Este pasado verano Josep Vicent regresaba al podio de la OFM donde cerraba un interesante programa, dedicado a Cervantes y Shakespeare, con una selección de números de la Suites de Romeo y Julieta, de S. Prokofiev. Tal vez buscando o quizás una forma de entender la interpretación aquel concierto de Falla y Prokofiev serviría de prólogo al último abono de la Filarmónica de Málaga. El músico de Altea hace del repertorio interpretación y de este una recreación cargada de personalidad fuera de convencionalismos desde la seguridad del músico instrumentista y la perspectiva de la dirección internacional. Vicent, lejos del espectáculo artificioso, apetece solvente y es precisamente ese detalle el que hace de sus programas una experiencia para el oyente.

La multiplicidad estética del veinte tiene como aciertos figuras como el ruso Prokofiev. Músico que entendió la libertad creativa en la pureza de las formas clásicas dibujadas por Haydn, Mozart y el propio Beethoven. En su Sinfonía Clásica los cuatro movimientos que engarzan su estructura participan de un lenguaje personal que, en ocasiones, evocan obras posteriores bajo un fondo clásico. Un alegato a ese momento en el que la música era un caldo común en el que cada compositor destilaba el lenguaje musical para el común crecimiento. Hacía años que la Filarmónica no volvía sobre el primer trabajo sinfónico del compositor soviético y para la ocasión Josep Vicent aunaba la personalidad para convertir la interpretación en modelo de referencia. Cada movimiento y motivo formaban parte de un gran paisaje sonoro bien contrastado, fluido y dinámico sobre la base del pulso firme y decidido del maestro. A nadie se le escapa ya el buen momento que pasa la OFM, y eso se refleja entre las distintas secciones de la orquesta, el ejemplo más claro lo encontramos entre las maderas del conjunto, la gran perla, acompañados por unos bronces cada vez más firmes y seguros.

La primera parte del concierto se cerraba con el K622, página concertante de un Mozart que poco a poco se va extinguiendo. Fernández Camacho revalidaría el doble premio del segundo concurso de talentos que organizaba la OFM, y decimos organizaba porque la cosa parece que seguirá en coma. Asesinar a Mozart en el atril es más común de lo que parece, en su aparente sencillez estética se esconde un catálogo de formas donde resulta imprescindible la perfección técnica y la madurez artística, algo que demostró sobradamente el clarinetista malagueño y al que Vicent puso a su instrumento todo el conjunto sinfónico. La claridad de ideas, motivos y la sensibilidad en los contrastes harían de este concierto una página reseñable.Y como colofón al programa laSuite nº 2 de Romeo y Julieta de Prokofiev. Versión más que convincente y acertada por esa perspectiva que Vicent dotó a la obra. Visión de conjunto, en perspectiva donde cada arista configura y se adentra en los personajes del drama de Shakespeare. Sin duda alguna, lo que en otras ocasiones ha apetecido resuelto y plano, este concierto pasado queda como una de las grandes páginas que regala la OFM en días de entrega.