El Museo Carmen Thyssen abre este jueves las puertas de su nueva temporal, la que coincide con el quinto aniversario de la pinacoteca: Reflejos del pop, «una invitación a recuperar un arte que ha sido marginado en nuestro país y del que todavía sigue pendiente una gran y exhaustiva revisión». Son palabras de Simón Marchán, el asesor científico de la muestra, comisariada por la directora del centro, Lourdes Moreno. Ambos han elegido para la panorámica a cuatro pilares de ese arte imbuido en el reflejo de la cultura de masas y la sociedad del consumo y la subversión de los códigos artísticos tradicionales: Eduardo Arroyo, Luis Gordillo, Equipo Crónica (Manolo Valdés, J. A. Toledo y Rafael Solbes) y Equipo Realidad (Joan Cardelles y Jordi Ballester). Puro pop art de primera.

El resultado del empeño de Moreno y Marchán, cuarenta piezas en las que El Guerrero del Antifaz termina por masacrar a los bombardeados en el Guernica picassiano, un Felipe IV de Velázquez lector del ABC en un entorno de Roy Lichtenstein, el Doctor Extraño, Thor y Hulk en pleno aquelarre negro de Goya, un Superman que trae detergente a una exultante ama de casa, Mickey Mouse sonriendo abiertamente ante una seta de una bomba atómica, un Romeo y Julieta en que el enamorado es un Alfa Romeo y la enamorada, una mujer utilizada como reclamo sexual para la venta del producto, las Meninas de Velázquez de veraneo en una típica casa dominguera del Mediterráneo... Se trata de un sugerente gabinete de imágenes potentes, que buscan el contraste, incluso la lucha, entre géneros artísticos y visiones sociales y que, sobre todo, exponen las singularidades del pop art español: «Nuestra adaptación del pop está lacerada por las contradicciones del contexto sociopolítico español en que surgió -principios de los sesenta, en ese franquismo que empezaba a no poder contener los incipientes rasgos de la sociedad de consumo y el desarrollismo-. Todo estaba filtrado por el realismo social y la posición crítica; la época imposibilitaba el optimismo del pop art original, el anglosajón», en palabras de Marchán. De ahí que, de alguna manera, Reflejos del pop pueda ser contemplada como un rotundo testimonio de un lugar y de un tiempo, de una España en la que se producía el éxodo masivo desde el ámbito rural hacia la ciudad, en la que aparecía el turismo como fenómeno económico y social y en la que se generalizaba el uso de electrodomésticos como el televisor -por ejemplo, omnipresentes las lavadoras en las piezas seleccionadas de Equipo Realidad-.

Convenciones. Otra arista interesante de la nueva temporal del Thyssen es más bien de carácter meta: estos cuatro representantes del pop español, especialmente Eduardo Arroyo, se empeñaron en desmitificar a las vacas sagradas del arte y en tumbar las convenciones de la creación contemporánea; dos ejemplos: el Desnudo bajando la escalera, la obra icónica de Marcel Duchamp, es tuneado con guasa por Arroyo en Vestido bajando la escalera y las piezas de Equipo Realidad realizadas no con acrílico sino con pintura industrial, de la que se encuentra en las droguerías, como machetazo contra la visión elitista del arte y manifiesto a favor de su inclusión en la cotidianidad, en la cultura de masas.