Uno sabe que se encuentra en la rueda de prensa de presentación de contenidos del Festival de Málaga.Cine Español porque escucha dos frases de sus responsables: «La Sección Oficial busca el equilibrio entre los autores veteranos y los jóvenes» y «El certamen es la foto fija del cine español» -en la convocatoria de ayer hasta Vigar bromeó con ello: «Como ya tenéis esa frase apuntada antes de empezar la rueda este año diré que el certamen es la imagen fija del cine español»-. Es como lo del «marco incomparable» y la «pertinaz sequía»: que de tanta repetición pronunciar tales expresiones tiene la profundidad y validez de echar suspiros al aire. En realidad, la cansinidad es tal que señalarla empieza a ser otro lugar común. Cierto, pero la cosa no deja de ser reveladora: define el modo y la manera en que el Festival se ha instalado en una posición que ha devenido postura, en una actitud de alergia a las sorpresas y en una forma de crecer a lo ancho -cada año más actividades, secciones y subsecciones; más, sí, pero ¿mejores?- que, la verdad, no invita demasiado.

Sé que montar un tinglado como éste exige esfuerzos titánicos y que hay mucha ilusión detrás de los gestores, programadores y curritos del asunto, desde luego, pero, precisamente porque tengo en cuenta que debajo de una alfombra roja siempre hay muchos sudores anónimos, me veo en la obligación de escribir que la falta de ingenio y la excesiva necesidad de agradar ya están marcando los límites del Festival y costriñendo sus ambiciones; dicho de otra manera, que el certamen ha tocado techo hace ya unos cuantos años y en cada edición se está dando coscorrones en la cabeza que cada vez suenan más fuerte. Porque, la verdad, que la película que abre el Festival de Málaga, Toro, tenga su estreno comercial horas antes en cualquier mall de nuestro país, dice mucho, pero mucho malo, de cómo están las cosas. ¿No se pudo arrancar un compromiso de mayor exclusividad a los responsables del filme de Kike Maíllo, habida cuenta de que camparon a sus anchas por media Costa del Sol -y muy bien que los responsables institucionales les dejaran hacerlo, por supuesto- para el rodaje? No, parece ser que no. Quizás eso sea lo que pasa cuando tienes excesivas ganas de agradar y crees que debes ser útil a los demás. Así que mientras sigamos con estos conceptos me temo que continuaremos repantigados, satisfechos de haber pasado de un sofá a un chaise longue, cada vez más estirados y con cada vez menos ganas de levantarnos, atrapados en esa comodidad que, espero, no termine siendo una jaula.