Al fin este enredo de docenas, este imposible capicúo, esta feliz coincidencia de números nos anuncian la inauguración, el cumplimiento del eslogan que hemos venido repitiendo, reivindicando, peleando 19 años sin desmayo, ni incredulidades: «La Aduana para Málaga».

Realicé el logotipo y ello afianzó más aún mi confianza; después Magdalena Álvarez y otras autoridades pusieron en marcha el Museo de Málaga, Bellas Artes y Arqueológico.

La espera no ha sido fácil, parafraseo a Rafael Alberti en aquello de: «¡Oh pintura, mi amor interrumpido!». No es que todo este tiempo haya estado lejos de la pintura, no, la pintura es mi vida, mi pasión. La he tenido cerca en mis estudios, en mis libros, en las exposiciones que frecuento. Me refiero al tiempo que he estado lejos de mis maestros de entonces, los que albergaba el anterior -no antiguo- Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, tanto en la plaza de la Constitución como en la calle San Agustín.

Primeros maestros

Fueron, como digo, mis primeros maestros que con sus obras expuestas contestaban a las dudas de este pintor que intentaba organizar su mente y su estro en la desolación de aquella Málaga huérfana de dirección y respuestas. Eran ellos, Salvador Viniegra con su Bendición de los campos, todo un tratado en verdes, platas y celajes a contraluz. Jiménez Aranda y su emocionante Esclava en venta. Moreno Carbonero y su Meta sudante. La Autopsia del corazón donde Enrique Simonet nos da una eterna lección de anatomía en el cuerpo de una bellísima pelirroja que yace en la piedra de un lóbrego depósito con solo la luz de un ventanuco que recorta un excelente estudio de vidrios y transparencias. Su Lloró por ella estaba también con nosotros, hoy, con su autor están ambos en el Prado: Jesucristo, sus apóstoles y don Enrique. El tratado de cómo se pinta una tempestad sigue con nosotros. No conozco -desde entonces- a ningún marinista local que haya intentado imitar, apoyarse en la maestría de Gartner en su obra La destrucción de la Armada Invencible.

Lecciones

Así podría contaros, puntillosa y emocionadamente, los frutos de las lecciones de entonces que recibí callada pero rigurosamente de mis primeros maestros. Ahora los tendré de nuevo conmigo, ellos y lo último que estos pagos han generado de bueno para nuestra contemplación y compañía. Será como hacer una reválida de sentimientos, de recuerdos, de ilusiones cumplidas.

Añadiendo además la gran colección del Museo Arqueológico que pretextúa, sitúa, justifica los principios de una cultura, de una artesanía, de un talante que fraguará el arte que nacerá entre nosotros y que nuestro Museo de Málaga nos testimonia y regala.

Será el 12 del 12 a las 12. Irremediablemente.

*Eugenio Chicano es pintor