The Hole Zero ha tenido su estreno mundial en la ciudad de Málaga, tras pasar por aquí las anteriores versiones del mismo show. Esta versión sitúa la historia en Nochevieja en el conocido Studio 54 (la legendaria discoteca neoyorquina en la Calle 54 Oeste en Manhattan) la fiesta del 79 al 80. Una excusa para dar rienda suelta a un espectáculo que aglutina principalmente números circenses con elementos del cabaret. La espectacularidad de la puesta en escena recupera la de la primera presentación que anduvo algo más perdida en The Hole 2.

La enorme carpa, o mejor dicho las dos carpas dan cabida a un buen número de espectadores y a diversos números que también se representan en el entreacto mientras te fotografías con los artistas y te tomas una copa. Pero lo cierto es que el espíritu un tanto gamberro de The Hole 1 vuelve a asomarse en esta historia donde el morbo se recrea entre claroscuros y los cuerpos se contorsionan medio desnudos al tiempo que nos ofrecen impresionantes trabajos de fuerza y equilibrio. Impecable la agilidad entre actuaciones para dar paso con ligereza al siguiente tramo sin dar respiro a los sentidos. Sólo tal vez un tanto excesivo ese entreacto. Imposible destacar entre los numerosos artistas invitados alguno que sobresaliera, lo aparatoso y delicado conjugados en extraordinarios y perfeccionistas ejercicios imposibles de emular. Como siempre, es el gusto de cada espectador el que decide quién o qué te llama más la atención.

Pero sí hay elementos que se introducen en la sorpresa como la espectacular voz de Gilberto Gómez que pasa de ser un coloso segurata a convertirse en Grace Jones derrochando talento. Todo es llamativo y no deja tiempo para la indiferencia; los números coreográficos, las luces disco, la animación constante, eso sí sin miedo a ser abordado a menos que uno quiera. Pero para llevar adelante todo este enorme despliegue de acciones hace falta como en todo cabaret un maestro de ceremonias. Fundamental para que esa viveza tenga encadenamiento y no decaiga en ningún momento.

Y ahí hay que decir que ha sido un acierto la elección de Canco Rodríguez, que está espléndido y radiante de simpatía y ocurrencias. Un Canco Rodríguez que conecta desde la primera con el espectador a base de recursos elocuentes que hacen desternillarse a los espectadores, no sólo por lo que cuenta, si no por cómo te lo cuenta y cómo mantiene arriba el espíritu festivo. Una buena tercera parte que va a lograr un recuerdo magnífico en que lo disfruten.