Junto a las cuerdas de tenores y bajos de la Coral Carmina Nova, el piano del maestro Kun Woo Paik y la batuta de Manuel Hernández-Silva pondrían en los atriles de los profesores de la OFM una de las páginas más teóricas pero, sobre todo, personales del pasado siglo. Busoni vuelca varios planos que se resumen en un eterno caos sobre la dualidad entre tradición y progreso. En su concierto en do niega el centro de atención al solista para enfrentarlo, sin embargo, a un esfuerzo que trasciende lo puramente técnico, una proeza titánica -nos atrevemos a señalar- fuera de este orden conocido. Sólo la experiencia y el humilde estudio pueden abrir esta partitura a un pianista al que Busoni somete a una exégesis desde Bach a Sibelius pasando por Liszt, con paradas irrenunciables en las escuelas alemana e italiana. Todo con la intención de reformular la música conocida hasta comienzos del siglo veinte.

Busoni nos ofreció un primer acercamiento en febrero con la OCNE desde el Auditorio Nacional y entonces comprendimos poco. El verdadero acercamiento a este concierto viene de la mano de todo aquello que rodeó al compositor. Se trata de un nuevo plano descrito por el músico donde la relación intérprete-oyente pasa de la mera contemplación a la participación activa por parte del espectador, una voz más dentro del pautado. Busoni recurre al eterno caos como medio para derribar los muros de lo que había sido la música hasta entonces mirando el futuro como un horizonte sin fronteras. Quizás por eso el Concierto para Piano solamente participe de éste al incluir a un solista, transformando su contenido en una sinfonía concertarte tal vez por su estructura pentapartita.

Proeza, sin más apelativos, es la palabra para calificar el trabajo expuesto por Kun Woo Paik. Su piano desnudo y limpio muestra el virtuosismo más humano, consciente de quien asume un legado centrado en el instante, ese momento no visible que tiene más de universal que propio. Sin duda, el estudio de las transcripciones bachinas ha abierto al pianista coreano el mundo de Busoni. Así, al encarar Woo Paik la gran coda conclusiva dibujó el eterno caos, la verdad divina que todo lo mueve. Y en ese universo las voces masculinas del Carmina Nova, preparadas por Diego Gonzàlez, subrayando el papel humano que no niega el compositor en la partitura.

Toda la temporada ha sido un camino guiado por Hernández Silva. La Novena, el Requiem, la Titan o la Décima de Shostakovich, aun sin concebir confluyen en Busoni. Sin este repertorio fundamental muy probablemente no habríamos entendido nada. Hernández lo hizo posible, atento a su idea de memoria reflejada en una tensión dinámica de constantes cambios, sobre motivos insinuados. Un salto al vacío con la Filarmónica transformada, más que nunca, en un instrumento sólido, definitivo, capaz de respirar a través de la batuta del maestro, en ocasiones escurridiza como en el movimiento central, chispeante en 'All´italiana', e inabarcable en el cierre.

Concluye la temporada con una imagen de nuestro conjunto que supera el ámbito local y lo sitúa como ese gran pórtico al mundo. No hay improvisación en todo esto. La Filarmónica vuelve en septiembre y todos volveremos a ser convocados. De ustedes depende que la veintisiete tenga más sentido aún si cabe.