­Antequera recuperaba ayer el esplendor de su Corrida Goyesca con el retorno, tras algunos años de ausencia, de las principales figuras del toreo. Morante de la Puebla y Alejandro Talavante en un cartel en el que se quería añadir la bohemia del mexicano El Pana como sustituto del lesionado Paquirri.

El bello coso lucía sus mejores galas en el festejo estrella de la Real Feria de Agosto, y que el día anterior tenía como prólogo una corrida de rejones en la que salían a hombros Diego Ventura y Leonardo Hernández. La afición respondió, con casi lleno en los tendidos y máxima expectación.

Pronto comprobamos que el veterano diestro azteca no iba a dejar a nadie indiferente, mostrando su particular tauromaquia de inicio con un lance cambiado de recibo y una especie de serpentín de complicada catalogación. Tuvo en suerte un primer toro de Vegahermosa (segundo hierro de Jandilla) de extraordinaria dulzura que le permitió completar su repertorio junto a las tablas; comenzando nuevamente con un pase cambiado por la espalda. Pese a su edad, es indudable su arrojo en un trasteo con más adornos que toreo fundamental, aunque cuando hubo que pegarle una tanda de naturales demuestra que lo sabe hacer con clase. La falta de facultades fue otra de las constantes de su actuación, sobre todo cuando el astado terminó por pararse y ahí llegaron las espantadas. Cortó una oreja que paseó entre el entusiasmo general tras una estocada trasera y caída.

Su segundo de la ganadería titular fue más serio, y no quedaba más que hacer de tripas corazón. Regresó el aroma a puro y el sabor añejo, pero de toreo poco. Como anécdota, estuvo bien, sobre todo porque su toreo es singular al máximo; dejando pinceladas sueltas como un trincherazo en medio de la temeridad y la inconsciencia, o un desplante de rodillas con la muleta al hombro tras pinchar. Luego llegaron otros cinco intentos antes de que el toro se echara. Perdió todo el respeto a la fiesta tras dar no una, ni dos, sino tres vueltas al ruedo por toda la cara.

El toreo serio llegó con sus dos compañeros de cartel, empezando por un Morante que le perdonó a su primero que se le colara con el capote por el pitón derecho y tras realizar un quite con dos chicuelinas y una media iniciaba la faena con dos ayudados por alto. El astado tenía poca fuerza, a lo que se unía el cabeceo y las ráfagas de viento. Eran todos los argumentos necesarios para que no viéramos nada, y aunque no hubo faena rotunda, lo fue cuidando y los pases llegaron con cuentagotas. Con lances siempre por alto, al menos sentimos el aroma de su esencia. Tras un pinchazo y una estocada corta fue ovacionado.

Lamentablemente, no fue la tarde del de La Puebla con el capote, nos quedamos con las ganas también en su segundo. Bueno, en ese no le vimos nada, porque no le gustó el de Jandilla y tiró por la calle de en medio cogiendo a las primeras de cambio la espada en medio de una monumental bronca.

El que sí que lució con el percal fue Alejandro Talavante, que recibía a su primero a pies juntos a la verónica, con dos medias y una revolera de categoría. Luego llegaron las gaoneras en el quite antes de comenzar una faena de quietud y planta erguida comenzada por estatuarios. Aprovechó su nobleza y falta de fuerza para meterse enseguida entre los pitones, ese sitio en el que figuras como él se sienten tan cómodos. Prescindiendo de la ayuda, fue cambiándose la muleta por la espalda sin enmendarse en una actuación firme y plástica que concluía con manoletinas. Fue de triunfo, pero faltó acertar con los aceros. Incluso se pidió levemente la oreja, aunque cosas que pasan, luego la gente se fue a por su merienda y se olvidó de ovacionarlo.

La confirmación de que el toreo en la goyesca antequerana iba a llegar de Extremadura se producía en el último, sensacional y variado con el capote; sobre todo en un ajustado quite por gaoneras. Las espadas estaban en todo lo alto, sobre todo cuando se verificó que el animal iba largo y con calidad. Talavante se fue a los medios a plantearle faena, pero el astado sólo la quería por el pitón derecho, ya que por el izquierdo era muy deslucido. Esta circunstancia hizo que la labor tuviera sus altibajos, pero en la que mostró la importante dimensión de su toreo, concluyendo con bernardinas antes de una gran estocada que le hizo valedor de las dos orejas y la consiguiente Puerta Grande. Al final se impuso el toreo por encima de excentricidades.

@danielherrerach