La casualidad quiso que Paco Jurado naciera el mismo día en el que Pablo Ruiz Picasso cumplía 63 años, un 25 de octubre del 44. Lo hizo en la calle Alta, en un humilde corralón en el que vivía de alquiler con sus hermanos y sus padres: Salvador, «pintor de brocha gorda que además decoraba» y Carmen, «que trabajaba en la Tintorería Inglesa de calle Alderete, donde hoy está el PTV».

Vivió sólo cinco años en El Molinillo pero la calle Alta le ha marcado para siempre y no la olvida: «Allí vivía el llamado Sansón del siglo XX, que tiraba de los camiones con la boca en la plaza de toros y también una prostituta muy conocida en Málaga, María la Orza. Tuve la suerte de conocer a esos personajes». Y se le ha quedado marcada la vez que su madre no pudo pagar el alquiler y «un guardia civil nos echó al patio, allí estábamos los cuatro niños, porque mi hermana Rafi nació después, llorando en la manta con el sifón de El Niágara y el botijo. Una mujer, la señora Mercedes, nos dio un poco de cobijo», recuerda.

En ese niño de la dura posguerra fue creciendo la vocación artística. Además de su padre, al que veía dorar las letras de la Caja de Ahorros de Ronda y decorar el techo de la Casa de la Cultura, sus dos tíos paternos, Luis y Antonio, estaban relacionados con el Arte: «Luis era de derechas, profesor en la Complutense de Madrid y en la Escuela de San Fernando y era pintor de cámara de Mohamed V y Antonio era el otro extremo, un anarquista que hacía los decorados de las películas, entre ellas los de Ben Hur».

Paco estudia en la Escuela Aneja de Magisterio, vive ahora con su familia cerca de la calle Alcazabilla y trata de subirse por unas maderas para ver a los niños pintar en la Academia Ferrándiz de calle Álamos. «Hasta que un día, para mí sorpresa, el maestro Ferrándiz me llama para dentro y me pone un lienzo pequeñito. Hice dos o tres cuatros porque por entonces me mudé a la barriada de Girón».

Las ansias artísticas de Paco Jurado le llevaban a acercarse al Parque con su hermana Rafi y además de comer dátiles, «cogía las hojas verdes, las vinagretas y pedía permiso al jardinero para coger los pétalos de las flores para poder pintar con los pigmentos».

No es extraño que este adolescente, que había estudiado año y medio en las Escuelas de Ave María y se había convertido en un tempranero aprendiz de soldador, chapista y forjador en los Automóviles Portillo, ofreciera su primera exposición con sólo 15 años. «Fue gracias a Jorge Lindell, que trabajaba en la Caja de Ahorros de Ronda y ya se conocía a nivel nacional, él llevaba una sala de exposiciones frente a Casa Curro. Vendí todos los cuadros».

Fue una muestra de arte figurativo y abstracción, reflejo de un artista que no se ha cansado de explorar y evolucionar. «Yo no conocía a Kandisky ni a Picasso, el aparato franquista no te dejaba ver nada», comenta. Pero ya había contactado con algunos pintores malagueños del momento: Alfonso de la Torre, Jorge Lindell, Virgilio Galán, Paco Moreno..., y su horizonte artístico comenzó a crecer. «Yo respeto el academicismo pero soy completamente autodidacta», subraya.

Ya por entonces creaba figuras con el hierro sobrante en Automóviles Portillo: «Me acuerdo que estaba donde hoy está la gasolinera Alaska, y en la media hora de descanso, mientras los chavales jugaban al fútbol, yo cogía cuatro hierros sobrantes que cortaban y hacía toros ibéricos, figuras...».

Vida sindical

52 años ha estado Paco Jurado ligado a Automóviles Portillo y 30 a la vida sindical, en la UGT. «Me metí porque me vi con aptitudes y porque la injusticia nunca le ha podido soportar», confiesa.

En 1992 declinó una oferta de Nicolás Redondo: «Quería que fuera secretario general de Andalucía pero le dije que yo tenía otra persona, Cándido Méndez».

Entre sus momentos más frustrantes, «el que no consiguiéramos cerrar el Corte Inglés en la primera huelga general en tiempos del PSOE. Había vigilantes jurados con dóberman metidos en la plaza, en la calle».

La vida sindical provocó que hiciera un paréntesis en su vida artística pública de algo más de una década.

Aplama y La Aduana

En 1995 Paco Jurado funda la Asociación de Artistas Plásticos de Málaga, que preside desde entonces. Un proyecto que planteó a otros artistas malagueños en Arco, en Madrid. «De vuelta, en el tren Costa del Sol, decidí hacer los estatutos, y hasta del día de hoy».

Como precisa, «la idea era que que la gente joven tuviera unos espacios expositivos, promocionarlos; el aparato sindical pero en la vida artística y a alguno le he podido buscar un trabajo para que siguiera con su trayectoria porque si lo hicieron conmigo tengo que hacerlo con los

demás». Paco Jurado cuenta que la asociación prepara un libro conmemorativo del 20 aniversario.

A finales de los 90 se embarca en la lucha para que la Aduana albergue el Museo de Málaga y se muestra muy activo con la plataforma, en la que también participa su buen amigo, ya desaparecido, Rafael Puertas, el director del Museo.

Esculturas de hierro, alpaca y cobre, bronce, barro; pintura figurativa, abstracta, de abstracción geométrica, carteles... Paco Jurado señala que su obra artística es «incalculable porque he producido muchísimo».

Su escultura más conocida, Emigrantes 75, se encuentra entre los fondos del Museo de la Aduana, que confía que pueda abrir por fin en noviembre de este año.

Cuando se le pregunta por lo que le ha aportado el Arte a su vida, señala que «me ha enriquecido como ser humano, como amigo de mis amigos, ciudadano y malagueño». También quiere agradecer el apoyo especial de una familia: «Don Ricardo Villar y luego los hijos, Enrique, Ricardo y Nenuca, que han sido los mecenas que más me han ayudado».

Y a los artistas jóvenes les da el siguiente consejo: «Yo he bebido de todas las fuentes, hay que viajar mucho, visitar museos, estudiar a los pintores, romper papeles, romper lienzos, coger el barro y pegarle dos patatas» y cuando se le pregunta por su continuas ansias de experimentar responde que «El pintor nace y se hace pero el artista plástico tiene que seguir en plena evolución, investigando».

La sala Barbadillo inauguró recientemente una exposición colectiva de compañeros de Paco Jurado como Enrique Brinkmann, Paco Moreno o Evaristo Guerra que le han querido homenajear con motivo de los 50 años de retrospectiva de este artista generoso.