Cuando eras joven brillabas como el sol dice uno de los míticos temas de la banda británica Pink Floyd. Y así son ellos: Alfred Larios. Cuatro amigos «seriéfilos y cocinitas» que quieren seguir creciendo como grupo sin salir de Málaga. Les da miedo pronunciar la palabra pop al definir su música. Temen dar una imagen equivocada por las connotaciones del género en el público y prefieren hablar de «rock postraumático» para definirse. Una mezcla de indie, psicodelia y rock-pop progresiva con letras que hablan sobre crisis de identidad.

Lo que comenzó en la tuna de la Universidad, como una simple experiencia con la que divertirse, años más tarde se convirtió en un sueño en común: vivir de la música. Adrián López, Borja Reigal, Carlos Salado y Alejandro Rooryck, o lo que es lo mismo, «el chamán, el estable, el relaciones públicas y el enérgico» no quieren ser un grupo más: «No nos gusta que nos etiqueten como otro grupo indie porque no lo somos», insisten. Se consideran diferentes y en su camino para demostrarlo ya han obtenido más de un reconocimiento. Los premios Oportunidades Suena Málaga y Nuevas Tecnologías, que el Ayuntamiento les otorgó a finales del pasado verano, han comenzado a dar sus frutos, sus actuaciones crecen día tras día y acaban de grabar dos nuevos temas en el estudio de la Caja Blanca, que próximamente saldrán publicados.

Letras en español y una formación clásica (guitarras, bajo, batería y voces) son la base de este cuarteto de veinteañeros que aspiran a grabar su primer largo en 2017. Por el momento se conforman con pasar la prueba del próximo 1 ó 2 de julio (aún está por concretar) cuando debuten en Ojeando, el festival que hace unas semanas les concedió el accésit a la mejor banda malagueña del momento.

Son grupo joven, con solo dos años de vida, pero no se consideran «novatos». Cada uno de ellos ha formado o forma parte de algún otro grupo y eso hace que se sientan «muy experimentados». Hasta el momento, Alejandro, que lleva poco más de un mes en el grupo -«fue nuestro regalo de reyes»-, es el único que se dedica profesionalmente a ello. «Abrirse camino en este mundo es muy difícil pero cuando te gusta tanto es imposible dedicarse a otra cosa», cuentan. «No podemos ponernos metas muy altas porque hay mucha competencia y preferimos centrarnos en lo que nos gusta, que es tocar y grabar».

Ahora están centrados en componer, ya cuentan con numerosos temas propios como Combustion, Espejo o Relatos de ficción. Pero su buque insignia es Viaje al centro de la luna.

Saben que el secreto del éxito es cuestión de «tocar, tocar y tocar». Discuten sobre su propia historia y ni siquiera se ponen de acuerdo en el origen del nombre: «Primero vino el nombre, después nosotros, él nos parió», bromean.

Cuentan con numerosos seguidores en las redes sociales pero sobre todo se sienten apoyados en sus actuaciones en directo donde se esfuerzan por hacer «música atmosférica que llega y consigue abstraer al público con el único objetivo de que pase un buen rato. De nuestros conciertos puedes salir despejado y tranquilo, más que eufórico, nuestros temas no suelen dar mucho pie al baile», explican.

En sus ensayos, una vez a la semana, el buen rollo que se respira en el ambiente delata la química que existe entre los componentes. Y, a pesar de la dedicación que requiere o la inversión económica, la ilusión les sobra. Tener suerte, trabajar mucho y hacerlo bien son sus armas para convertir sus canciones en un proyecto sólido. Por eso, se reconocen como muy perfeccionistas y exigentes: «Podemos estar con un tema más de un mes hasta que esté tal y como lo queremos», aseguran.