo con respecto a hace cinco años.

¿La presión es del entorno?

No, no es la gente. Soy yo mismo, es lo peor de todo. Mi equipo es maravilloso, en él las decisiones son entre todos y no hay una cabeza que maquine. Hoy en día eso ya no funciona. Pero yo mismo soy el problema muchas veces, al ponerme presiones, cargas, no saber descansar, estar constantemente pensando en no defraudar, es agotador.

¿Qué camino se marca para el futuro?

Seguir aprendiendo. Estoy deseando volver a estudiar piano, llevo muchos años sin sentarme con un profesor. Meterme en el jazz, ir a Berklee, conseguir una beca allí, hacer una banda sonora€ Hay un proyecto que a ver si sale.

¿De una producción española o internacional?

Te lo digo en una semana [ríe] cuando se anuncie. Pero volviendo a lo que me preguntaba... Pretendo seguir trabajando, que es el sueño eterno: vivir dignamente de esto, y ya está.

Volvamos a Terral. ¿De qué canción de este disco se siente más orgulloso?

Orgulloso tampoco me siento... Es más una sensación de satisfacción, al escuchar la canción y ver que he conseguido transmitir lo que realmente sentía. Quizás en Recuérdame, en Está permitido, en Vívela€ Estas dos últimas no tienen nada que ver con lo que he hecho antes, y necesitaba contar ciertas cosas en estas canciones. Antes eran canciones más de amor, más románticas. Y sí estoy feliz con la producción del disco porque sí me veo, sí me reconozco, tuve lo que realmente quería hacer, no hubo productor ni músicos que se llevaran la canción hacia otro lado. Creo que todos hemos entendido lo que las canciones querían decir.

¿Y qué temas le ha resultado más difícil sacar adelante?

Precisamente ésas que le he dicho. Al ser canciones más movidas y con letras que no tienen nada que ver con el amor, me preguntaba si estaba realmente transmitiendo lo que quiero decir. Y a nivel producción también: cuando pasas de una balada a algo más cañero, ¿adónde te vas? No nos vamos a poner a hacer house ahora [ríe].