Un concierto exquisito fue el gran argumento de la jornada inaugural de la vigésimo novena edición del Festival Internacional de Jazz de Málaga; el reencuentro de dos virtuosos de la música, Richard Galliano y Sylvain Luc, y de su particular homenaje al centenario del nacimiento de Édith Piaf. Galliano, amigo y discípulo de Astor Piazzola, fue de los primeros en introducir el acordeón en el jazz y en situar este piano de los pobres a la altura de los demás instrumentos habituales del género. La versatilidad armónica de esos movimientos de manos en combinaciones de botones imposibles nos hizo ver anoche que su instrumento no ha perdido ningún fuelle. Sylvain Luc, por su parte, puso de manifiesto su perfecto control de la técnica e incluso del equipo técnico, demostrando su soltura tanto en la ejecución de la guitarra como en algún pequeño percance con el micro.

Y si la vida era rosa para la cantante francesa, al menos hasta que un fatídico accidente de avión acabara con la vida del boxeador Marcel Cerdan, cortando las alas del amor y dejando al pequeño gorrión sin nadie que le susurrara al oído («Quand il me prend dans ses bras, Il me parle tout bas, Je vois la vie en rose»), la vida del jazz en Málaga parece que aún se escribe en blanco y negro. Y es que es una pena que el discurso que Galliano nos dictó anoche desde ese extraño invento sin teclas que es el acordeón cromático de botones, que más bien parece una máquina de escribir, se quedara en un acto íntimo susurrado a unos pocos oídos -sólo el 24 por ciento del aforo completado-. Puede ser que el piano de los pobres se hiciera para la calle y puede ser que la apuesta fuerte de este año para el festival sea más acertada, música en la calle, música en los restaurantes, en las plazas, en los bares... Lo cierto es que si queremos llenar los teatros tendremos que crear un discurso de más de una semana al año, tendremos que crear espectadores, tendremos que apoyar los proyectos como la Asociación de Jazz de Málaga, tendremos que permitir más música en directo... Y así, combinando distintos botones, conseguir dar con la tecla para que el discurso cromático llegue volando, cual gorrión, a todos los rincones.