Los catalanes Love of Lesbian presentan su primer álbum en una multinacional, 'El poeta Halley': "A veces subestimamos lo que la gente quiere escuchar". Hablamos con Santi Balmes, el cantante del grupo indie catalán, el cabeza de cartel, el jueves, del Weekend Beach Festival de Torre del Mar.

¿De dónde viene el título de El poeta Halley? ¿Se acuerda del paso del cometa Halley, hace 30 años?

Estaba viendo reportajes de Carl Sagan de esa época en YouTube, y un día, de repente, a las dos de la mañana, me vino el nombre. Estaba en un estado equis, digamos.

«Quizá este sea un álbum que requiera esfuerzo», dice el texto de promoción. ¿Ustedes también lo creen así?

Nos asustó un poco cuando vimos la duración total de las canciones. No llega a ser doble por un minuto. Nos dio por avisar a la gente de que no se iba a encontrar con pastillas pop, sino con temas de desarrollo. Al titularse El poeta Halley hemos intentado que la parte lírica tenga más importancia que en otras ocasiones.

Este disco es el primero con la multinacional Warner. ¿Tuvieron algún inconveniente a que la mayoría de las canciones superen los cinco minutos?

Una semana antes de la firma del contrato avisamos de qué iba el rollo, y les preguntamos qué iba a pasar si no funcionase. Nos dijeron: «Si no funciona, haréis otro, ¿no?». Esa frase nos tranquilizó. Que haya un plan a largo plazo, no algo resultadista. Al final ha funcionado muy bien. A veces subestimamos lo que la gente quiere escuchar. Y la gente quiere escuchar cosas que le estimulen.

IMT, Incapacidad Moral Transitoria puede ser la canción del nuevo disco que más se cante en el Weekend Beach, ¿verdad?

La gente la está cantando a saco en los festivales en los que hemos estado. No lo imaginábamos para nada. El término canción festivalera nos da un poco de miedo. Parece más de fiesta mayor... Los festivales son una coyuntura muy particular.

Ya tienen al menos una banda tributo, Los Niños Imantados.

Eso es muy bonito de ver. Se produce en México, en ciertas zonas donde aún no hemos llegado. Es una forma de celebrar, de hacer colegas entre los fans, y nos calienta el ambiente. Dos amigos míos de la infancia estuvieron viendo un grupo réplica de Pink Floyd en Barcelona y vibraron como los que más. ¡Mientras me lleguen los autores [derechos de autor], no hay problema! [risas]

Con 1999 estuvieron dos años de gira, y con La noche eterna-Los días no vividos, tres. ¿Han puesto a Dios por testigo de que nunca más pasarán por algo así?

[Risas] Soy el que más insiste en el tema, por el peligro de la sobreexposición. Gente como nosotros y Vetusta Morla somos un blanco muy fácil, tirado. Nos pueden atribuir los siete males bíblicos [risas]. Pero al S.O.S de Murcia llevábamos cuatro años sin ir, y luego te encuentras con el critiquillo de turno diciendo «los recurrentes Love of Lesbian». Hay que saber calibrar entre la sobreexposición que tú ves y la que ven los demás. Dos años está bien. Espero que no sean más, para que no se acumule demasiada faceta creativa sin publicar y nos encontremos con 30 ó 40 canciones para seleccionar, que es bastante terrible.

¿Renunciar a ir a El Hormiguero y a los 40 Principales también es para evitar estar hasta en la sopa?

No tengo nada en contra. Si sonáramos en Los 40 pero no implicase tocar en fiestas mayores raras y con el logo detrás... Sonar en Los 40 no me ha preocupado, más que cuando se convierte en una radiofórmula que acaba destrozando un tema. En cuanto a El Hormiguero, no somos animales televisivos. Quizá nos movemos mejor en un ambiente 2.0, más que en programas donde acabas siendo una cobaya o un ser multiusos mediático.