Usted es de Estados Unidos, ¿eso le da un punto de vista distinto que si fuera francesa?

He de admitir que no estoy tan ducha en la historia francesa como cualquiera que hubiera nacido y viva en Francia. Visité París y Versalles hace años y me encantó todo lo que allí experimenté pero fue una estancia breve. Cuando me pidieron que escribiera la novela no tenía una conexión personal que cualquiera pueda sentir por la historia de su propio país. No obstante, una vez recibí los guiones a partir de los cuales acabaría escribiendo el libro me sumergí en la Francia de Luis XIV para ponerme al día todo como me fuera posible. Tanta búsqueda y tanto escribir acerca de ello me hizo sentir un poco más francesa y me proporcionó un aprecio mayor de este sorprendente periodo de la historia de Francia y del trabajo que había aceptado.

Los personajes ya tienen los rasgos para el lector de los actores. ¿Eso es un obstáculo como novelista o facilita el trabajo?

Escribí la novela antes de que las serie saliera al aire pero ya había visto imágenes de los actores que estaban desempeñando los papeles principales. Eso me ayudó a escribirla a sabiendas de que esa relación entre el aspecto de los actores en pantalla y los personajes del libro se hallaba presente. La serie y la novela no pretenden embellecer al Rey. Era un individuo complejo, definido ya al nacer por su posición en la vida y la época en la que le tocó vivir. A mí me encanta que tanto la serie como la novela profundicen no sólo en su increíble poder y pasiones sino también en sus inseguridades. Se nos muestra como un monarca colosal tanto con esperanzas como con temores y es por eso que se presenta atractivo debido a su humanidad.

¿Qué la fascinó más de aquel tiempo?

La mera idea de una monarquía absoluta ya me resulta del todo fascinante. Que una persona pueda controlar, superar o destruir a otra por capricho resulta difícil de imaginar y sin embargo existió (y por desgracia aún se da en unas cuantas naciones). A la par que escribía mi mente iba y venía, imaginándome a mí misma con ese poder absoluto de Luis XIV y después imaginándome con los poderes tan frágiles que tenían los demás en su corte. Aunque la nobleza puede que tuviera riqueza y propiedades, todo ello pertenecía verdaderamente al Rey del Sol que tenía la potestad de reclamarlo en nombre de Francia. Un capricho del Rey y sus súbditos eran despojados de cualquier cosa que tuvieran: oro, objetos personales, sus tierras, sus reputaciones, sus cuerpos, sus hijos y hasta sus vidas.

¿El mundo moderno da para tramas tan apasionantes?

Se ha dicho que tan solo hay siete tramas básicas y que todas las demás historias derivan de una de ellas. Esto, ciertamente, es así en lo tocante a la historia porque a pesar de que los personajes, la tecnología, el entorno y las normas sociales puede que cambien, la gente no deja de ser gente. Hubo traiciones, celos, pasiones, amores profundos, violencia, esperanza, iras e intriga en la época de Luis XIV y lo mismo se podría decir de hoy en día. Todo aquello que le pueda pasar a una persona, ya sea alguien de gran poder o situación social o alguien sencillo, es una historia en sí misma. Y cuando esas historias están bien contadas y bien armadas sacando a la luz los esfuerzos, los enfrentamientos, las intrigas y las emociones que todo ello conlleva, las historias pueden llegar a ser del todo emocionantes.

Luis XIV era un buen estratega, ¿como narradora qué estrategias utilizó?

Mi primer y más importante meta es la de dar vida a los personajes para el lector. Si el lector se preocupa del personaje o le fascina al menos, entonces ese lector se mostrará decidido a emprender ese periplo con los personajes. De ahí que pusiera todo de mi parte para hacer que fueran de carne y que vivieran en cada página. También tuve cuidado a la hora de elegir el punto de vista o puntos de vista desde los cuales centrar cada escena. En el cine el director puede fácilmente cambiar de un punto de vista a otro rápidamente y dentro de las escenas. Escribir es muy diferente porque si se cambia de punto de vista de manera continuada puede confundir al lector. De ahí que meditara muy mucho antes de enfrentarme a cada escena.

¿Se enamoró de algún personaje?

¡Me enamoré de muchos de ellos! Llegué a adorar al extravagante Philippe; se esforzaba tanto para ser él mismo pero también se desesperaba por impresionar a su hermano Luis. Adoré también a la hermosa Henriette que verdaderamente amaba al rey lo que la llevó a su propia destrucción. Adoré a la valiente Claudine que osó llevar a cabo las tareas propias de hombres en un mundo de hombres.Y por descontado que adoré al mismo Luis, un visionario, un soñador; a veces inseguro y receloso como gobernante y un hombre que verdaderamente quería lo mejor para Francia.

¿Después de vivir en un mundo versallesco es difícil regresar al siglo XXI?

Mientras escribía me sumergí en lo versallesco de la época de Luis VIX además de los aspectos menos glamurosos de la época. Las fiestas, los atuendos... una exquisitez. Sin embargo, eso se mezclaba con las enfermedades, las visiones tan desfasadas acerca de los derechos de la gente corriente y de las mujeres en particular. Así que, al mismo tiempo que me encantó adentrarme y formar parte de los habitantes de Versalles, ¡no me costó nada retornar al siglo XXI!

¿Por qué cree usted que nos fascina tanto aquel palacio y sus habitantes?

Hablo por mí misma y probablemente por otros muchos y creo que el período de Luis XVI y su reinado es fascinante porque lo más probable es que jamás seamos testigos de una época que se le parezca, una época que nos imaginamos a la vez glamurosa y primitiva, romántica y aterradora, perfumada y pestilente, cómoda y muy peligrosa. Podemos imaginar que nos encontramos allí en Versalles en las dependencias y los pasajes secretos, sus salones o simplemente paseando por los jardines o yendo de cacería por los bosques reales- y saborear en nuestra imaginación la excitación del momento sin padecer ninguna de las consecuencias reales. La historia tiende a idealizarse porque es distante. Sin embargo al darnos cuenta que aquellos que vivieron y murieron en Versalles eran de carne y hueso como lo somos nosotros ahora hace que imaginar todo aquello sea mucho más profundo e intrigante.