Hay una doble lucha en la vida del perchelero Eusebio Valderrama, por un lado la del hombre que deja atrás la pobreza de la Málaga de posguerra y se abre camino hasta bailar ante príncipes, reyes y artistas mundialmente conocidos. Pero también está la lucha de una persona que durante el Franquismo conoce la cárcel y la violencia física por su condición de homosexual y sin embargo, sigue adelante hasta convertirse en un ejemplo de dignidad y superación reconocido dentro y fuera de Málaga, pues llegó a participar en un documental sobre la represión a los homosexuales durante la dictadura.

Quizás lo más asombroso es que en esta doble lucha que fue la vida de este malagueño, fallecido en la noche del jueves a los 86 años después de una larga enfermedad, jamás perdió la sonrisa ni el buen humor y bastaba pasar un rato con Eusebio para que todas las penas se disiparan ante la vitalidad y la arrolladora simpatía de este artista sin complejos, feliz de la suerte que le había deparado la existencia.

Y como prueba de esa felicidad a prueba de desgracias, la paradoja que él mismo celebraba de que viviera en el Camino de San Rafael y desde su casa pudiera ver todos los días la ventana de una de las celdas de la antigua prisión donde fue encarcelado.

La infancia de Eusebio fue muy precaria. Sólo vio a su padre una vez, al comienzo de la Guerra de la Civil y desde los diez años ya bailaba en los escenarios de los teatros y cines de Málaga. Desde 1949 compartía su vida con su amigo del alma, el también bailarín Pepe Gallego Sánchez, al que siempre consideró su hermano y que falleció en 2013 a los 91 años.

Especializado en el baile clásico español, con el Trío Albéniz recorrió medio planeta, algo que le convirtió hasta el final de sus días en un hombre de mundo.

Una de las anécdotas más celebradas de Eusebio fue su actuación en los años 50 en el cumpleaños de Picasso en una sala de fiestas de la Costa Azul. Una fiesta privada en la que el pintor negó la entrada al mismísimo Aga Khan. Durante la actuación de Eusebio Valderrama, Pablo Picasso le tomó apuntes y luego le regaló el dibujo, pero la obra duró muy poco en manos del bailarín, que contaba: «Yo no sabía quién era Picasso y a mí el dibujo me pareció horroroso, parecía una rana, así que se lo dimos al empresario».

Compartió escenario con Edith Piaf y Maurice Chevalier; por su camerino se acercaron a saludarle Charles Chaplin y el gánster Lucky Luciano, que le ofreció su ayuda por si daba el salto y le apetecía marchar a América. Y del mundillo de Hollywood conoció a Jane Mansfield, a Sofía Loren y a Suzanne Zanuck, la hija del famoso productor de Hollywood Darryl Zanuck, que se enamoró perdidamente de él, desconocedora de su homosexualidad.

Eusebio brindó con Don Juan de Borbón en Atenas un día antes de la boda de su hijo Don Juan Carlos y pasó varios años en Oriente Próximo, donde actuó para el rey Faruk de Egipto, el sha de Persia y hasta para Sadam Hussein.

Con 86 años seguía tan vital como siempre, deseoso por disfrutar de sus escapadas a Marruecos o de charlar con algunos de sus buenos amigos como Pepa Flores, la profesora de música Teresa González o Baltasar del Moral, presidente de la Asociación de Esclerosis Múltiple, un colectivo con el que estuvo colaborando durante años. Nos quedan, además, su biografía, escrita por el conocido escritor Diego Ceano (Cuatro botones dorados) y algunos libros de versos y anécdotas del propio Eusebio que reflejan su alegría y amor por la vida. Descanse en paz.