­Hay muy pocos sitios en España en los que el huracán Castizo no haya dejado a más de uno con una resaca importante. Quizás un tatuaje símbolo de los dos amigos malagueños más conocidos en el mundo de la electrónica sea prueba de ello. Seguro que también los recuerdan en el Moulin Rouge de París o en alguna sala de Londres, e incluso en algún lugar próximo a Tokio. O Tal vez fueron testigos de aquel día en el que Víctor Roldán y Fali Sotomayor consiguieron una residencia en la discoteca más grande del planeta, Privilege, gracias a la inestimable ayuda de sus «colegas de toda la vida». «Una pajarraca» protagonizada por chicos de Málaga que desataron la locura en la isla cuando Les Castizos estaba comenzando a sonar y a despertar pasiones entre los amantes de la música fiestera más gamberra.

«Queríamos hacer algo diferente a todo lo que había, tanto como por el día que elegimos para ello, como por el público al que llegamos en un primer momento y, por supuesto, por la música», cuenta Víctor. Así nació Castizo Club, un show intenso que, como añade Fali, «siempre intenta buscar la conexión con la gente. Pretendemos que no sólo escuchen lo que pinchamos sino que centren su atención en el dj». Pero de este propósito hace ya más de seis años y ahora no solo han conseguido adueñarse de las mesas más codiciadas de su tierra, sino que sus fieles seguidores (en Instagram ya son más de 30.000) llegan a peregrinar cientos de Kilómetros solo para bailar en alguna de sus desvergonzadas sesiones. Y es que desde las primeras actuaciones en la discoteca Toulouse de calle Echegaray todo «fue creciendo» de forma vertiginosa hasta ser demandados hoy en los clubes de moda y festivales del momento. Los lunes en Mojácar, los martes en Torremolinos, con la popular fiesta Mambo, o los jueves en Marbella, son pistas fijas, actualmente, en la agenda hasta completar la media de 175 bolos anuales. Gran parte de ellos programados en verano, donde en solo dos meses (julio y agosto) acumularán unas 56 actuaciones y un total de 30 festivales nacionales e internacionales a sus espaldas para dar cuenta de los números de esta pareja de artistas que presume de haber conseguido reunir a unas 8.000 personas en el Tumbao de Tarifa o hacer saltar a cerca de 50.000 en el Arenal Sound (Burriana).

Pero, aunque insisten en que no suelen marcarse metas, reconocen que sus aspiraciones no se limitan a los escenarios: «Vivimos el día a día, nos gusta hacer cosas nuevas y ahora estamos inmersos en el mundo de la producción musical, era el paso natural y es el momento de sacar temas, que se nos escuche en la radio», afirman. Mientras tanto, bromean con un camino que no siempre ha sido idílico. «Recién salidos del cascarón aceptamos la invitación a un evento en Alhaurín. Nos prometieron el salto definitivo y allí nos plantamos, pero nos engañaron y al llegar nos encontramos con una modesta reunión de una asociación local de tiro al plato».

Los que también creen en su proyecto, al que «se niegan a verle fecha de caducidad», son su público más joven, los principales responsables de la evolución de Castizo Club a Mambo, con el que intentan dejar atrás un rol que en los últimos tiempos había acompañado al grupo al identificar su show con un público masivamente adolescente. De este modo, explican que la tarima sigue siendo para los teenager pero que en la zona de los reservados, por ejemplo, la edad aumenta considerablemente. Algo que hace pensar en la influencia que, indirectamente, Victor y Fali ejercen entre esos jóvenes que aún no han superado la cifra de los 20. «Somos bastante influencers, sabemos que nuestra forma de ser o vestir puede hacer que se sientan identificados y nos copian muchísimo», señalan. Aun así, dicen estar muy orgullosos de ello y sostienen que a estas alturas no les sorprenden y están «totalmente acostumbrados».

Queda claro que, como djs de éxito su estilo moderno tienen mucho que decir en las modas que siguen los veinteañeros malagueños, pero más en el panorama de la electrónica profesional en su ciudad. «Resulta complicado de entender porque no hay ningún local dirigido a este género. En Málaga no falta arte, ni gente con ganas de luchar y hacer cosas por la música, pero hay más trabas institucionales que gente con ganas», opinan. «La administración sigue poniendo muchos impedimentos, como está ocurriendo con los chiringuitos de Los Álamos. Y, eso no se puede tolerar porque Málaga vive del turismo y la música y la fiesta también atraen a muchas personas», argumentan.

Eso es lo precisamente no les falta a ellos, «ganas de guaseo», y si no acción, porque la vida a veces es puro teatro y «quedan castizos para rato».