En la impagable entrevista que Onetti le realizó a Joaquín Torres-García en marzo de 1939 -publicada en Marcha-, el escritor le pedía al artista su opinión sobre el Salón Nacional de Bellas Artes, no sin antes solicitar que no le llamara «maestro» -«Yo soy un pintor y nada más. Además aquí hay demasiados maestros, y así habrá uno menos»-: «Pero es que yo no he visitado ni éste ni los otros salones de arte, ¿y cómo voy a meterme en eso? Por ejemplo, se habla por ahí, en relación a ese salón, de que es una impertinencia eso de hacer pagar para visitarlo. Se habla, también, de lo exiguo de los premios. Pues bien, a mí, por ser pintor, nada de eso me interesa, ni creo que pueda interesar a los verdaderos amateurs de la pintura. Lo importante es que haya o no pinturas verdaderas». Basten estas palabras para probar la independencia e individualidad feroz de un artista como Joaquín Torres-García (Montevideo, 1874-1949) que tomará el relevo a Jackson Pollock en las salas temporales del Museo Picasso Málaga entre el 10 de octubre y el 5 de febrero.

Joaquín Torres-García: un moderno en Arcadia «focaliza la atención en el sur de la vanguardia, desde sus primeras obras en la Barcelona de finales del siglo XIX -ciudad en la que llega a ser uno de los pintores más reconocidos del influyente grupo de intelectuales y artistas que promovieron el noucentisme- hasta sus últimas obras realizadas en Montevideo en la década de los años 40», adelantan los responsables de la pinacoteca, que muy atinadamente reivindican el concepto de sur al referirse al uruguayo. «En realidad, nuestro norte es el sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el sur, nuestro norte», argumentó Torres-García.

No es el de Montevideo un autor muy conocido más allá de los círculos de la intelligentsia artística. La actual reivindicación, a través del MoMA, de su obra es un acto de justicia poética con un hombre cuya vida estuvo jalonada por la mala suerte: fundó una empresa de juguetes que acabó incendiada, varias malas jugadas económicas terminaron con la venta al mejor postor de su residencia catalana... Incluso ya fallecido, en 1978, otro fuego acabó con uno de sus murales -infortunio en el que pereció también una pieza del autor con el que ahora se hermana, Pablo Picasso-.

Según los responsables del Museo Picasso Málaga, la obra de Joaquín Torres-García es «particularmente significativa porque supo conjugar las teorías de las vanguardias europeas con las formas artísticas de las culturas precolombinas, lo que denominó universalismo constructivo, según el cual el arte es absoluto y universal y puede ser expresado por medio de signos y símbolos universales». Todo ello se condensará en Un moderno en arcadia, organizada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York y comisariada por Luis Pérez-Oramas.