­El recorrido de la visita al Museo de Málaga comienza en la planta segunda, donde el conjunto escultórico integrado por la Colección Loringiana recibe a los visitantes. La museografía evoca el ambiente de la finca de la Concepción en el siglo XIX y se presenta con un criterio acumulativo en torno a unas 30 grandes piezas. Con ello se busca provocar en el visitante el conocimiento de una época, la de los ambientes burgueses del siglo XIX malagueño. Pasada la colección Loringiana, se muestran las colecciones de Arqueología del Museo de Málaga, organizada en distintos bloques temáticos.

La Colección Loringiana, origen del Museo Arqueológico de Málaga

La visita al Museo de Málaga arranca con la Colección Loringiana, la selección de piezas arqueológicas atesoradas en la segunda mitad del siglo XIX por los marqueses de Casa-Loring, Amalia Heredia Livermoore y Jorge Loring Oyarzábal, que convirtieron la Finca de La Concepción en un auténtico museo al aire libre. Allí reunieron un buen número de hallazgos de lo más variopinto, desde cerámicas fenicias, monedas, estatuas o inscripciones, preferentemente de época clásica. Muchas de ellas procedían de la Provincia de Málaga, destacando los objetos de Cártama, resultantes de pioneras excavaciones realizadas en el siglo XVIII. En este coleccionismo de la alta burguesía malagueña decimonónica se encuentra el germen del Museo Arqueológico Provincial de Málaga, creado por decreto de 1947 e inaugurado en la alcazaba en 1949. Entre sus variados vestigios, la Loringiana posee la colección de matronas más grandes de España.

1. La Prehistoria en las cuevas malagueñas

En la Prehistoria de Málaga destacan los yacimientos en cuevas. Algunos de estos son estudiados desde hace más de un siglo, gracias a instituciones pioneras como La Sociedad Malagueña de Ciencias. Aspectos claves de la Prehistoria, como el final de los neandertales y su sustitución por el hombre anatómicamente moderno, pueden ser estudiados gracias a yacimientos como Zafarraya, Bajondillo o la Cueva de Nerja. En el primero de ellos se han conservado restos óseos de neandertales de hace más de 40.000 años, mientras que Nerja se presenta como uno de los mejores sitios para conocer los modos de vida de los sapiens sapiens durante la última glaciación. Las cuevas de Málaga alojan importantes secuencias correspondientes a las primeras comunidades productoras del Neolítico. De la cueva de Las Tres Tinajas se conservan vasijas cerámicas de hace más de 7.000 años, en excepcional estado de conservación.

2. Entre tumbas de gigantes: el paisaje megalítico

El Megalitismo es una manifestación funeraria de finales del Neolítico y de la Edad del Cobre que ha producido fascinación a lo largo de los siglos. En origen fueron interpretados como tumbas de gigantes o templos druidas. A día de hoy, la provincia de Málaga conserva algunos de los monumentos megalíticos más importantes de Europa, que destacan además por su variedad: sepulcros de galería, de corredor, tumbas de falsa cúpula y algunos excavados en la roca o hipogeos. En el museo se pueden observar algunos de los ajuares conservados en estos enterramientos, así como objetos de la vida cotidiana descubiertos en los asentamientos coetáneos.

3. Lecturas de la colonización: fenicios e indígenas

A mediados de los años 60 del siglo XX, el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid excavó el primer asentamiento fenicio en la Península Ibérica: Toscanos, en Vélez-Málaga. Su investigación continuó durante dos décadas, localizándose nuevos poblados con sus correspondientes necrópolis. Algunas de ellas eran auténticos panteones funerarios correspondientes a las familias más importantes de estas comunidades. Es el caso de Trayamar, necrópolis de hipogeos que estuvieron en uso entre los siglos VII-VI a.C. En su interior se han conservado restos de adornos personales junto a ánforas y vajillas usadas en los rituales de enterramiento. Destaca el medallón de oro de Trayamar, decorado con motivos de inspiración egipcia. La arqueología de principios del siglo XXI ha aportado excepcionales hallazgos arqueológicos en la Provincia de Málaga de esta época, que permiten remontar la presencia de los colonos orientales a finales del siglo IX a.C. en yacimientos como la Rebanadilla, en la desembocadura del río Guadalhorce, en la Bahía de Málaga. En la propia ciudad se ha descubierto una monumental tumba de un personaje ataviado con la panoplia propia de un guerrero griego del siglo VI a.C., localizada en el casco urbano de Málaga, en la calle Jinetes.

En paralelo a la presencia fenicia, la investigación ha prestado atención en los últimos años a las comunidades de finales de la Prehistoria que convivieron con los fenicios. En Málaga, gracias a yacimientos como Los Castillejos de Alcorrín o la necrópolis de la Noria (Fuente de Piedra) se pueden estudiar las transformaciones acontecidas en las sociedades autóctonas tras los contactos con los fenicios, y que darían lugar a las comunidades conocidas como ibéricas. Destacan algunos objetos como un brasero de bronce hallado en esta necrópolis.

4. De la conquista de Roma a los primeros municipios

Tras la conquista de la región por Roma, fenicios e íberos mantienen en general sus señas de identidad durante un par de siglos, conviviendo con los primeros grupos itálicos. En la Provincia de Málaga se han conservado evidencias arqueológicas de estos procesos de continuidad y cambio. Algunas esculturas de piedra realizadas por artesanos locales, que representan temáticas romanas, ilustran bien este caso. La asimilación de divinidades locales con las itálicas se manifiestan en el culto al dios Hércules-Melkart.

El interés local por alcanzar la ciudadanía romana, claramente ventajosa para las clases dominantes, tendrá su expresión en la creación de municipios romanos a principios del siglo I. En el Museo se conservan algunos de los hallazgos realizados en el Teatro Romano de Málaga que ilustran este proceso. Una economía pujante, basada en la explotación de los recursos del mar, como la salsa conocida como garum, y el aceite en las tierras del interior, serán la base para permitir el embellecimiento de las ciudades y sus edificios públicos y privados como las termas de Cartima, decoradas con bellos mosaicos como el nacimiento de Venus.

5. El final de la Málaga romana: unos siglos no tan oscuros

Los últimos siglos del imperio romano en Málaga se caracterizan por ser tiempos de transformaciones, pero no de crisis. La producción de garum y aceite no cesó, y el puerto de Malaca funcionó como motor económico de la región. En el museo se ha realizado una pequeña recreación del fondo de esta infraestructura, localizada en lo que en su día fue un amplio estuario del río Guadalmedina, en Málaga.

En estos tiempos la Iglesia fue adquiriendo un papel político cada vez mayor. Buena prueba de ello son los ladrillos con iconografía cristiana descubiertos en el entorno de Ronda, o la presencia de auténticas basílicas, como la de Vega del Mar, en San Pedro de Alcántara, Marbella. Se ha propuesto que en tiempos del emperador bizantino Justiniano, Málaga pudo ser capital del extremo oriental de sus dominios mediterráneos.

6. Málaga y la islamización de al-Ándalus

Durante los primeros siglos de al-Andalus, las tierras de Málaga asistieron a la génesis de una importante medina, Malaqa. En esta ciudad destacaron sus importantes talleres alfareros, algunos de cuyos productos, en excepcional estado de conservación, se exponen en el museo.

No obstante, la región destaca por otro aspecto: fue el escenario de una importante revuelta contra el poder de los Omeyas de Córdoba, protagonizada por Umar ibn Hafsun desde su capital, Bobastro (Ardales). Este controvertido personaje representa bien la compleja situación política que experimentó el Estado para organizar una sociedad conformada por bereberes, orientales y las comunidades mozárabes.

A esta época pertenece también el empleo de la arquitectura rupestre, en la que se fabrican iglesias, eremitorios y cementerios, y de las que Málaga conserva un importante patrimonio inmueble.

7. Medina Malaqa y su territorio

Con los Hammudíes y los Ziríes, entre los siglos XI y XII, medina Malaqa alcanzó un gran protagonismo en al-Andalus, llegando a considerarse heredera del Califato. La Alcazaba de Málaga, palacio fortificado, es el mejor exponente de esta situación. Las excavaciones realizadas en las primeras décadas del siglo XX aportaron una espectacular colección arqueológica entre las que destacan las maderas y las cerámicas, junto a piezas en piedra o bronce.

El eje de la importancia de la ciudad volvió a ser su puerto. Desde él se exportaba el resultado de su importante actividad económica. Destacó la producción de seda y la alfarería, con singulares talleres dedicados a la producción de la «loza dorada», especialmente en época nazarí. La ciudad se amplió de forma extraordinaria, y uno de sus barrios se dedicó a la producción alfarera. Algunos materiales asociados a estos talleres, pueden contemplarse en el museo.

Las piezas del Museo de Málaga

Mandíbula y fémur neandertal

A comienzos de los años ochenta se hallaron en la Cueva del Boquete de Zafarraya, en Alcaucín, huesos humanos de neandertal, entre los que destaca una andíbula con la dentadura casi completa y un fémur.

Cabeza de Baco

Encontrada en el Cortijo de los Villares (Serrato), esta cabeza de broce del dios Baco está pertenece al siglo I d.C. La obra fue realizada con un afán muy perfeccionista y en ella se puede reconocer el carácter de divinidad del personaje gracias a los racimos de uvas con hojas que presenta.

Obras destacadas

El nacimiento de Venus

Mosaico romano

Descubierto en el yacimiento de la ciudad romana de Cartima (Cártama), este mosaico de la segunda mitad del siglo II d.C. presenta una imponente superficie de más de 6 metros de largo por 4 de ancho. El conjunto representa en su centro a Afrodita, con larga cabellera y sobre una gran concha.

Tumba del Guerrero

Enterramiento fenicio

Esta tumba monumental fenicia del siglo IV a. C. aparecida en calle Jinetes en 2012, es una de las joyas del Museo de Málaga por su calidad y la singularidad del ajuar encontrado, con un casco, un sello con un motivo egipcio, un recipiente de cerámica y la punta de una lanza torcida.