­­­«Chiripop absurdo depresivo». Así es como define Antílopez el estilo que ellos mismos han creado. El dúo onubense formado por Miguel Ángel Márquez y José Félix López tiene nuevo disco, Desprendimiento de rutina, y vienen a presentarlo este sábado al Teatro Alameda (23.00 horas). Nos avisan: «Hay que olvidarse de los conciertos tradicionales de presentación de discos; esto es un espectáculo», explica Miguel Ángel. Con un canal de TV propio y miles de seguidores en redes, se están convirtiendo en toda una sensación.

Para que nos quede claro: ¿qué es eso de chiripop absurdo depresivo?

Como no encajábamos ni en el pop ni en el rap ni en el reggae ni en nada de eso y no había nada donde nos pudiésemos sentir cómodos, hicimos ese nuevo estilo para que con nuestra música la gente se fuese enterando de lo que es. En realidad, sirve para definir a dos chicos cancionistas que hacen temas de todos los estilos.

Chiri por chirigota, ¿no?

El chiripop tiene la peculiaridad de que a veces cantamos desde nosotros mismos y otras veces desde un personaje, con intercambio de vestuario incluido. Eso es lo que tiene de parecido a las chirigotas.

¿Cómo es este nuevo disco?

Queríamos hacer un disco que nos gustara, que fuera más con el momento que estamos viviendo y sintiendo ahora... El anterior era un álbum de resignación y desencanto con el mundo musical, y éste es la evolución; aquí ya no buscamos las respuestas sobre nada, aquí estamos sin políticas ni religiones. Ahora nos da igual todo; lo que nos importa es la gente y el arte. En realidad, este disco es como cuando le grababas un cassette con las mejores canciones a alguien que te gustaba.

¿De dónde les viene la inspiración para sus letras?

En España, tal y como está la situación, las letras se escriben solas. Es como un ciclo: Estás captando información continuamente y viendo la realidad, y con todo eso hay que filtrar, quedarte con lo bueno y desechar los desperdicios. A veces salen escrituras o canciones y otras sólo piezas instrumentales.

¿Hace falta más sentido del humor en los tiempos que corren?

No lo sé. Yo sí utilizo el humor para entretener a la gente y para transmitir el mensaje que quiero. Creo que el humor es un arma estupenda para la comunicación, porque te permite tantear el terreno. Nosotros lo utilizamos así y luego dejamos los mensajes con la contundencia que creemos necesaria.

Antílopez supone una verdadera innovación, una rareza en el panorama actual. ¿Hace falta que la música española se reinvente?

No lo sé. Nosotros hemos comprendido que no se puede competir con los presupuestos de otros artistas ni con las discográficas porque está la guerra perdida. Las cosas hay que crearlas, lucharlas, hacerlas... Ésa es la guerra. Luego, si la gente va conectando contigo y vibrando, hay que seguir. Así que es el público el que tiene que decir eso. Por nuestra puerta, sí que te podemos decir que nosotros somos unos chavales de fiar, de pueblo.

¿Es complicado llegar a la gente con una propuesta como la suya?

A la gente no tanto, pero sí a los medios, que son los que ponen la etiqueta. Nos ha costado mucho explicar lo que hacemos y conseguir meter canciones en la radio, pero poco a poco la gente nos ha ido apoyando y cuando te miran el Twitter y ven que tienes mucha gente detrás o miran los números de tus conciertos la cosa cambia. Lo mismo pasa con los dueños de los locales: al principio te miran de reojo y cuando termina el show te preguntan cuándo vuelves.

¿Se ven algún día llenando estadios?

No nos interesa en absoluto. Queremos algo más personal. No sé dónde puede estar el tope, supongo que en 2.000 ó 3.000 personas.

¿Qué objetivos se ponen a largo plazo?

Seguir siendo nosotros mismos. Actualmente somos una PYME, y queremos seguir siendo lo más libres posible sin que nos traicione el alcance de nuestra propia onda expansiva. Que no nos influya el empezar a oler un poco a dinero o que las cosas empiecen a ir bien. Queremos ir dando pasos pequeños y tomar decisiones despacito, sin pensar en movernos a gran escala. Nuestra intención es seguir siendo una tiendecita de ultramarinos, un restaurante de 3 tenedores, sin intención de añadir uno más y que no haya listas de espera; controlar los precios con coherencia para seguir trabajando en esto lo que se pueda.