­Lo dijo una vez la ilustradora israelí Maira Kalman: «Una visita a un museo es una búsqueda de la belleza, la verdad y el significado de nuestras vidas». Pues hasta hace poco, Málaga tenía buena parte de su belleza, verdad y significado embalados, secuestrados por la miopía y la cortedad de miras de una clase política que persigue casi siempre objetivos menos esenciales. Han sido décadas en las que la ciudad ha andado como un pollo sin cabeza, desnortada y sin saber siquiera quién es. Por eso, la apertura del Museo de Málaga no es simplemente un suma y sigue cultural, que sí; no es otro atractivo cara al touroperador, que también; es también y, sobre todo, el ejercicio de una ciudad reivindicándose orgullosa. Ni más ni menos. Y eso en una urbe como Málaga, tan dada al complejo de inferioridad y a utilizar la palabra paleto en una de cada dos frases, es una hazaña. Por eso lo de ayer fue colosal.

Porque no es habitual que una parte sustanciosísima de la sociedad malagueña coincida en espacio y tiempo, pero ayer fue posible. A la espera de que llegara la comitiva política encabezada por la presidenta de la Junta, Susana Díaz, y el ministro de Cultura, Educación y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, el patio del emblemático edificio fue un quién es quién, la versión malagueña de la portada del Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band -The Beatles-: entre muchos otros, asistieron a la puesta de largo los escritores Antonio Soler, Aurora Luque, Alfredo Taján, María Victoria Atencia, José Infante, Guillermo Busutil y Pablo Aranda; el músico y productor Antonio Meliveo, los artistas Eugenio Chicano, Evaristo Guerra, Elena Laverón, Andrés Mérida, Carlos Miranda y Diego Santos; los directores de museos José Lebrero (Museo Picasso Málaga), José María Luna (Fundación Picasso, Centre Pompidou y Museo Ruso), Fernando Francés (CAC Málaga), Lourdes Moreno y Javier Ferrer (Museo Carmen Thyssen), Elías de Mateo (MUPAM y Museo Revello de Toro); los académicos de San Telmo Pedro Rodríguez Oliva y Manuel del Campo (presidente), la vicerrectora de Cultura de la UMA Tecla Lumbreras, el periodista y presidente de la Fundación del Carnaval Rafael Acejo, el director del centro de la Generación del 27 José Antonio Mesa Toré; el director del Centro Andaluz de las Letras, Juan José Téllez, el presidente del Ateneo, Diego Rodríguez; la pianista Paula Coronas, el director del Teatro Cánovas, Antonio Navajas; el exfiscal de Menores y presidente de la Cruz Roja en Málaga Antonio Morales, el profesor y senador Antonio Garrido, el presidente de la Autoridad Portuaria, Paulino Plata... La lista evidenciaba que era un día especial.

«Nunca soñé que fuera posible algo así. Y eso que yo he montado exposiciones con estos fondos», nos contó Rodríguez Oliva. El exvicerrector de la UMA y catedrático de Arqueología sacaba pecho: «Hace unos días visitamos el museo con Mario Torelli, que tiene el, digamos, Nobel de la Arqueología. Y se quedó impresionado con los fondos del Arqueológico. Nos dijo que están a la altura de los mejores museos del mundo». Unos pasos más allá, gestores culturales de otras generaciones, como Lourdes Moreno tampoco ocultaban su orgullo y emoción, desde su personalísima perspectiva propia: «Ésta es una colección con la que aprendimos hace años muchos estudiantes de arte de entonces», declaraba la responsable artística del Carmen Thyssen.

En el recuerdo de todos ellos, tantos y tantos hombres y mujeres de la cultura que habían luchado muchos años por la liberación de los fondos del Museo de Málaga y la recuperación de la Aduana. Autores recientemente desaparecidos como Dámaso Ruano, Jorge Lindell, Francisco Hernández, José Díaz Oliva y Pepa Caballero, los nombres de la Generación de los 50 -tan bien representada con sala propia en la Sección de Bellas Artes de la pinacoteca- y Rafael Puertas Tricas, director del entonces Museo Arqueológico y de Bellas Artes de Málaga durante dos décadas, responsable de que la efervescencia de las primeras manifestaciones no languideciera en medio de la desidia y el erudito que logró convencer a muchos de la idoneidad de unir las dos secciones del museo en un edificio. Todos pensamos lo mismo: «Qué lástima que no estuvierais ahora aquí». Pero sí, de alguna y rotunda manera, estuvieron, están y estarán, en las paredes de la pinacoteca, eternos.

La Aduana, esta isla del tesoro que tenemos aquí, al lado -sus joyas son nuestras, nos pertenecen- ya está lista para que la visitemos a partir de hoy -los detalles de la jornada popular, aquí-. A partir de hoy, mañana, pasado y el otro, los ciudadanos son los responsables de la vida y del futuro del que es un nuevo museo pero, muy especialmente, su museo. Porque éste es un centro expositivo en que la ciudad se enseña a sí misma a los demás pero quizás más a los suyos, a sus propios habitantes. Por eso se llama Museo de Málaga. Ahora esperemos que los ciudadanos conviertan este espacio en el Museo de los Malagueños.