En diez años ha escrito seis novelas. Nada mal para una autora de vocación tardía. La licenciada en Historia y Derecho ganó el premio Fernando Lara en mayo con Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido y ayer presentó el libro en Fnac Málaga.

Escribir con cuarenta años supongo que aporta algo más que hacerlo a la tierna edad de los veinte.

Totalmente. Porque la edad es clave en esto. Ahora mismo todo lo que escribo es el producto de mis experiencias y mis lecturas, de lo que he sido testigo, de lo que recuerdo, de las vivencias que he asimilado en la memoria... E incluso de lo que he olvidado. Y esto me facilita el haberme sentado y formar mis personajes, darles sus perfiles psicológicos y esa riqueza que me da la experiencia. Cuando eres joven, aunque hay excepciones, uno es muy egocéntrico, se mira mucho el ombligo porque no has vivido lo que yo ya he vivido y tienes una limitación en cuanto a perspectivas. Seguramente la vida me llevó a escribir mi primera novela cuando lo hice. Tenía un inquietud que no identifiqué hasta el verano de 2003 en una cena con unos amigos: alguien dijo «para que te recuerden hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro»... Y saltó la chispa.

¿Y qué empezó a sentir a partir de entonces, al escribir?

Ese verano había terminado la carrera de Geografía e Historia y me había convertido en algo que me dijo un profesor de Literatura que tuve: cuanto más sabes, más sabes lo poco que sabes y lo mucho que ignoras y sobre todo te haces muy agnóstico. Yo tuve una crisis existencial sobre mis creencias. Nunca había sido muy practicante pero sí era católica y estuve en un colegio de monjas. De repente empecé a hacerme preguntas y a no creer en todo lo que me habían enseñado. Ese follón mental que tenía fue un cambio de vida y me planteé encauzarlo en la escritura y en los personajes que creo. Y aquí estoy.

¿Para usted escribir es dejarse llevar y relatar lo vivido?

La escritura es para mí una forma de estar en el mundo. Mi día a día se basa en la escritura y la lectura; en realidad, soy más lectora que escritora. La escritura es una manera de dar forma a lo que leo. Escribo para indagar en los conflictos del ser humano, conocer mi pasado y comprender mi presente y entender mi realidad y lo que me espera en un futuro.

Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido... ¿Es más fuerte entonces el recuerdo que el olvido?

Depende. Los recuerdos del amor son más fuertes que el olvido pero el olvido no es voluntario. Se olvida, en cierto modo, con el paso del tiempo. Siempre vuelve en un momento determinado. Por eso perdonar es bueno; perdonar no significa tener que olvidar. El olvido no es desconectar. Si perdonas puedes cerrar una cicatriz y que ese olvido vuelva y no supure o duela.

¿Por qué el recuerdo y el perdón en vez del amor y la esperanza, por ejemplo?

Porque la historia no la elijo yo; las historias me eligen a mí. Yo nunca pongo un orden o una estructura previa. Los personajes me llegan, se sientan y me van contando su historia y ésta es la historia que me quisieron contar en esta ocasión. En esta novela saco mis propias concusiones, hay mucho recuerdos pero también mucho perdón. Pero la base fundamental de esta novela es la liberación que produce el perdón tanto del que lo pide como del que lo da.

¿Qué papel ejerce la mujer en sus obras?

Yo soy muy consciente de la evolución que ha tenido la mujer a lo largo de estos últimos 50 años e intento reflejarlo en lo que escribo. Lo que éramos, cómo estábamos, cómo se nos trataba, las injusticias y discriminaciones que hemos sufrido y cómo hemos ido avanzando ¡y lo que nos queda! Desde el punto de vista de la literatura ahora están surgiendo más mujeres escritoras pero muchos creen que las mujeres escriben para mujeres y no es así. Yo escribo como mujer con sentimientos de mujer y sobre los sentimientos de las mujeres desde el punto de vista femenino y los sentimientos del hombre desde el punto de vista de una mujer. Ha habido muchos hombres que han escrito sobre los sentimientos de una mujer y eso nunca nos lo hemos planteado.