Glenn comienza con un aria, le siguen 30 capítulos y finaliza con un aria da capo, una estructura similar a las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach, cuyo primer intérprete fue su discípulo de Leipzig, el joven clavecinista Johann Gottlieb Goldberg. Pero hay más porque cada capítulo tiene una extensión que varía entre las 1.701 y 1.799 palabras, «hay una cadencia», explica Alejandro Castroguer (Málaga, 1971).

Es el armazón literario pero también musical, de doble homenaje a Bach y al pianista Glenn Gould, de su obra Glenn, publicada por la editorial Almuzara, con la que el escritor malagueño acaba de ganar la XXI edición del Premio Jaén de Novela.

Alejandro Castroguer recorre en Glenn la intensa y corta vida del excéntrico y genial pianista canadiense Glenn Gould, fallecido en 1982, pocos días después de cumplir los 50 años. «No es una biografía, la veo como una novela de autor con un fondo biográfico importante porque el 98 por ciento de lo que cuenta es real», precisa.

El antecedente de El malogrado. Como destaca, el austriaco Thomas Bernhard ya convirtió al pianista especialista en Bach en figura literaria en la novela El malogrado, «aunque se permitió muchas licencias como hacerle morir sobre el piano e incluso convertir a Glenn Gould en discípulo en Salzburgo del afamado pianista Vladimir Horowitz, al que detestaba profundamente».

El escritor malagueño cuenta que descubrió la música clásica siendo un quinceañero, cuando su padre compra un equipo de alta fidelidad que venía acompañado entre otros discos por El lago de los cisnes de Tchaikovsky y la Novena Sinfonía de Beethoven. A partir de ahí, tiene el sueño de convertirse en director de orquesta, una meta que se queda en cinco años de solfeo y un profundo amor por la música clásica para toda la vida.

Autor de varias novelas -«llevo escribiendo 25 años», cuenta- lo más llamativo es que las tres que ha conseguido publicar justo antes de Glenn pertenecen al género de los zombis, dos de ellas en la misma editorial Almuzara (La Guerra de la Doble Muerte y El último refugio). «En realidad son dos novelas antizombis porque están escritas desde la óptica del zombi que revive y que no entiende nada», aclara. Precisamente confiesa que la escritura de Glenn «me ha permitido dar un salto de calidad en la Literatura, un triple salto mortal y recuperar lo que había sido yo como escritor antes de publicar las novelas sobre zombis».

De la gran producción discográfica de Glenn Gould se queda con la segunda grabación que realizó de las Variaciones Goldberg en 1981 un año antes de morir (la primera versión es de 1955), pero también con su espíritu de artista a contracorriente, algo que le hizo detestar la música del Romanticismo y a grandes pianistas de su tiempo como el mencionado Horowitz o a Rubinstein.

Hipocondríaco, ermitaño, friolero, con fama de misógino, obsesionado con Bach; el pianista que tocaba sentado en una desvencijada silla de la infancia con las patas recortadas y recolgado del piano, con los ojos a la altura de las teclas... Alejandro Castroguer repasa los tópicos más conocidos del pianista y subraya que en la novela «conforme avanza, el personaje va dejando paso a la persona».

Además de la estructura musical, en Glenn los capítulos impares están contados en tercera persona mientras que en los pares «es el propio Glenn Gould el que cuenta momentos de su vida».

El escritor malagueño que soñaba con dirigir una orquesta ha orquestado en una sola obra a Bach y a su intérprete más reconocido.