Si, como escribió Carlos Páez Vilaró, «el restaurador es el sanador de las heridas del arte», podemos afirmar que, a falta del llorado macrohospital hemos inaugurado, al menos, una clínica. Eso sí, un centro de salud dedicado por entero al arte. El Centre Pompidou Málaga acoge en sus dependencias desde hace unos días el Laboratorio de Restauración, cien metros cuadrados en que diversos enfermeros -o sea, restauradores y conservadores- restañan las lesiones a las obras que gestiona la Agencia municipal de la que dependen también la Casa Natal y el Museo Ruso.

Varias piezas descansaban ayer sobre las diversas mesas de operaciones del laboratorio. Una de ellas, un dibujo de Paco Hernández, Rembrandt, severamente dañado -fue adherido a un tablero de madera con colas que le estaban causando manchas de acidez-. Ahora la pieza del malagueño está siendo sometida a un tratamiento minucioso, que tiene tanto de quirúrgico como de spa: se emplea un lápiz de vapor para despegar el dibujo del dañino soporte y se le aplican geles rígidos -creados a partir del alga agar-agar, lo último en restauración- para humedecer el papel sin mojarlo, y por tanto desbaratarlo, del todo. Nos explica el tratamiento una de las tres trabajadoras del recién inaugurado centro, Elisa Quiles, que, con su bata blanca y su pericia en el instrumental parece una doctora pero que habla de los pacientes artísticos con la pasión y el cariño de un creador. Completan la terna del centro Laura Gaviño y Elena Robles.

Pasemos a otra de las camas del hospital del Pompidou: el paciente, la fotolitografía de Pablo Picasso El ramo, un documento manchado por diversas humedades. Tras la limpieza mecánica y un baño en agua a 37 grados centígrados, toca escudriñar las heridas y para ello se dispone de un potentísimo microscopio de hasta 200 aumentos que permite dilucidar si cada imperfección es superficial o ha permeado el papel. Al final, como podrán comprobar, hay mucho de detective, de forense en esta singular especialidad.

Un cartel de Luis Molledo también descansa sobre las mesas del Laboratorio de Restauración. Su aspecto es preocupante y su propia esencia -se trata de un trabajo en guache, por tanto, especialmente delicado cuyo tratamiento ha de ser ejecutivo exclusivamente en seco- no lo pone fácil. En otro espacio, una silla de Encarni Lozano, «con un pequeño ataque de carcoma».... Y así, un buen puñado de pacientes y de sus historias.

El laboratorio es un sueño acariciado desde hace años por la Fundación Picasso; la falta de espacio en la Casa Natal siempre lo había malogrado. Hoy ya es una realidad y muestra con orgullo un completo arsenal de maquinaria: medidor de ph, espesímetro, lápiz de vapor, carro de secado, prensa de usillo, selladora de poliéster, cortadora de paspartú, extractor de aire y diversos equipos individuales de protección y manipulación... «El equipamiento se irá ampliando siguiendo las demandas de los conservadoras», anunció José María Luna, responsable de la Agencia. Al final, serán, claro, las obras de arte las que mandan.