­Una de las más famosas frases atribuidas a Jackson Pollock es la siguiente: «Cuando uno cree que ha hecho algo nuevo en pintura, termina descubriendo que el hijo de puta de Pablo Picasso ya lo había hecho antes». Para el artista de Wyoming, el malagueño fue una inspiración, desde luego, pero también el hombre a batir. De ahí que que se exponga Mural, una de las obras clave de Pollock, aquella en la que, según los expertos, se encontró a sí mismo, en el Museo Picasso Málaga, la pinacoteca dedicada al genio en su tierra, encierre múltiples y sugerentes lecturas. Desde hoy y hasta el 11 de septiembre, Mural podrá ser vista en el Palacio de Buenavista, marcando otro hito en la corta pero intensa trayectoria del museo picassiano de la Junta de Andalucía.

«Es una estampida. Cada animal en el oeste americano, vacas y caballos y antílopes y búfalos, todos a la carga a través de la maldita superficie». Así describió Jackson Pollock su obra maestra, su filosofía creativa condensada en 242,9 x 603,9 centímetros y que muchos consideran la respuesta norteamericana al Guernica de Picasso. Ambas obras fueron ejecutadas en momentos convulsos -la del malagueño, retrato de un episodio particularmente trágico de la Guerra Civil; la del estadounidense, firmada en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial-. Pollock vio por primera vez el Guernica en 1939 en la exposición de la galería Valentina y, meses después, en la retrospectiva picassiana del MoMA. El impacto que produjo en él la estampida picassiana fue hondísimo y, por tanto, en el expresionismo abstracto.

Desde que La Opinión de Málaga anunciara el año pasado la venida de Mural al Museo Picasso Málaga -aprovechando las obras de la Universidad de Iowa, hogar de la obra, que en 2008 sufrió unas inundaciones que obligaron a pensar a trasladar el pollock a otro emplazamiento-, se supo que Mural. Jackson Pollock. La energía hecha visible sería la muestra de la temporada. Resulta lógico el interés que despierta: pocas creaciones como ésta sintetizan espíritus y filosofías creativas aparentemente distantes pero aquí en fructífero diálogo: los expertos en Mural ven en la obra la influencia del primer mentor de Pollock, Thomas Hart Benton; el paisajismo del Oeste y la filosofía e imaginería de los nativoamericanos, los murales mexicanos, el realismo social soviético, la caligrafía asiática, el lenguaje cinematográfico, la psicoterapia de Jung y, cómo no, el grito picassiano que tanto golpeó al estadounidense. Y hay algo más del malagueño en Mural, según el comisario de la muestra, David Anfam: asegura que ciertas formas casi geométricas semimostradas recuerdan poderosamente a la disposición de otras similares en la obra del malagueño Mujer frente a un espejo. Como todas las grandes creaciones, hablamos de una obra que encierra muchas obras... Y experiencias personales, descubrimientos en primera persona. La exposición enseña, nada más entrar, una carta escrita por el artista a su hermano Charles; en ella se puede leer cómo, ante el tremendo lienzo en blanco, afrontaba el proyecto: «Se ve bastante grande pero excitante, como lo es todo infierno». Un hombre enfrentándose al abismo de sí mismo, por tanto. «Un buen artista pinta lo que él es», como dejó dicho el propio Jackson Pollock.

Ante todo, esencialmente, Mural es la depuración de la obsesión de Jackson Pollock por captar la energía en movimiento y atrapar al espectador para involucrarle, meterle dentro de la obra. Ahora, el Museo Picasso consigue que el espectador viaje imaginariamente a la residencia neoyorquina de la mecenas Peggy Guggenheim, una de las primeras mujeres que supo ver el talento de Pollock y quien le encargó la obra que tanto marcaría su trayectoria: allí, en la entrada de la casa en la Gran Manzana de la megaheredera, estuvo colgada durante años Mural.

Un imponente trabajo de restauración ha hecho el resto, consiguiendo que la obra luzca con sus colores casi originales: como aseveró el comisario de la muestra, la buena calidad del lino belga que sirvió como soporte, seguramente pagado por Guggenheim en unos momentos en que Pollock no podía permitírselo, ha posibilitado una buena conservación de la obra, que sin embargo había ido acumulando una capa de suciedad que había apagado sus colores.

Pero la nueva temporal del MPM es mucho más que enseñar Mural: contiene otros valiosísimos pollocks posteriores -que muestran su progresión angular y densísima-, también interesantes diálogos con muestras de fotografías de acción -fundamentales en la concepción de arte en movimiento desarrollado por Pollock- y respuestas de autores posteriores al norteamericano -de la devoción de Antonio Saura a la subversión de Andy Warhol, quizás celoso de que la revista Life se preguntara retóricamente en 1949 si Jackson Pollock era el artista vivo más importante-. Destacan dos encuentros o reencuentros muy singulares: por un lado, cuelga en una de las salas Elegía a la República Española, un granformato de Robert Motherwell creado expresamente para acompañar a la gran pieza maestra de Pollock; por otro, muy especialmente, en una especie de reencuentro emocional, frente a Mural se expone Another storm, otra obra gigante de Lee Krasner, la viuda de Jackson Pollock: el fallecimiento del pintor, que murió en un accidente de coche en 1956, obligó a la también artista Krasner a un tajante silencio pictórico hasta que, cuatro años después, pudo ejecutar Another storm, una obra en la que, según Anfam, la creadora pudo reconciliarse con el fantasma de su marido.

Como bien resumió ayer Bernard Ruiz-Picasso, nieto del artista y presidente del Consejo Ejecutivo del Museo Picasso de Málaga, exposiciones como La energía hecha visible suponen «la razón de la existencia» de la pinacoteca del Palacio de Buenavista, «al poder ver en las salas de la colección permanente obras de Picasso y, al mismo tiempo, parte de lo que fue la creación artística del siglo XX». Una muestra que le gustaría particularmente al propio Jackson Pollock, pues sirve para comprobar que la energía, el concepto central en el corpus pictórico del norteamericano, fluye más allá del espacio y el tiempo, viaje desde dentro hacia afuera, trazando senderos singulares en principio al azar pero, finalmente, coherentes.