El Auditorio Municipal de Málaga acogerá el 18 de junio el concierto con que Amaral presentarán su más reciente trabajo, «Nocturnal»; un álbum que devuelve al dúo zaragozano a su posición de «rara avis» de la escena nacional: llenan estadios y palacios de los deportes pero dictan su carrera según sus propias convicciones, sin seguir las reglas del mercado.

En abril de 2014 se anunció en su web que iban a publicar el siguiente álbum en septiembre de aquel año, pero Nocturnal salió más de un año después. ¿Por qué?

Teníamos ideas para las canciones y el sonido más o menos planteado. La intención era tocar en festivales durante el verano, una buena manera de estrenar los temas y rodarlos en directo. Lo habíamos hecho con Hacia lo salvaje, actuando en salas pequeñas, y eso es muy sencillo de preparar, pero con una banda hay que hacer ensayos. A la vuelta de cada festival se nos ocurrían cosas nuevas, y lo que parecía que iba a ser fácil, se fue complicando. Eso nos permitió invertir un poco más de tiempo en el sonido, pero hizo que todo se retrasara. Además, estuvimos tocando por primera vez en Alemania, donde fuimos dos veces. Es una manera de funcionar un tanto desordenada, que tuvo como consecuencia que el disco se retrasara.

En la web también se decía que Ratonera era el tema de avance del álbum, pero al final no está incluida en Nocturnal.

Entonces trabajábamos con la idea de que el disco saliera en vinilo, y si superábamos cierto minutaje sonaría peor, así que Ratonera cedió el puesto a la última canción que escribimos, Nadie nos recordará. La gente ya la había escuchado, en YouTube, en iTunes, y nos apetecía más mostrar un tema nuevo.

En los conciertos que han hecho hasta ahora, tampoco la han tocado. ¿Es una manera de enterrar la controversia que generó?

Puede entrar en el repertorio en cualquier momento. En los festivales que hicimos en verano de 2014, antes de entrar a grabar, sí que la tocábamos. No es que hayamos querido tirar la piedra y esconder la mano.

Cuando salió el disco dijeron que podía ser complicado llevarlo al directo. Ahora que ha empezado la gira, ¿siguen pensando lo mismo?

La banda suena como un cañón. Se nos han pasado esos miedos. Y las canciones nuevas incluso han cobrado algo especial en directo, aparte de que apetece más tocar las que acabas de hacer porque reflejan más tu momento.

¿Se plantean las cosas de manera diferente sabiendo que los sitios donde van a tocar son del tamaño de una plaza de toros?

No. Somos muy obsesivos con el sonido y nos preocupa el hecho de que la primera fila nos escuche igual que la última, pero eso siempre lo hemos hecho. Hay veces que hemos ido a un teatro o una sala pequeña y nos hemos tirado dos horas haciendo la prueba, hasta que nos gusta cómo suena.

¿Echan de menos esas salas pequeñas, donde se han formado como aficionados a la música?

Ninguna banda nace en un gran auditorio. Para nosotros forma parte de una evolución inesperada, de un crecimiento que nunca pudimos planear. En el concierto del festival SOS 4.8, por ejemplo, había muchísima gente y lo pasamos increíblemente bien. Fue muy emocionante, uno de los mejores conciertos en los que hemos participado en nuestra vida. El sonido era casi perfecto y disfrutamos mucho.

¿Un título como el del anterior disco, Hacia lo salvaje, estaba avanzando la electricidad que se podría encontrar en Nocturnal?

Hoy no sabemos lo que vamos a hacer dentro de dos meses, más allá de las fechas de la gira. No somos un grupo que mire demasiado ni a lo que hemos hecho ni a lo que haremos. Tenemos canciones, pero no sabemos cómo las vamos a vestir. No nos importa sonar más o menos eléctricos, nos interesa que las canciones nos digan algo, que sean verdaderas. Luego las podemos tocar con una guitarra de nylon o con los amplificadores a tope. Pero la canción es la misma. Tenemos una idea de la electricidad que no pasa por los estereotipos rockistas, pero lo más importante son las melodías y las letras, que la canción responda a un sentimiento real.

El disco tiene un sonido bastante épico, ¿verdad?

La evolución en el sonido de este álbum ha venido de la base rítmica. La gran diferencia con el anterior radica en que las canciones están compuestas pensando en la rítmica más que en otras ocasiones, sobre todo las líneas de bajo. Chris Taylor, que ha coproducido el disco, ha sido el bajista de la banda mucho tiempo y nos ha ayudado a conseguir ese sonido más rítmico. No diremos bailable, porque no lo es, pero sí queríamos que fuese más físico. Y por ahí viene la electricidad, no por saturar las guitarras.

En marzo han estado tocando en Chile, Argentina y Uruguay. ¿Salen allí sus discos? ¿En qué medida les interesa el mercado latino?

Nunca hemos pensado en términos de mercado. Ni en América, ni en Europa, ni en España. Para nosotros es natural tocar la guitarra y viajar, que es la segunda cosa que queríamos hacer cuando nos conocimos. La primera vez que tocamos en Argentina no había ningún disco editado en allí. Veníamos de actuar en Chile, paramos en Buenos Aires y nos invitaron a un festival. Viajábamos con una acústica de doce cuerdas y, como el aforo era grande, un amigo nos dejó un amplificador, una guitarra eléctrica y unos pedales. Empezamos con Moriría por vos y fue increíble. Desde entonces hemos vuelto cada dos años aproximadamente y hemos crecido allí. Ahora tenemos acuerdos con pequeñas compañías del país, cada disco es un proyecto.

Suena muy romántico eso de no pensar en términos de mercado, pero es indudable que están dentro de él, ¿no?

Una cosa es que cuando salimos a tocar lo hagamos como el primer día, porque si no, nos quedamos en casa, y siempre intentamos hacer el mejor concierto. Nos lo tomamos muy en serio. Otra cosa es que la primera vez que nos invitaron a tocar en el festival argentino Quilmes Rock lo contemplásemos en términos de mercado. Si hubiésemos visto la música en esos términos, probablemente hubiéramos grabado otros discos, y no habrían funcionado, porque en la música la mayoría de las cosas que se planifican no salen bien. Entiendo que la gente desconfíe de esta idea romántica que tenemos de la música, pero es la que nos ha traído hasta aquí, y no hay motivos para cambiarla, porque es la que nos hace felices. Lo siento, pero es como pensamos.

¿Resulta complicado mantener esa filosofía de funcionamiento en una industria como la musical?

Nuestra carrera se ha construido a base de decir que no a muchas cosas. Siempre hemos considerado que estábamos en la periferia de la industria. Si hiciésemos una lista de cosas a las que hemos dicho que no, se vería claro. Entendemos que cuando el proyecto se ha hecho tan grande, genere desconfianza, pero eso no quita que nosotros no vayamos a repetir una y mil veces lo que te estamos contando. ¿Que no se toma en cuenta? Pues muy bien. Pero nosotros no hablamos en términos de mercado ni de negocio, porque no lo es. Porque el día que lo sea, probablemente nos dedicaremos a otra cosa. Esto es así. Y no quiero poner ejemplos, porque no quiero hablar de compañías a las que hemos dicho que no, de sponsors y de campañas publicitarias que hemos rechazado y de gente a la que hemos negado el uso de nuestras canciones a cambio de mucho dinero, porque no nos parece ético nombrarles. Y respetamos a los compañeros que decidan que sí, porque no pensamos que seamos ni mejores músicos ni que tengamos una superioridad moral por ser así.

¿Crear Antártida, su sello, formaba parte también de esa manera de enfocar las cosas?

Hay compañeros tuyos de profesión que no lo creen, pero nuestro sello se fundó en 2007. Nuestra compañía, que era Virgin, desapareció absorbida por otra, y nos planteamos de qué manera podíamos mantener nuestro modus operandi, que siempre ha sido entregar el disco terminado. En 2008 le dimos Gato negro, dragón rojo a EMI, la compañía que había comprado Virgin, pero nadie se enteró de que Amaral era un grupo autoeditado. Luego, compusimos Antártida y a Eva se le ocurrió llamar así al sello. A partir de ahí, empezó a tener visibilidad y se cuestionó si éramos más o menos independientes, una palabra que nosotros nunca usamos.