Cuando hace unos días visitamos el extraordinario Museo de Málaga los miembros de la Comisión Ciudadana la Aduana para Málaga, con 19 años más, algunas canas nuevas y una llorada ausencia, la del que fue su director, Rafael Puertas Tricas, a todos nos asomaba una lágrima por el rabillo del ojo. Allí estábamos, invitados por la Consejera, la delegada del ramo y la directora, recibidos con unas bellas palabras de Rosa Aguilar y con una gran pancarta con nuestro logo y su eslogan «La Aduana para Málaga» que colgaba de la balaustrada del patio, homenajeados en un vídeo que recuerda la historia de esta reivindicación. Todo era perfecto, estaba inteligentemente organizado. Hasta entonces nadie nos había considerado, nos había dado importancia.

Pero para nosotros lo realmente importante de aquel día fue entrar en ese bello edificio que tanto ha significado en nuestras vidas y encontrarlo totalmente diferente, como si una varita mágica lo hubiera convertido de bruja mala a linda princesa. Recordábamos aquel vetusto palacio misterioso y bañado en grises, de tan oscuro pasado, donde se detuvo y maltrató a tantos malagueños en tiempos feroces de nuestro pasado cercano, donde últimamente estaba extranjería, el DNI, una comisaría y la vivienda de un funcionario. Verlo hoy lleno de luz, de color, de alegría, poder pasear por su patio flanqueado por los colosales bustos de su última planta, recorrer sus pasillos hoy llenos de contenido al son de bellas melodías, subir sus imponentes escalinatas es un verdadero espectáculo de belleza, armonía y felicidad.

Recuerdo cómo nos quejábamos, cuando pedíamos la sede del museo, de que varias generaciones de niños y niñas malagueños no podían disfrutar de él, que los estudiantes no tenían a su alcance las referencias históricas vivas de sus piezas. La lucha fue larga y cualquier conquista nos daba un hálito de fuerza, como cuando logramos que el Museo permaneciera en las guías de museos andaluces y que se detuviera el expolio de los cuadros más representativos, que estaban partiendo para Madrid, pues como sabemos el Museo de Málaga cuenta en su haber con un nutrido fondo de obras del Prado que éste estaba recuperando.

Ahora los jóvenes malagueños no solo tendrán su Museo, sino que tendrán el mejor museo provincial de Andalucía y podría aventurarme a decir del resto del país en su género. Las obras de adaptación del Palacio de la Aduana han sido magníficas, los proyectos museológico y museográfico excelentes y todo ello ha dado lugar a que tengamos un gran museo en capacidad, calidad y, algo muy destacable, rigor científico. Nuestro museo reúne todas las condiciones que la Unesco exige para que se considere como tal, algo que no es muy común en estos momentos en que se denomina museo a cualquier espacio que contenga obras expuestas. Por eso el Museo de Málaga en la Aduana será un gran ejemplo para que nuestros escolares tomen conciencia de qué es una institución de estas características y cuál es su función. Y cuenta con un ítem más: un equipo que bajo la dirección de su directora ha trabajado con toda la profesionalidad e ilusión.

Nuestra reivindicación rejuvenece hoy en que llenos de emoción pensamos cada uno de nosotros que el tiempo nos ha dado la razón, que el lugar era ese, el edificio era la Aduana, el Museo tenía que estar aquí, junto a la Alcazaba, al Teatro Romano, al Museo Picasso, al Parque, al Puerto, porque es Málaga, es el libro vivo que nos cuenta la historia de Málaga, de los malagueños y malagueñas, desde los albores prehistóricos hasta la del pintor que va a vivir la experiencia feliz de la apertura.

Aquel grupo heterogéneo, dispar nunca claudicó en su lucha, nadie sucumbió en el camino, todos nos mantuvimos unidos, anónimos, fuertes, leales para conseguir el objetivo. El 12 de diciembre se inaugura el Museo y nosotros prometimos disolvernos, porque La Aduana ya es de Málaga.

*Mariluz Reguero es gestora cultural, fue portavoz de la comisión ciudadana La Aduana para Málaga