­Harto de los intentos del Partido Comunista de imponerle un regreso a la estética del realismo socialista, Pablo Picasso respondió con un alfabeto compuesto por signos arbitrarios recogido en las 125 litografías de Le Chant des Morts, como revela el libro Picasso litógrafo y militante. «Lo hizo para mandar a freír puñetas al Partido Comunista y para que le dejara tranquilo, no porque estuviera en contra o quisiera pelearse», afirmó ayer el politólogo y periodista Miguel Orozco, autor de este libro editado por la Fundación Picasso, con sede en la Casa Natal, dentro de su colección Ensayos.

A Picasso no le importaba ser utilizado políticamente por el Partido Comunista Francés (PCF), «lo que rechazaba era ese intento de imposición de la estética realista». «El Partido Comunista le había dicho muchas veces en manifiestos públicos a lo largo de dos o tres años que debía volver al realismo, abandonar esa pintura elitista e intelectualoide, y volver a retratar a hombres, mujeres y trabajadores», señaló» Orozco.

Picasso se inventa ese alfabeto «para reírse de la imposición del Partido Comunista y consigue que le dejen en paz», porque el partido «entiende que, si quiere seguir utilizándolo como imagen, le tiene que dejar tranquilo».

Orozco cree que el pintor malagueño se afilió al Partido Comunista en 1944 «como tantos españoles lo hicieron en los años 70, porque era el partido político más prestigioso, el que había dado la cara durante la dictadura y era como la familia que querían tener». Sin embargo, Picasso «tuvo diferencias de práctica política con el Partido Comunista Francés y aguantó hasta 1956, cuando se hartó y firmó una carta a toda la militancia diciendo que se iba, y no participó en ningún acto oficial más del partido».

Su militancia, en un momento en que el PCF tenía «una fuerza brutal», tenía además el propósito «de ayudar a los republicanos españoles que estaban pasándolas canutas en Francia». «El PCF aparecía como un garante, y Picasso pensaba que el futuro era comunista», según Orozco, que ha resaltado la «enorme generosidad, prácticamente sin límites» del artista hacia los republicanos españoles exiliados en el país vecino. En este sentido, resaltó que «dedicaba una parte importante de su tiempo a echarles una mano y sacó a montones de gente de los campos de concentración en los que las autoridades francesas habían metido a los exiliados españoles».