“Cada vez que Dani Rovira nombre a Málaga, ¡¡chupito!!”. Lo tuiteó @menganita79 antes de las 23.00 horas. Y lo que le quedaba… Porque, desde luego, el presentador de la gala se empeñó en que ‘la fiesta del cine español’ fuese ‘la fiesta malagueña del cine español’: invitó a Tim Robbins y Juliette Binoche a tomar pescaíto “on the beach”, conminó al ministro de Cultura en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, a comer de menú en el Bar Hermanos Rodríguez de La Paz, charló en malagueño a 20 ‘viehos’ por segundo con la actriz Natalia de Molina, etc, etc. La cosa fue tan llamativa que otro microblogger, @alvarolserrano, se preguntó en voz alta: “¿Cuanta pasta se ha dejado el Ayuntamiento de Málaga para que Rovira la mencione cada cinco minutos?”. Pues, al parecer, nada porque el alcalde, Francisco de la Torre, que está muy pendiente de estos asuntos masivo-faranduleros -legendarios son sus habituales tuits sobre el Málaga C.F. al finalizar cada partido-, interrumpió su asueto del sábado noche para agradecer al humorista sus menciones a la tierra. En ese momento, en el hipotético olimpo de los mejores embajadores de Málaga en el mundo se produjo un relevo en lo más alto del podio: Antonio Banderas, que ha ejercido el cargo durante décadas, le pasaba el testigo al protagonista de ‘Ocho apellidos vascos’ -el otro del triunvirato, Pablo Picasso… Bah, ése era boquerón de boquilla nada más-. Y los malagueños, ante nuestros televisores, no cabíamos en nosotros mismos del orgullo: prime time del sábado noche y el nombre de la ciudad sonando a tope… Y, creo, sin tener que pagar, como sí hacían los murcianos en aquellas infames galas “Murcia, ¡qué hermosa eres!”.

“A las playas del Caribe que se vaya Willy Fog, como las playas de Málaga no hay na”. Así cerraba Dani Rovira, hace unos buenos años ya, uno de sus monólogos más celebrados en “El Club de la Comedia”. Diez minutos largos en los que dibujaba una imagen, digamos, costumbrista y, por qué no decirlo, a ratos feísta y cutre -que no popular, que era lo que yo creo que pretendía- de nuestras ‘beaches’. No creo que nuestro alcalde le felicitara por esa pieza -o quizás sí, que con este hombre nunca se sabe-. Tampoco creo que si Binoche, Robbins y Méndez de Vigo llegaran a ver el citado vídeo se decidieran a tomarle la palabra a Rovira y vinieran a “comer pescaíto” entre nosotros -o quizás sí, que si sobrevivieron a la gala de los Goya, quizás le hayan cogido el gusto al esperpento y las escenas playeras del monólogo les resultaran hasta invitadoras-.

El problema de estas cosas es que la línea que separa el orgullo de lo propio, el chauvinismo y resultar algo ‘jartible’ es, por expresarnos en los términos del universo roviriano, más fina que el pelo de una gamba. “Esperad, que ahora Dani Rovira va a volver a decirle a alguien que vaya a Málaga”, tecleó @SuperllG a modo de típico chiste tuitero para sobrellevar la gala a la espera de un puñado de ‘retuits’ y ‘me gustas’. Porque creer que el hecho de que tu nombre suene mucho en un sitio y momento significa que suena mucho y bien y favorablemente es mucho creer. Sé que puedo sonar gruñón y tiquismiquis, pero el problema es que en los Goya Málaga sonó a lo de siempre: a playa y pescaíto -vale, añadamos a la ecuación la ‘extravagancia’ de referirse a un barrio popular como el de La Paz-. La “ciudad de los museos”, la “capital cultural del sur de Europa”, la urbe que cuenta con el único festival dedicado por entero al cine producido en España y en la noche del cine español Málaga huele y sabe a lo de siempre, a espetitos al sol. Quizás es a lo que huele y sabe realmente, y lo otro sean simples disfraces.

Que sí, que estoy de acuerdo, que no hay que sobredimensionar estas cosas, que son comentarios graciosetes nada más; que Dani Rovira es un tipo de su tierra y verdaderamente comprometido con ella y sus paisanos -lo muestra y lo demuestra siempre que puede-, que no hay que ser tan estirado… Vale. Resulta divertido perdernos en estos berenjenales siempre y cuando no nos despistemos de lo importante: que ahí, sábado noche, prime time, salió unos segundos Salva Reina, un tipo de aquí que ha apostado su dinero levantando aquí una sala, La Cochera Cabaret; también un chaval de aquí Miguel Herrán subió al escenario, para recoger el Goya al Actor Revelación por ‘A cambio de nada’; y Natalia de Molina, jienense pero formada en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga, dejó sentadas a Juliette Binoche y Penélope Cruz; por no hablar de Pablo Alborán, Vanesa Martín y, claro, de Dani Rovira. Eso es Málaga. Lo demás, postales y eslóganes para campañas de promoción turísticas vacías y cuestionablemente eficaces.