La reapertura del Museo de Málaga es una magnífica noticia para todos los malagueños y andaluces, esto supone por fin contar con una novísima e innovadora oferta cultural en la capital del Sur de Europa de primerísimo nivel. El nuevo Museo que se inaugura hoy, ya se cataloga como uno de los top 10 en museos Españoles. Desde luego que tiene mimbres, acuérdense cuando lo vean. Un museo nuevo, para nuevos tiempos, para una capital que está de moda en los circuitos turísticos, cosmopolitas y en la agenda de los buscadores de tendencias. Málaga se merecía este equipamiento cultural. Su tierra y sus gentes han encandilando y maravillando a lo largo de su historia a quienes se asomaban a esta ciudad del paraíso, ¿Cómo esto no lo iba a contar? Pues bien, por fin ya tenemos museo y discurso a la altura de su legado histórico. No era de recibo que una gran capital como la nuestra, no tuviese museo de Arqueología y de Bellas Artes con la importancia que ostentan estos a la hora de explicar quienes somos y de donde venimos. De ahí que sus ciudadanos clamasen, incluso manifestándose (a ver que ciudad del país echa a la calle a miles de personas gritando en nombre de los fenicios o queriendo pintar algo) por su apertura. Han tenido que pasar prácticamente 20 años, casi ná. Mirémoslo por donde lo miremos, son demasiados años cerrado. Para el peso de Málaga en España, era imperdonable. Su reseteo, afortunadamente a día de hoy, ha puesto de inmediato al servicio de la sociedad y de su desarrollo, un museo de altura, acorde a la definición más actual de museo.

«Un museo es un lugar donde perder la cabeza», exclamaba Renzo Piano. Parece que la impresión que se tiene, al visitar por primera vez un museo, es muy importante y en esta Málaga huérfana del discurso narrativo en señas de identidad, va a emocionar a muchos malagueños cuando puedan volver sentir y admirar de cerca, a su Simonet, a su Nogales, Degrain o al gran Carbonero. O sentir alegría y orgullo al reconocer lo que lleva impreso en su ADN; aquel lugar que ocupó y ocupa en el mundo. Nada más y nada menos que gracias a un bello crisol de culturas prehistóricas, protohistóricas, fenicias, romanas y medievales a orillas del mediterráneo, que va a deleitarnos al redescubrirlas en forma de mosaicos, cerámicas y mil formas más, de la sutil y siempre bella arqueología que surgen de casi todos los municipios de nuestra provincia. Desde el mosaico de Venus, pasando por el ataifor de la nave, la necrópolis de Chorreras o el baluarte de Bobastro entre otras muchas delicias del pasado. Situarse cartesianamente en el tiempo y en el espacio ayuda siempre para hacernos mejores. El Museo de Málaga por fin, va ofrecer la posibilidad de conocer nuestro pasado para entender mejor nuestro presente, un discurso en ocasiones demasiado olvidado en la contienda del ruido y la prisa de la vida política de nuestra tierra, que hasta ahora inexplicablemente, no se ha explicado. A partir de hoy, 12 de Diciembre del 2016, vamos a poder disfrutar de una serie de colecciones en sí mismas de gran valor artístico y cultural, que nos van a traer a nuestra retina el significado que dichas colecciones tuvieron dentro del contexto cultural en las que se crearon y se utilizaron. Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos que reclamaba Borges. Así, de este modo, casi de modo Borgiano, por fin Málaga va a explicarse por sí misma, que es una de las primeras señas de calidad en el mundo y en el contexto internacional de la cultura. A Málaga no le hace falta explicarse con acento de otros lugares. Ni ruso, ni francés ni palatino o diamantino, sino con el malacitano de toda la vida, el que siempre ha maravillado a propios y extraños por su autenticidad. Este es el rasgo de identidad que suma y el apreciado por los profesionales de la cultura. Desde Barcelona a New York. De San Petesburgo a Tokio. Málaga tiene su acento propio cultural. Es milenario y enriquecedor. Ya era hora de mostrarlo, sin tapujos. Las enormes matronas sedentes cartameñas, parecen dan la primera bienvenida al visitante e inauguran la exposición arqueológica. A partir de ahí, el usuario comienza un viaje en el tiempo por decenas de salas, para recorrer la historia de Málaga y el arte de nuestros insignes pintores y escultores. De nuestra alma, pasión y vida.

Los museos de verdad son los sitios en los que el tiempo se transforma en espacio, declamaba Pamuk. Tampoco, en este redescubrimiento, podemos olvidar la importante remodelación arquitectónica. No sólo hemos recuperado el impresionante legado expositivo de un bellas artes de prestigio en su pasado, sino que también hemos recuperado los malagueños uno de sus edificios más insignes, que como su historia, estaba completamente infrautilizado y olvidado. El edificio por fin se ha acondicionado con un uso a la altura del siglo XXI, disponiendo el continente al nivel de su contenido, logrando así que sus espacios inspiren, sean accesibles y respondan a los criterios de confortabilidad requeridos para hacer cómoda y placentera la estancia en él. Los ciudadanos ahora sí, van a ser sus auténticos dueños, dejando atrás épocas pretéritas en donde apenas podían entrar ni para verlo. Desde su ágora y ahora con el discurso de la cultura, su patio principal se va a encontrar «cosmopolitamente abierto». Otra de las cuestiones muy de nuestra dermis. La remodelación arquitectónica al servicio y uso de la sociedad, no puede dejar de ser otra cosa que un acierto. Parece que se ha conseguido traer una institución del siglo XIX al XXI, manteniendo su esencia, acercar al público, de forma amena, divertida y rigurosa, la cultura. ¿Hay algo tan maravilloso como esto?. Pocas cosas. Decía Shelley, que la poesía levanta el velo de la belleza ocultada del mundo. Pues eso, poesía. Museos y cultura. Que bien te va a sentar Málaga, pero que bien...

*Javier Noriega es historiador y arqueólogo