Acude a Málaga para hablar de El peso del corazón (Seix Barral, 2015) pero lo cierto es que una nueva novela suya está a punto de llegar a las librerías.

Sí, se publicará en septiembre.

¿Y se titula...?

Pues aunque tiene título no lo voy a desvelar. Es demasiado bueno y me lo pueden robar. Es una novela contemporánea, no una futurista de Bruna Husky. Estoy muy contenta con ella.

En El peso del corazón vuelve a la ciencia ficción para hablar de la actualidad, pero sin caer en una lectura apocalíptica del futuro.

Ahora se ha puesto de moda hablar de las distopías y las novelas distópicas, que son apocalípticas. Mis libros de Bruna [Lágrimas en la lluvia y El peso del corazón] son novelas realistas. En realidad son las novelas más realistas que he escrito en mi vida. Lo que me interesa de la ciencia ficción es su capacidad metafórica. Es una herramienta increíble para hablar del aquí y del ahora. Y de la condición humana. Planteo un mundo que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Pero si quieres que te diga la verdad, el mundo en el que vivimos es bastante más horrible que el mundo de estas novelas.

¿Tan mal lo estamos haciendo los que vivimos en este planeta?

No hay más que verlo. En Lágrimas en la lluvia, que se publicó hace seis años, aparece una plataforma que está ocupada por una sociedad hiperfanática y religiosa. Después me han preguntado si estaba hablando del califato. Y la verdad es que el califato no existía cuando inventé ese mundo. Lo que sí te puedo decir es que el califato es infinitamente peor que el mundo que inventé. Si yo describo en mis novelas un mundo donde meten a los prisioneros en jaulas y los queman con lanzallamas o en donde ejecutan a doscientos niños de cinco años como han hecho los del ISIS es que no te lo creerías. Y sin embargo eso es la realidad. Vivimos en un mundo verdaderamente atroz.

¿Seguiremos disfrutando de Bruna Husky en próximas entregas?

Por supuesto. Bruna Husky es un personaje que me encanta. Es el que más me gusta de todos mis personajes. Tiene una vitalidad y una fuerza increíbles. Y aunque yo no soy una androide me siento muy cerca de ella. Ya tengo en la cabeza la tercera novela de mi Bruna. No voy a matar nunca a Bruna en mis novelas. Ella, al igual que yo, está horrorizada por la muerte. Así que nunca la voy a matar.

Antonio Soler asegura que la literatura para él es una herramienta con la que trata de explicarse la vida. ¿Le ocurre lo mismo?

Escribir es encerrarte durante muchísimo tiempo en una esquina de tu casa a inventar historias que no existen. En realidad es una cosa bastante loca. Pero después de tantos años he llegado a la conclusión de que escribo para intentar darle al mal y al dolor un sentido que en realidad sé que no tienen. Entonces, efectivamente, escribes intentando otorgar cierto sentido al caos del mundo. Al espanto, al horror y a la pena de vivir. Sin la escritura, o sin el arte en general, no podríamos soportar la vida.

Atacar lo malo de este mundo, o al menos señalarlo, es también el espíritu del periodismo.

Sí. Así es. Aunque es distinto. El periodismo escrito es un género literario. A sangre fría, de Capote, es un reportaje y un libro maravilloso. En el periodismo hablas de los árboles y en novela intentas hablar del bosque. El periodismo trasmite la lucha por tus ideas; como el periodismo de opinión, por ejemplo. En novela no. El utilitarismo es la traición de la novela. No puedes hacer una novela feminista, ecologista o animalista, aunque como ciudadana lo seas. La novela está concebida para intentar poner un poco de luz en las tinieblas. Es un viaje de conocimiento. No escribes novela para enseñar nada. Escribes para aprender sobre las cosas que te angustian y te llenan de zozobra.

En su perfil de Twitter se define como escritora, periodista, animalista y superviviente. ¿Lo de superviviente es porque todavía escribe en un periódico?

Esa sería una razón, desde luego [risas]. Pero hay montones de supervivencias...

¿Asistiremos a la muerte del periódico de papel?

Desde luego. De aquí a cinco años. Pero de la prensa no. La prensa sigue siendo necesaria para una sociedad democrática y no morirá, aunque tenga otro soporte. Los periódicos, tal y como los conocemos, incluso los digitales, se tienen que convertir en otra cosa.

Entrando en la segunda campaña electoral, ¿cree que España necesita un cambio?

España necesita un cambio urgentísimo. Es evidente. Estoy absolutamente indignada por cómo han manejado los líderes políticos el mandato de las urnas de las anteriores elecciones, que era que se negociara, que se llegara a acuerdos. Algo que no han hecho. Y ahora estamos aquí otra vez. En el punto de partida. Creo que los partidos tendrían que, como mínimo, haber quitado a estos líderes y proponer a otros. Y así tendríamos una nueva oportunidad.

En una entrevista dijo que Pablo Iglesias le parecía un cantamañanas. Y le llovieron las críticas en Twitter. ¿Cómo lo vivió?

Hacemos una valoración absolutamente desmesurada de la importancia que tienen los energúmenos de Twitter, que chillan mucho pero son cuatro. Personalmente me da lo mismo. Pero no socialmente o intelectualmente, en el sentido de que creo que es una pena que seamos tan sectarios, tan bárbaros y poco democráticos. En la misma entrevista ponía muchísimo peor a Rajoy [lo tilda de «inútil»] y sin embargo los del PP no dijeron nada. Pero estos energúmenos, que ni muchísimo menos representan a los votantes de Podemos, pues no pueden soportar ni la más mínima disidencia. Lo que me apena es esa reflexión sobre la sociedad española, que parece más de forofos de fútbol que de demócratas.

También es penoso que lo más comentado de la precampaña haya sido la versión merengue del himno del PP...

Sí, es bastante ridículo. Pero un poco de humor siempre viene bien, porque todo esto es espantoso.