De un tiempo a esta parte, son muchos los que me preguntan que si estoy preocupado por la apertura del Museo de Málaga. Los que lo preguntan lo hace, porque entienden que la inminente apertura va a suponer una competencia para los otros centros. Supongo que no seré el único director al que se lo habrán preguntado y creo que puedo afirmar con seguridad que todos habrán, habremos, contestado lo mismo y con rotundidad: «En absoluto, todo lo contrario». Y será una afirmación sincera, no me cabe duda. El nuevo Museo de Málaga es una buena noticia para todos. Es un centro que viene a sumar, que viene a complementar la muy importante oferta cultural que la ciudad está proyectando más allá incluso de las fronteras nacionales.

Visitas

Han pasado ya algunos años de aquellas mis primeras visitas de joven estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, avecindada en aquel entonces en el antiguo colegio de San Agustín, también antiguo Ayuntamiento. Han pasado muchos años, más de treinta y cinco, desde que asistiéramos, expectantes, a la conmemoración en el antiguo palacio de Buenavista -sede del Museo de Málaga en aquel entonces- del centenario picassiano y hubiéramos tomado por loco a cualquiera que nos dibujara un panorama como el actual. Quién hubiera dicho que después de tres décadas el ambiente cultural de la ciudad iba a experimentar la radical transformación que ahora está viviendo, hubiera sido tomado por loco, por iluso. Nadie podía atisbar en aquella ciudad triste y en blanco y negro, esta ciudad que ahora luce plena de color.

Luces

La cultura es una industria muy contaminante y nada permanece ajeno e inmutable ante su paso. Desde hace años, me gusta pensar que con más luces que sombras, la ciudad ha apostado decididamente por la cultura y ha fijado en los museos y centros expositivos esta apuesta. Una apuesta que empezó hace más de tres lustros y que ahora empieza a recoger las consecuencias de esa contaminación. Una contaminación por supuesto económica, por qué no reconocerlo. Por qué no aprovechar esa oportunidad y mucho más en el escenario del que parece se atisban señales de salida. Pero es más importante aún, a presente y desde luego a futuro, la contaminación sociocultural que se va a derivar de todas estas actuaciones.

Por eso no me cabe la menor duda de que esta apertura del Museo de Málaga y la recuperación del imponente edificio de la antigua Aduana, serán un extraordinario y positivo acicate para todos. La colección de arqueología, acrecentada de manera más que importante en estas dos décadas, y la colección de bellas artes vendrán a sumar y a sumarse a los centros ya abiertos. Y esa suma será más que positiva porque de ello se van a encargar su directora, María Morente, y todo su equipo a los que no quiero dejar de felicitar en este momento por todo el paciente y callado trabajo que han venido haciendo en estos años y desearles lo mejor para esta nueva etapa que ahora empiezan.

*José María Luna es director de la Agencia Pública para la Gestión de la Casa Natal y otros equipamientos culturales