Olmo y Manuela, dos treintañeros, se citan una noche en la que revisitarán su historia de amor de instituto y descubrirán lo que queda de aquellos adolescentes. Jonás Trueba (Madrid, 1981) presentó ayer en el Albéniz su cuarta película, «La reconquista».

¿La reconquista habla de su momento vital?

Mucho. De hecho hasta un punto temerario y preocupante. Hago las películas a lo kamikaze y cuando las termino digo: «¿Qué he hecho? ¿Este soy yo?» Creo que una película es uno y sus circunstancias. Ésta refleja cierta confusión, cierto limbo...

¿En el limbo resurge el amor de los 15 años?

La adolescencia para mí fue muy importante, me determinó mucho para bien y para mal, pero no era algo en lo que pensase hasta que cumplí 30. Hay algo matemático ahí que intentaba en la película: la mitad de una vida de 30 es 15. No reflexiono sobre mi amor sino sobre qué queda de ti. Somos fruto de lo que vivimos y a veces traicionamos esas vivencias; es necesario recuperarlas para entenderte.

¿No le daba miedo que su recreación del amor de instituto quedara artificial?

Siempre he tenido el afán de hacer una película sobre adolescentes -la película tiene dos partes: la del reencuentro de los protagonistas y la de aquel primer amor- porque algunas de las películas más hermosas que he visto eran de adolescentes. Cuando atrapas esa verdad que tienen es maravilloso. Tenía mis dudas pero veo a chavales de esa edad y mi relación con ellos es muy natural. Así sucedió con los actores y ellos lo agradecen; están hartos de que se les trate como a idiotas.

Con 34 años un director podría estar estrenando su primera película. Usted lleva cuatro.

Pero no me considero un director joven. Es verdad que empecé muy joven a escribir, pero más bien empiezo a ser un poco veteranillo. He estado en contacto con el cine desde muy joven porque lo tenía en casa, pero no he forzado nada ni he sido especialmente veloz.

Estos años le han perseguido las comparaciones: desde su padre -Fernando Trueba- hasta la nouvelle vague...

A veces me pregunto qué información se está transmitiendo al espectador sobre mi película. Muchos creo que no van a verla porque les hablan de unas referencias, de unos directores a los que se me compara, que si soy hijo de no sé quién, que si soy intelectual... Da cierta rabia, porque me lo ponen difícil para transmitir lo que es la película. Me meten en un cajón de clichés y empiezo a estar un poco harto.

¿Cree que hay cierta impostura a la hora de analizar su cine?

No lo sé. Te dicen que haces cine de autor, que ya es un cliché un poco molesto porque en el fondo ves que la idea del autor muchas veces es perniciosa y está mal vista, curiosamente. De hecho las películas españolas que han triunfado en los últimos años no son por el nombre y apellido de sus directores. Yo sigo creyendo en los autores y que las películas son obras de gente, pero muchas veces no favorece.

En San Sebastián se dispararon las críticas a su favor. ¿Cómo vivió el festival?

En una burbuja porque no se corresponde con la realidad. Los festivales están muy bien porque permiten poner luz en las películas pero a la vez sobredimensionan mucho toda esa parafernalia en torno al cine que no es el cine. Luego a lo mejor ganas el premio y no afecta en nada o incluso es malo. Lo que parece es que tienes que jugar esa partida y yo tengo mis dudas. Mi anhelo es no ir a ningún festival y quizás no promocionar la película porque a veces pienso que la estoy jodiendo, que estoy llenándola de información, cuando a mí la película me deja en un lugar confuso.