Cinco años han pasado desde la puesta de largo del Museo Carmen Thyssen de Málaga. Un lustro, que cumple hoy, durante el que no sólo ha recibido 814.000 visitas, sino en el que ha conseguido sobre todo dejar su impronta y convertirse en «un espacio participativo». Más aún, en «un museo para las personas, trabajando con unos contenidos para que el público participe y los sienta como suyos», en palabras de su directora artística, Lourdes Moreno, quien pone en valor la implicación del público en todas las actividades organizadas por la pinacoteca, pero también el haber conseguido impulsar la revitalización del espacio del centro histórico en el que se levanta.

Además, tal y como señala Moreno, que sustituyó a María López Fernández, tras su dimisión sólo tres semanas después de la inauguración del museo, si hay algo que diferencia a este espacio expositivo de otros es «su singular apuesta por el arte español: poder vivir a través de las obras de arte de su colección nuestro pasado». Y en ese camino, subrayó, «la colección permanente aún tiene mucho que contar».

Si la baronesa Carmen Thyssen dijo hace ya cinco años estar «enamorada» de este museo que lleva su nombre, el paso del tiempo no ha disminuido ese afecto, según ha trasladado Moreno. «Sigue muy contenta y aprecia mucho esta institución y su colección, que ella mismo hizo y en la que, por tanto, dejó parte de su carácter y de sus gustos».

La directora artística incide en la apuesta por la participación del público a través del Área de Educación, un aspecto que ha calificado de «básico». De hecho, fruto de ese esfuerzo, el museo ha recibido diversos reconocimientos, como el Premio a la Excelencia Educativa en el Mundo de las Artes para Alumnos de Altas Capacidades, otorgado en 2015.

Aunque se muestra orgullosa del trabajo realizado, habiendo conseguido consolidar la imagen del Museo Carmen Thyssen de Málaga, la que en su anterior etapa fuera directora de la Casa Natal de Picasso admite que «hay que seguir reforzándola, con proyectos de calidad», en el marco, eso sí, de «unos presupuestos bastante ajustados».

Por ello, se continuará la línea de trabajo de exposiciones de producción propia, pero también de colaboración con instituciones de prestigio, como la habida hasta ahora con el Museo Reina Sofía, el Museo del Prado, el Bellas Artes de Bilbao, la Caixa o el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Pero no sólo la pinacoteca malagueña ha recibido obras, sino que también las ha prestado, tanto a entidades nacionales como internacionales.

Pese a la dificultad de seleccionar alguna de las exposiciones temporales que han colgado durante estos cinco años de las paredes del Palacio de Villalón -cerca de una quincena-, Moreno menciona algunas como La tradición moderna en la Colección Carmen Thyssen. Monet, Picasso, Matisse, Miró, Julio Romero de Torres. Entre el mito y la tradición, Casas-Rusiñol. Dos visiones modernistas, Días de verano. De Sorolla a Hopper o, la última, Reflejos del pop.

Aumento de visitas. La pinacoteca malagueña cerró el pasado ejercicio con un total de 168.473 visitas, lo que supuso un incremento, respecto al ejercicio anterior, del 12 por ciento. En cuanto a la procedencia del público, 55.966 visitas fueron nacionales, un 33 por ciento más que en 2014. Las de residentes en la provincia también crecieron, sumando un total de 68.400.

Por otro lado, un total de 11.000 participantes -2.000 más que en el ejercicio anterior- acudieron a algunas de las actividades programadas por el Área Educativa. Unas iniciativas dirigidas a bebés, niños, jóvenes y adultos e, incluso, a familias, ya que «el museo siempre ha tenido muy claro la diversidad de su público», resaltó Moreno.

El Museo Carmen Thyssen abrió sus puertas en marzo de 2011 en el rehabilitado Palacio de Villalón, una casa palaciega del siglo XVI. En su interior se encuentra una colección permanente compuesta por más de 200 obras, que recorren el arte del siglo XIX español, con especial atención a la pintura andaluza. Entre los artistas incluidos, destacan los malagueños Guillermo Gómez Gil, José Moreno Carbonero, o Manuel Barrón, que conviven con pintores de la talla de Francisco de Zurbarán, Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga o Julio Romero de Torres.