­«Cuando estoy más cerca de la vida, estoy más cerca de la muerte. Vivir esta contradicción es vivir la emoción. Allí está la poesía. El contacto intenso y sincero con la vida». Son palabras de Rafael Ballesteros (Málaga, 1938), un autor que, dice, se ha afirmado y descubierto al escribir.

Ahora la Fundación Unicaja y El Toro Celeste Libros han tenido a bien afirmarnos y descubrirnos un gran pedazo de su vida y de su obra, reuniendo sus versiones de las últimas tres décadas en Rafael Ballesteros.

Poesía 1990-2010. El volumen, que recoge un estudio crítico de la misma a cargo del profesor titular de Literatura Española en la Universidad del País Vasco e investigador Juan José Lanz, fue presentado ayer.

«La poesía de Rafael Ballesteros ha de entenderse como un proceso de indagación, de desvelamiento del misterio, que no busca ninguna verdad -puesto que automáticamente se transformaría en dogma-, sino un más allá constante, una utopía en continuo progreso, que comienza a cobrar realidad en el mismo momento en que se enuncia y que hace del otro, del lector, un elemento imprescindible para su existencia», resume Lanz. Y la vida, porque, como suele decir Ballesteros, sus poemas se nutren de sus lecturas pero, sobre todo, «de la vida».

Y ahí entra la visión vitalista, honda -Ballesteros es licenciado en Filosofía y Letras- y mediterránea, de Ballesteros, condensada en versos como éstos de Poema 2: «No se hizo la madeja vacilante de la vida/con el hilo del rencor ni de la cobardía/sino con el afán y la entereza de los hombres/frente a la insaciable soledad del mundo». Rafael Ballesteros. Poesía 1990-2010 resulta un compendio pertinente para (re)descubrir los modos y maneras con que el malagueño dialoga con los silencios de las cosas.