El 20 de mayo de 1609, el editor Thomas Thorpe subió por Ludgate Hill, en Londres, dejó a un lado la catedral de San Pablo, que aún no había sido remozada, e inscribió en el Registro de Libros, donde debían constar las publicaciones autorizadas, una de las cumbres literarias de todos los tiempos: los Sonetos de Shakespeare.

Todo lo referente a ese libro es un misterio. Se ignora, por ejemplo, si Thorpe inscribió en el registro un manuscrito autorizado por Shakespeare, que podría habérselo vendido, o una copia sin autorizar, perdida por el autor o robada a este, como sugieren algunos novelistas modernos.

En El misterio del cisne (El joven Shakespeare), mi novela sobre el escritor inglés, imaginé que tanto el robo como la pérdida eran opciones posibles, y que Shakespeare, que durante años había estado reuniendo sus sonetos en una carpeta, sin decidirse a publicarlos, había sido el primer sorprendido al descubrir su obra en forma de libro.

Su intención había sido acudir de inmediato a los tribunales. Los sonetos eran demasiado íntimos, y revelaban detalles demasiado embarazosos. Pero, al comprobar que la obra estaba inscrita en el Registro de Libros, y que su nombre figuraba en la cubierta, había tenido que renunciar.

No podía acusar a Thorpe de piratería, porque esta era una actividad habitual e incluso prestigiosa, y el hecho de publicar una obra parecía demostrar que el editor era su propietario. Por entonces no existían los derechos de autor, y lo único que un escritor percibía, a cambio de ceder su obra, era una cantidad fija, un tanto alzado.

En su primera edición, los Sonetos es un libro delgado, de 67 páginas y 154 poemas. Se ignora cuántos ejemplares se editaron, pero se sabe que solo 13 han llegado a nuestros días. Maltratados por la frecuentación de los lepismas y otros insectos amantes de los libros, sobreviven en las zonas más recoletas de selectas bibliotecas británicas y estadounidenses.

En la portada se lee Sonetos de Shakespeare, y a continuación se dice: «Nunca publicados antes». Extrañamente, el nombre del autor está escrito con un guión en medio: Shake-speare.

En comparación con los poemas anteriores publicados por Shakespeare, Venus y Adonis y La violación de Lucrecia, la edición es torpe y descuidada. Sin duda el autor no la habría consentido.

Hay una dedicatoria un tanto ambigua, dirigida a un misterioso «señor W. H.», que no está firmada por Shakespeare sino por el editor del libro, T. T., es decir Thomas Thorpe.

Mucho se ha discutido sobre la identidad de W. H. ¿Se trata de William Herbert, conde de Pembroke, a quien los amigos de Shakespeare dedicaron el Primer Folio, recopilación de las obras teatrales del escritor?

¿O es, con las iniciales permutadas, Henry Wriothesley, conde de Southampton, a quien Shakespeare dedicó, a cambio de su protección y mecenazgo, Venus y Adonis y La violación de Lucrecia?

Puestos a especular, hay quienes consideran que W. H. es el propio William Shakespeare, es decir William Himself, y quienes, como sugirió Bertrand Russell, creen que las iniciales W. H. son una simple errata, y que quien las imprimió pretendía escribir W. S. o W. Sh.

Conviene observar que, en estos últimos casos, se daría la curiosa circunstancia de que es el editor quien dedica la obra a su autor.

La mayoría de los estudiosos consideran a Thomas Thorpe autor del orden de los poemas en el libro. Discuten largamente sobre si ese orden es el más indicado, pero coinciden en que muestra cierta coherencia lógica, y titubean a la hora de proponer otro.

La secuencia es bien conocida. Los primeros sonetos están dirigidos a un hombre joven y apuesto, a quien el autor se dirige al principio para pedirle que se case y tenga hijos que hereden y perpetúen su belleza. Son los llamados, de manera un tanto ruda, sonetos de la procreación.

El poeta expresa luego su amor por el joven, que llega a ser obsesivo y sugiere una relación física. Critica al amado, acaso el W. H. de la dedicatoria, por preferir a un poeta rival, y habla de soledad y de muerte.

Los últimos sonetos se refieren sobre todo a la llamada Dama Oscura, por la que el poeta siente una pasión abiertamente sexual. Se sobreentiende que ella está casada y que le es infiel, quizá con el joven apuesto de los primeros poemas, con un poeta rival, que podría ser Christopher Marlowe, o con otros.

Con frecuencia, el soneto 151 es considerado como obsceno por su carácter explícito, y suele citarse para diferenciar entre el amor más o menos platónico por el joven apuesto y el amor carnal que el poeta siente por la Dama Oscura:

€por ti se yergue y por ti se abate.

No sin conciencia llamo yo «amor»

a quien por ti se alza y luego cae.

La Dama Oscura recibe dicho nombre porque, como describen los poemas, tiene el pelo negro, los ojos negros y la tez muy morena, acaso también negra.

Como en el caso del joven apuesto, se ha buscado su identificación con personajes reales. Las principales candidatas son Lucy Negro, Mary Fitton, Emilia Lanier, Aline Florio y Elizabeth Wriothesley.

Lucy Negro era la regidora de un burdel en el centro de Londres. Su nombre aparece en una lista de espectáculos obscenos de la época y en el diario de Philip Henslowe, el propietario del famoso teatro de La Rosa, que conocía bien a Shakespeare.

«La dudosa reputación de Lucy estaba tan extendida que cualquiera que leyese los sonetos de Shakespeare a finales de la década de 1590 y a principios de 1600 pensaría en ella. Y Shakespeare debía saberlo», señala Duncan Salked, de la universidad de Chichester, firme partidario de identificar a la Dama Oscura con Lucy Negro.

Por su parte, Mary Fitton fue durante un tiempo dama de honor de la reina Isabel. Tuvo una relación amorosa con William Herbert, conde de Pembroke, de quien se rumoreaba que tenía sífilis. Herbert es otro de los candidatos al papel del joven apuesto de los Sonetos.

La sugerencia de que Mary Fitton es la Dama Morena se encuentra en la influyente biografía de Frank Harris Shakespeare el hombre, donde se asegura que Fitton arruinó al escritor, y que este murió con el «corazón roto de amor por la Dama Oscura».

Emilia Lanier fue la primera mujer inglesa en convertirse en poeta profesional, gracias a su obra Salve, Dios, Rey de los Judíos. Procedía de una familia de músicos de origen veneciano y tocaba algún instrumento, como hace la Dama Oscura en el soneto 128.

Sus hermanos la llamaban la morena, y al parecer su matrimonio era infeliz. Shakespeare utilizó a menudo el apellido de su familia, Bassano, en sus obras dramáticas. Se cree que su amor por ella no fue correspondido.

Aline Florio era la esposa de un traductor italiano. El historiador británico Aubrey Burl, firme defensor de su candidatura como Dama Morena, la define como «una mujer casada, con hijos, amante de la música y del sexo, y algo egocéntrica y egoísta». Añade que tenía la notable habilidad de simultanear al conde de Southampton, a Shakespeare y a su marido.

Un profesor alemán de inglés, Hildegard Hammerschmidt-Hummel, ha propuesto la teoría, basada en una serie de retratos y en un soneto apócrifo que atribuye a Shakespeare, de que la Dama Oscura fue Elizabeth Wriothesley, también dama de honor en la corte. Según esto, la hija mayor de Elizabeth, Penelope, era hija del poeta.

Hay otras muchas candidatas a ejercer de Dama Oscura, desde una esclava africana, de la estirpe de Otelo, a una bella admiradora de las obras de Shakespeare, que iba con frecuencia a verle actuar, pasando por la esposa de un fabricante de pelucas.

George Bernard Shaw, que consideraba la castidad como la mayor de las perversiones, escribió en 1910 una obra de teatro corta, en un solo acto, llamada la Dama Morena de los Sonetos.

En ella, Shakespeare tiene una cita amorosa con dicha dama en los jardines del palacio de Whitehall, que dan al Támesis. Accidentalmente son interrumpidos por la reina Isabel.

La Dama Morena se muestra temerosa, pero Shakespeare aprovecha el amor de la reina por el teatro inglés, del que era una decidida impulsora, para pedirle que cree un teatro nacional, donde él pueda representar las grandes obras que sueña con escribir, que difieren mucho de las que el público le pide.

Conviene recordar que Bernard Shaw escribió la obra como parte de una campaña para crear un teatro nacional de carácter shakesperiano, y que creía que la Dama Morena había sido Mary Fitton.

En mi novela, la Dama Morena es una amalgama de todas esas candidatas. ¿No es eso lo que una extraña locura nos lleva a intentar hacer siempre, juntar en una sola a todas las personas que hemos conocido y amado, y sobre las que hemos escrito?

*Vicente Muñoz Puelles es escritor