Los programas de abono de la Filarmónica de Málaga, en una fecha clave como el concierto de Navidad tienen como consecuencia directa que el Cervantes cuelgue con bastante antelación el cartel de no hay entradas. Es una muy buena noticia por cuanto reconocemos la capacidad de convocatoria que Coro de Ópera de Málaga y la OFM pueden llegar a generar. Si a este elemento añadimos la demora en la programación de una gran obra del repertorio, la expectación alcanza cotas máximas, especialmente porque un director titular de la primera orquesta subía al podio para interpretarla. Otra cosa muy distinta es el resultado final.

No son pocos los aspectos a valorar de esta última interpretación; aspectos que van desde el propio espectador, a la valoración de la lectura hecha por Hernández Silva, con parada en el papel del cuarteto solista y la formación coral que dirige Salvador Vázquez. En líneas generales, apuntamos a una versión que tuvo más artificio que sustancia ajada de espectáculo y donde lo importante era la parte y no el conjunto, la idea trascendente y motor que generó la obra beethoveniana. Que una formación sinfónica aparezca en tejanos o en traje regional carece de la mayor importancia, pero desmontar descaradamente el trasfondo creador y artístico del repertorio es un atentado a la inteligencia que invita contrariamente a no participar de esa fiesta.

La Novena de Hernández Silva, desesperadamente interrumpida a lo largo de los cuatro movimientos incluido también el desarrollo del presto, conocería momentos inspirados y de acierto dentro de una visión en perspectiva que no alcanzaría su destino: una lectura generosa, abierta a la interpretación de los profesores y rematada por el halo de la genialidad. El inquietante comienzo del allegro inicial, que conocería las primeras interrupciones, dará paso una idea dinámica donde quedaron resaltados las frases a tutti muy en la línea del discurso profundo escrito por Beethoven; su forma sonata más que condicionar articula la idea de lucha que encierra su horizonte.

Un tempo animado definido por la batuta de Hernández Silva caracterizaría el scherzo del segundo tiempo. A su carácter danzante, el maestro dotó al movimiento de un tono escurridizo muy contrastado al adagio que precede. Nuevamente el sentido anímico que encierra la partitura quedaría tibiamente insinuado. Con el adagio, punto de inflexión de la sinfonía, intuimos una lectura muy de pasada, nada contemplativa por no hablar de inexpresiva. Sin duda, fue el elemento más discutible de toda la ejecución.

Claudia Guarín fue sustituida a última hora por la soprano malagueña Berna Perles. Del tibio cuarteto solista brilló y pudo haber sido más si se termina de reconocer que el Cervantes nunca sustituirá la acústica del eterno auditorio; estos experimentos sinceramente resultan muy poco afortunados. Los solistas nunca pueden quedar atrás a no ser que deseemos disfrazar su papel, en los que hubo de todo, una inaudible mezzo, un tenor perdido rematado por un barítono con ciertas dificultades de tiempo. No podemos concluir sin destacar la encomiable labor realizada por Salvador Vázquez al frente del Coro de Ópera de Málaga, al que apreciamos un cambio de emisión que lejos de efectos apostó por la solvencia y un sonido compacto acertado.

Esta Novena queda muy lejos de otras imborrables interpretaciones; no hay en la comparación una intención corrosiva. Desde el reconocimiento al trabajo concluimos que la propuesta no tuvo el alcance deseado. Navidad y Novena no terminan de maridar.