La Teta Calva cerró el Festival de Teatro de Málaga con la obra Penev. Es Penev además del nombre de un futbolista, el cromo que un hombre ya maduro nunca consiguió para completar su álbum de deportistas. Es eso que se nos queda atrás y que no podemos olvidar como parte de nuestra vida, aunque pase el tiempo, y que ya sin esperanza permanece en alguna parte de la memoria, del corazón o del rencor. En la dramaturgia de este espectáculo sobresale una construcción que avanzando en las distintas escenas nos va dejando pistas sobre cuál va a ser el resultado. Pero no es fácil, porque se sumerge en diferentes posibilidades que a veces te hace pensar que te enfrentas a un alegato reivindicativo, mientras que otras te ves inmerso en un thriller, en una obra de suspense... Lo cierto es que ése es parte de su atractivo, ese juego al despiste que en una hora te atrapa en la historia de un hombre de mediana edad que se enfrenta a la caída en picado de una vida tras un fracaso económico. Frustración y desengaño. Odio visceral hacia el sistema y hacia sus superiores a los que culpa de su mal y en los que busca satisfacer su venganza. El gran trueque es mostrarnos a este tipo como el inocente, ese juego de mentiras predefinidas en nuestro consciente, mientras que el individuo nos sorprenderá con un final cargado de vileza. Ese doble carácter es lo que da vida a la narración, que al principio se antoja lenta en su desarrollo, pero que no cabe duda logra provocar interés a medida que avanza y las certezas empiezan a distorsionarse. El trabajo actoral, realmente bueno, por otra parte, contribuye a que la credibilidad de lo que se nos ofrece haga más dura la vuelta de tuerca premeditada. Ambos actores Carles Sanjaime y Xavo Giménez, se mueven con soltura en unos caracteres bien dibujados. El trabajo cara a cara de los intérpretes, sin grandes artilugios escénicos, es ciertamente una deliciosa demostración. Y la cercanía, no propiciada por el espacio sino por las circunstancias, por lo miserable del drama cotidiano, sustentada también en una dirección clara y sin estridencias, hace del espectáculo un precioso ejemplo de buen teatro.