Una temporada más, la OFM volvió a ser aclamada, el jueves y sábado pasados, en el Teatro Villamarta de Jerez, de cuya Temporada Lírica es orquesta protagonista. Hasta allí nos acercamos para disfrutar de un espectáculo de altísimo nivel y muy bien acogido por los muchos aficionados que peregrinan hasta este escenario.

Verdi y su Otello lo hacían irresistible. Otello, dentro del universo de los roles verdianos, es la prueba del continuo contraste en la caracterización de los papeles masculinos y femeninos. Contrastan por la dureza y oscuridad de unos frente a la fragilidad y pureza de las otras.

La escena ideada por Miguel Massip, que dirigió Alfonso Romero, incide en el triángulo representado por Otello, Desdémona y el vil Yago, como comprobamos al comienzo del tercer acto, donde el buque, que preside todo el montaje, aparece en un plano inclinado que nos evoca el precipicio hacia el que caminan los actores del drama. Sencillez de elementos, iluminación apoyando las dinámicas y una cuidada disposición de la masa coral y figurantes cierran tan original escenografía. En relación al trabajo realizado por el Coro del Teatro Villamarta, que dirige Joan Cabero, resulta obligado reconocer la intensa labor de este gran músico que ha encontrado en el Villamarta una formación maleable y dispuesta a avanzar en niveles cada vez más sobresalientes; no obstante, el conjunto es una referencia siempre reseñable.

Yolanda Auyanet, que próximamente encabezará el elenco de Norma en el teatro suizo de St. Gall, regaló al auditorio del Villamarta una Desdémona para el recuerdo, justa en la medida vocal, generosa en los planos altos, sin estridencias y fluidez en los complicados apoyos que exige la partitura resolviéndolo con gusto vocal, seguridad en las tablas donde fue en ascenso desde la primera nota, llegando a la canción del sauce y Ave María en una lógica técnica que apetecía sencillamente magistral, tal es así que fue el único momento que arrancó los plausos del público fuera de las conclusiones de los cuatro actos. Por su parte, el catalán Albert Montserrat hizo gala del buen momento vocal que atraviesa y que lo ha traído hasta lo más alto del repertorio verdiano. Trabajo con oficio y mucho apoyo en la técnica, un fraseo medio aunque una colocación vocal un tanto áspera. De la frialdad vocal del arranque poco a poco fue entrando en la dureza del personaje que aúna para el solista todo un catálogo de obstáculos. Completaban el elenco vocal las voces de José Antonio López, la voz de la mezzo María Ogueta; Manuel de Diego, Luis Álvarez, Andrés Bey y Luis Martín completaban la plantilla de solistas españoles.

La batuta de Carlos Aragón obró un ejercicio musical enmarcable tanto en el campo vocal como en el control del conjunto sinfónico protagonizado por la Orquesta Filarmónica de Málaga. Habitual del teatro jerezano que tiene en su foso a una orquesta de primer nivel.

Con el recuerdo de Otello y la incertidumbre sobre el futuro del Villamarta, junio volverá a reencontrarnos en la escena de Jerez con un doble programa, Cavalleria Rusticana, de Mascagni, y Pagliacci, de Leoncavallo, junto a la OFM en el foso quienes harán doblete con este doble programa y distinta producción en el Teatro Cervantes de Málaga.