¿En qué consiste la Relectura crítica de la imaginería monumental en Málaga, el taller que desarrollará en Málaga a final de mes?

En principio, o sea, ahora mismo es sólo una propuesta. Se trata de dar inicio a un proceso, siguiendo el modelo de experiencias previas que Elo Vega y yo hemos tenido la oportunidad de coordinar en otras ciudades; la más reciente, Granada, donde, con el Centro José Guerrero y la editorial Cien Gramos, hemos publicado una (contra)guía monumental: Mármoles con caracteres extraños. Empezaremos viendo y analizando unos ejemplos de (alter) cartografías que nos sirva de punto de arranque para armar un grupo de investigación sobre el caso concreto de Málaga y la construcción de su imagen a través de los monumentos y esculturas públicas. Lo demás tendrá que venir dado por la propia evolución del trabajo del grupo.

Uno de los apartados del programa del taller se centrará en los antimonumentos. ¿Qué son y qué ejemplos de ello hay en Málaga?

Desde monumentos contra su voluntad a lugares de memorias otras... sin duda existen ejemplos de esto en Málaga, pero queremos mejor partir del modelo del maestro ignorante y propiciar una situación en la que podamos aprender, o hasta mejor, desaprender, juntos.

Por cierto, ¿algo que decir sobre el asunto La Mundial?

Se trata de un caso de especulación inmobiliaria de manual, un abuso más de los que la historia reciente de nuestra ciudad es fuente inagotable, pero es una felonía que se ha encontrado con una conciencia colectiva que hasta hace bien poco no existía; esa es la diferencia y lo que lo ha convertido en un emblema de la lucha por el derecho a la memoria y el derecho a la ciudad.

¿Los museos son el episodio cultural equivalente a lo que suponen los jardines y la limpieza en otros ámbitos de la gestión municipal? ¿Son una forma controlada y aseada de presentar el hecho cultural?

Los museos son muchas cosas a la vez, y en el imaginario colectivo son una amalgama de todos aquellos papeles, muy diversos, que han representado a lo largo de la historia, pero la reacción al vértigo provocado por la velocidad de las transformaciones del tardocapitalismo ha dado lugar a que se desarrolle su dimensión más reaccionaria.

Yo nací cerca de Huelin, crecí allí, en un distrito que, entonces, era un absoluto páramo cultural. Al margen de la macdonaldización, del concepto de cultura encapsulable, ¿no cree que, de alguna manera, habilitar la posibilidad hasta hace poco remotísima de ver obras algunas artísticamente muy valiosas en una zona depauperadísima culturalmente tiene algún valor, algo positivo?

Por supuesto que nada de eso está nunca de más, pero se parece demasiado a la vanidad del que se jacta de que tiene un libro electrónico con no sé cuantas mil novelas, que no solo no va a tener tiempo de leer en esta vida, sino que tampoco tiene la más remota intención de hacerlo.

¿Por qué expone tan poco en Málaga? Si no me equivoco, desde 2007 no trabaja aquí, ¿verdad?

No sé. No hará falta. Desde luego, demanda no hay. Y sí, en efecto, la última vez fue el trabajo sobre la caída de Málaga en la Guerra Civil, Málaga 1937. En 2012 lo intentamos con el grupo que hicimos el proyecto colectivo Surviving Picasso, pero fue imposible. Lo mismo de este taller sale algo. A ver.

En un garaje, en uno de los laterales del Palacio del Obispo, se puede ver una pequeña pintada «Picasso, embustero y pesetero». Me resulta curioso que en una ciudad tan rendida a Picasso, esta pequeña pintada ejerza la voz humilde de la protesta. ¿Le debemos algo a Picasso?

¡Uf! El personaje Picasso, o mejor, el signo Picasso, es endiabladamente polisémico y poliédrico; porque nunca estamos hablando de una persona, por más que aquí no falte quien lo trata de tú a tú, ¡o hasta quien le llama Pablo! Y si hablamos, más que del personaje, de la marca comercial, del branding Picasso, toda relación se establece en términos comerciales. Por más intangibles que se nos presenten determinados aspectos del capital simbólico picassiano, la ganancia contante y sonante existe, evidentemente, solo que concentrada en un reducido número de beneficiarios.

Paralelamente a la apertura de grandes museos, se han organizado espacios autogestionados en los últimos años como Espacio Cienfuegos, Casa Sostoa, etc. ¿Los conoce? ¿Qué cree que han aportado a la escena cultural malagueña?

No conozco con detalle el fenómeno. Una vez más, es digno de celebrarse la proliferación de espacios y movimientos culturales, y más si son autogestionados; pero también habría reparar en el modo en que responden a la lógica neoliberal del emprendimiento como solución única a la privatización de servicios y al abandono por parte del Estado de sus obligaciones, entre ellas la educación y la cultura. Si el único baremo es el mercado, ya sabemos qué tipo de cultura vamos a tener.

¿Cuándo el arte empezó a formar parte del entertainment?

¿Históricamente? Doctores tiene la Academia. El término industria cultural data de los años cuarenta, ¿no? Y Adorno lo acuña identificándolo como un elemento clave del totalitarismo fascista. Lo curioso es que en España esa operación de normalización del arte como espectáculo se va a iniciar en la Transición, y le va a tocar dirigirla a un grupo político identificado con la izquierda. A la derecha, más recelosa en principio con la cultura, le va a costar más, pero finalmente la lógica neoliberal del régimen de bipartido único va a alcanza una unanimidad prácticamente absoluta.

¿Qué le viene a la cabeza si le menciono la expresión turismo cultural? ¿Es un concepto antitético?

En 2004 participé en una exposición de título demoledor: Turismos. La derrota de la disidencia. El turismo como el último y definitivo ismo, capaz de devorar lo que sea. Hay turismo de sol y playa, de deporte, solidario, de salud, sexual€ ¿cómo no iba a haberlo cultural? Lo más sorprendente es que, más allá del plano económico, a esta monstruosidad no se le dedique la atención y el estudio que se merece, cuando cada vez más parece, como dice un amigo y estudioso del tema, una señal inequívoca de la inminencia del Apocalipsis.

Corto y pego de una entrevista con Pepe Lebrero, director del Museo Picasso Málaga: «Estamos viendo que el deterioro producido por el éxito turístico es muy preocupante. ¿Qué queremos: una ciudad de museos o de terrazas? A veces, en Alcazabilla vemos de todo y en San Agustín este verano colgaban calzoncillos de algunas casas. ¿Qué queremos? Yo diría que una ciudad de buenos museos y buenas terrazas». ¿Son compatibles los buenos museos y las buenas terrazas?

¿Calzoncillos en San Agustín? Si no eran de Picasso, entonces no. También viví en el centro yo mismo hasta que la picassización me echó. Estos procesos acelerados de explotación privada de lo que parecía público tienen la virtud de poner en claro quiénes son los dueños de la ciudad, de revelar su carácter de clase. Pero no creo que haya que rendirse, ¿eh? En otros lugares, el modelo de ciudad entendida como territorio de consumo total se ha secado, ¡se ha consumido a sí mismo!, y la correlación de fuerzas se ha invertido ya.

En Málaga se rinde pleitesía a los que pintan en los muros con autorización institucional, como Obey, y se multa a los grafiteros que no cuentan con los parabienes de ciertos gestores y se expresan en zonas no permitidas. ¿Cómo puede explicarse algo así?

Se explica a sí mismo, ¿no? Una cultura domesticada, comercial, de blanqueo, superficial, paracaidista, coleccionista de nombres€ donde se juntan el sueño del paleto acomplejado y la estrategia del colonialista, que explota esa prefabricada conciencia de inferioridad y autodesprecio por la que la legitimidad siempre se concede desde fuera. De ahí el éxito del formato franquicia.

Ha contado alguna vez que la última casa en la que vivió en Málaga estaba en Lagunillas. ¿Se está convirtiendo la zona en el verdadero barrio de las artes, es el ejemplo de una gentrificación más o menos natural, espontánea?

Me expresaría mal. Vivía en el famoso edificio drag queen, el Pertika, en San Juan de Letrán. Otra joya digna de estudio. Pero respecto a Lagunillas, es un caso, en efecto, de gentrificación clásica, paulatina, que hace uso del arte y los artistas como pioneros de su reconquista para el mercado especulativo. Es el modelo clásico. Lo que pasa es que en Málaga, el grado de avaricia, y la desmedida audacia propia de la ignorancia, da lugar a fenómenos muy fuertes, que hacen buena cualquier otra cosa que pase. Es que la operación del Soho/Maus es tan grosera, inflada más allá de sus propios límites, hasta la caricatura, que desborda todo lo imaginable.

Pronto terminará la segunda etapa de la gestión de Fernando Francés al frente del CAC Málaga. Me gustaría tener su evaluación al respecto.

¡Eso sí que merece un monográfico! Se podría hacer, oye. No solo una exposición, sino un seminario, porque el experimento ha sido brutal. Y las consecuencias están por verse, porque quince años programando lo más vendido, sin más norte ni guía que el mercado y el beneficio económico no pueden no tener efectos demoledores en lo que los malagueños podamos entender acerca de en qué consiste el arte contemporáneo. De todas formas, más me atrae imaginarme el CAC en un futuro próximo, gobernado por una dirección elegida mediante el código de buenas prácticas, y que estas sean aplicadas a su gestión. Me gustaría que a la entrada de sus exposiciones luciera el cartel que mi amigo José Luis Pérez Pont ha hecho colocar en las del Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana, donde se informa, desglosado hasta el último céntimo, de los gastos de cada una de ellas, desde el transporte hasta el comisariado € y ¡milagro! € los honorarios de los artistas.

La próxima apertura del Museo de Málaga culminará la ambición de ciertos sectores artísticos de la ciudad. ¿Y usted cómo lo ve?

La celebro, en principio, como no podría ser de otra manera. Asistimos a la liberación de un rehén, una de las más primeras y más notables víctimas del secuestro de la cultura local por la picassización de Málaga. Habrá que ver si el viejo museo decimonónico ha dejado de ser el templo aquel de las telarañas sólo para convertirse en un trofeo político de las élites y una atracción más del parque temático€ o si hay esperanza de que pueda ser otra cosa, y recuperar aquella función educativa, es decir, liberadora, que fue capaz de tener en sus orígenes.

¿Cómo resistir a las tentaciones mercantilizadoras del arte? En su caso, ¿ha tenido que decir no muchas veces ante las tentaciones?

¿Tentaciones? Una obra de arte, entre otras cosas, puede ser una mercancía, tener valor económico. El problema es cuando solo se la valora por eso. Por su parte, el trabajo de los artistas no es, con demasiada frecuencia, considerado digno de remuneración. En el mundo del arte contemporáneo, igual que los actores, por ejemplo, a diferencia de las contadas super estrellas a quienes los medios prestan atención y detallan sus lujos y caprichos, la mayoría vive al día, en la precariedad, en la intermitencia€ sin posibilidad de vivir con dignidad de su trabajo, y, desgraciadamente, con frecuencia, a merced de una jauría de especialistas que especulan con el trabajo y la vida ajena.

Corto y pego de una reciente entrevista con usted: «Han llegado demasiado lejos en ese abuso de poder, pues su propia insaciabilidad ha sido su condena, provocando el agotamiento de un modelo basado en privatización, mercantilismo, competitividad, consumismo... Y esa crisis nos está obligando a preguntarnos: crecimiento, desarrollo, ¿a costa de qué, a qué precio, para llegar adónde? Y esa pregunta sólo puede resolverse con el protagonismo de la gente, de la ciudadanía. No en su nombre. Va a suceder despacio. Está pasando ya». Póngame ejemplos de ese «está pasando ya», por favor.

Esos comentarios nacen de la experiencia de hace un año, trabajando en el momento de la caída de la Valencia de cartón piedra de Consuelo Ciscar, de Barberá, la Gürtel€ y ante la constatación de que eso no sucedió ni por arte de magia ni de la noche al día. Estamos acostumbrados, hemos sido educados por una concepción de la historia basada en héroes salvadores y en hazañas singulares, en hitos que realmente no son sino convenciones que falsean el carácter colectivo de los procesos sociales, pues estos son, por el contrario, de más largo recorrido, sujetos a vaivenes, a tensiones dialécticas muy fuertes, pues quienes detentar el poder no están dispuestos a ceder de grado sus privilegios. La revolución francesa no sucedió ni de un día para otro, ni el 14 de julio; ni la II República, el 14 de abril; ni la dictadura franquista es fruto del golpe militar del 36. Se trata de consecuencias de procesos muy largos de transformación social, que empiezan siempre, por una evolución de las conciencias, que progresivamente van viendo inaceptable lo que hasta hace muy poco era normal.

Al comentar con algunos artistas, gestores y conocidos su texto El elefante blanco y la marabunta (sobre la burbuja museística malagueña), algunos de ellos me dijeron: «Sí, muy interesante, y hasta cierto punto tiene razón, pero ya sabes cómo es Rogelio...». Da la sensación de que usted es una especie de Pepito Grillo, de voz de la conciencia en la ciudad, cuando no un cascarrabias. ¿Es usted consciente de ello?

Eso a veces te corta, el que pueda parecer un asunto personal. Lo cierto es que esa soledad no es real, que en privado esas opiniones no son tan marginales. El que no se hagan públicas depende y mucho del grado de independencia respecto a esos poderes a quienes no se puede, no digo criticar, contradecir, sino mirar de frente, sin miedo a represalias. Por supuesto que no falta ni el bobo obnubilado, ni el cínico que aplaude, ni pancistas rastreros, o aspirantes a ser un día invitados a la fiesta€ pero no seré yo quien acuse a quienes guardan silencio en una situación que se parece a cualquier cosa menos a un debate en pie de igualdad.