Como el título del libro indica, ¿se siente usted en el punto de mira?

Durante mucho tiempo ha sido así y todavía sigue siéndolo en algunos ámbitos. Esta situación viene derivada por los puestos de responsabilidad en los que he estado, específicamente en el Juzgado Central de Instrucción Número 5. La calidad y la cualidad de los asuntos que tramitaba, como los relacionados con la guerra sucia contra ETA, el terrorismo internacional y la corrupción, entre otros, provoca posibles enemigos, personas y organizaciones a las que no les gusta lo que haces. En mi caso, esta situación finalizó con la suspensión y condena, por unos hechos que, desde mi punto de vista, no eran delictivos. Y aquí estamos, todavía discrepando y peleando en el ámbito jurídico.

En su libro trata el caso GAL. ¿Se arrepiente de haberlo investigado?

No, al contrario. Creo que es lo que nos engrandece como sistema democrático. El sistema judicial español, con su independencia y parcialidad, tiene que hacer frente en los momentos difíciles a los asuntos más delicados, incluso para el propio Estado. La guerra sucia contra el terrorismo desde determinados aparatos del país es lo que más empobrece y perjudica al Estado de derecho. Es una pura traición a los ciudadanos. Un mal enfoque de una lucha legítima frente al terrorismo cuando realmente no se habían agotado, como después se comprobó, todos los mecanismos que desde el Estado de derecho podrían utilizarse. Todos ellos empleados con la debida coordinación dieron después como resultado que en 2011 se acabara con ETA desde la legalidad.

¿Los culpables fueron en realidad «cabezas de turco» y el llamado «X» de los GAL sigue libre aún?

La «X» que puse en un informe de julio de 1988 identificaba no tanto a una persona, sino a lo desconocido para mí, y sigue siéndolo, sea persona o estructura. Porque las investigaciones judiciales no llegaron a despejarla, no lo hizo la Audiencia Nacional, tampoco el Tribunal Supremo, aunque hubo bastantes casos en los que altos responsables fueron condenados. Sí, se despejaron muchas equis, aunque nunca sabremos por qué quedaron casos sobreseídos y hasta dónde llegaba esa trama y quiénes están detrás.

Hace unos meses salieron a relucir los llamados «Papeles de Panamá» y en estos momentos este tema está casi en el olvido. ¿Por qué cree que no interesa investigar más sobre el asunto?

Creo que hay un procedimiento abierto. Pero sí, quizás lleva razón. Después de la aparición de estos papeles gracias al consorcio de periodistas no se ha llevado a cabo una investigación a fondo desde el propio Estado. Espero que se estén adelantado en secreto, que sería lo lógico. No tendría sentido que no se esté haciendo nada.

Rita Barberá falleció de manera inesperada con el juicio por el caso Gürtel ya en marcha. ¿Piensa que murió siendo culpable o inocente?

Nunca fue imputada, ni cuando yo la investigué. Sí estaba siendo investigada por el caso que afectaba al Ayuntamiento de Valencia relacionado con el blanqueo de dinero. Es una persona inocente porque no se ha podido demostrar lo contrario.

Ahora que en Estados Unidos ha sido elegido Donald Trump como presidente, ¿considera que la situación empeorará? ¿Por qué se tiene tanto miedo al cambio?

Fue primero elegido por el Partido Republicano y después ganó las elecciones. Esto no quiere decir que el pueblo haya acertado y sea la mejor opción, pues tenemos ejemplos en la historia de líderes que, a pesar de haber sido elegidos de manera democrática, después se han convertido en genocidas. Lo único que ocurre es que los contrapesos que existen en el sistema norteamericano tienen que funcionar y realmente ahora se va a poner a prueba las instituciones democráticas. Ahora el candidato ya no está en un mundo donde los vaqueros imponen la ley, ahora hay una estructura internacional, un conjunto de países que se rigen por unos principios comunes, unas Naciones Unidas. No se puede hacer todo lo que se quiera o se diga.

También Francia celebra las presidenciales dentro de unos meses. ¿Quién cree que ganará, Le Pen, de la ultraderecha, o Fillon, de la derecha?

Espero que la izquierda reaccione de alguna forma y logre convencer a los ciudadanos franceses de que las opciones políticas sociales de izquierdas son posibles y necesarias. Pero dentro de las posibilidades de que sea la derecha la que gane, desde luego lo que no podemos permitir es que gobierne la extrema derecha.

En España, también se está viviendo una nueva política. ¿Cómo considera el trato que ha recibido Pedro Sánchez por no renunciar a sus principios de no votar a favor del PP?

Una cosa es la cuestión interna de los partidos y otra cómo se perciba desde la sociedad. De la forma en que el partido socialista ha desarrollado su acción interna no tengo nada que opinar, pero a mí me habría gustado que el «no» a Rajoy se mantuviera. Siempre apuesto por un gobierno de progresos, pero la mayoría de los votantes optaron por que el PP fuera el ganador y eso es así. La posición de Pedro Sánchez me parece la más coherente. A veces la coherencia te lleva a sufrir una derrota como la que él ha experimentado.

¿Cree que Susana Díaz tiene opciones para liderar el PSOE habiendo estado tan relacionada con este episodio?

Antes de esto, el PSOE debe solucionar esas posibles diferencias internas y que se vea un partido claramente definido, hacia una opción de progreso que defienda los intereses generales del ciudadano. Entonces si Susana Díaz sale elegida, puede ser presidenta si los ciudadanos lo deciden. Ella lo haría de la mejor manera posible, para que España recupere ese Estado de bienestar, que ahora es una ilusión.

¿Considera que el papel del Rey ya no es necesario en los tiempos que corren? ¿Se acabarían los problemas con Cataluña en una España federal?

La cuestión no es el sistema, porque si se garantiza la democracia, pues es suficiente. Pero insisto, a mí me gustaría elegir a todos mis representantes, del más al menos importante. España es un país plural, de naciones, y hay que abordar la reforma de la Constitución y buscar un sistema federalizado, asimétrico, para solucionar lo que se dejó como provisional en la transición, precisamente la cuestión territorial. No hay que rasgarse las vestiduras, a lo largo de la historia las fronteras y las naciones cambian, pero estamos en una posición en la que el debate y el diálogo deben primar, y ya van dos años perdidos. Las acciones judiciales van a extremar la situación.

Para concluir, ¿se arrepiente de haber sido más bien periodista a lo gonzo que juez? ¿Volverá a ser juez tras los once años de inhabilitación?

He sido más bien un juez a lo gonzo. Mi vida es la justicia. Desde los 17 años quise ser juez, estudié Derecho, hice oposiciones. He dedicado toda mi vida a la acción judicial. Actualmente, sigo trabajando como abogado, luchando por los derechos humanos. Mismos planteamientos y desarrollos, siempre para defender el derecho de las víctimas, y siempre seguirá así. Si para eso debo sumergirme a lo gonzo, no lo haré veinte, sino veintiún veces más. Sigo siendo juez, pero me quedan unos cinco años para cumplir la condena para poder ejercer. Pediré mi ingreso, aunque cuando se acerque la fecha puede que cambie de opinión.