Hace más de 20 años que Nazario dejó su última droga y los cómics sin dejar de ser Nazario. El creador del detective travesti Anarcoma tiene 72 años, enviudó de Alejandro, el hombre de su vida, y comparte algunos recuerdos de los años setenta y ochenta del pasado siglo en Nazario. La vida cotidiana del dibujante underground (Anagrama).

Es un relato sin fechas ni sentido cronológico, que lleva del oscuro tardofranquismo a los tiempos de El Víbora, ya en el inicio de los ochenta. Premonitoriamente, El Víbora se subtituló “comix para supervivientes” hace 35 años. Éstos son los recuerdos de un superviviente de supervivientes de la contracultura que era el abuelo del piso comuna donde se inició el underground gráfico barcelonés; que supo cabalgar, sin caballo, entre yonquis, y que decidió su homosexualidad y hacer de ella una manifestación pública y artística cuando era una práctica clandestina, ambientada en parques oscuros, retretes de estación y tugurios animados por la alta emocionalidad de las canciones de Quintero, León y Quiroga.

Nazario y su marido, Alejandro, fotografiados en el balcón de su casa por Ariel Marín.

Estos recuerdos de la contracultura, de la salida de una sociedad reprimida a la libertad y del tiempo en que el planeta incubaba el sida son un campo de batalla sembrado de cadáveres que también descubre que las ficciones de Nazario llevaban cosidas a muchas realidades de Nazario, propias y ajenas. Nazario Luque Vera (Castilleja del Campo, Sevilla, 1944) tardó en construirse. Hijo de labrador, dibujante desde niño, escritor desde adolescente, picado por el flamenco, la literatura, el cine y el teatro, empezó a dibujar páginas en las que se cruzaban sus personajes infantiles con escenas de su presente al entrar en la juventud.

Como el presente sucedía fuera de España, hizo un viaje de verano a Ámsterdam a principios de los setenta y allí descubrió el cómic underground estadounidense (comix), con su temática de sexo, drogas y experiencia biográfica y con su aspecto industrial de autoedición, venta en mano y burla de la censura. Zap Comix, de Robert Crumb, había aparecido en San Francisco apenas tres años antes. A la velocidad a la que se movía entonces la cultura (tan lejos de la simultaneidad de estrenos actual), Nazario estaba siendo un pionero del cómic underground.

En un viaje a Londres, el explorador cultural y sexual Nazario conoció a autores de fanzines y un modo de vida que en la España de Franco no era posible y allí todavía lo era con limitaciones, porque acabó en comisaría por escándalo público en los servicios de Picadilly.

«La intimidad más profunda está en su relación con Alejandro, el hombre de su vida, que atraviesa el libro»

Cuando volvió a Sevilla ya sabía qué vida quería tener y qué tipo de obra quería hacer y no encontró ambiente para ello en las angosturas de la ciudad andaluza. El adiós a Sevilla abre estos recuerdos de Nazario. En ese capítulo cuenta la verdadera historia de la chica que inspiró Purita, braga de jierro, una de sus primeras historietas, marcadas por el tema de la represión sexual, social y, en este caso, patriarcal. La historia real fue más allá de lo que él mismo había imaginado para crear su personaje, inspirado en María Antonia, la chica callada que se casó pronto, soportó cuernos y anuló matrimonio, y cuando alcanzó su primera libertad se convirtió en modelo de desnudo de Bellas Artes, pasó a trabajar en un puticlub, se enganchó al caballo y llevó durante una larga temporada la vida zombi de yonqui, hasta que logró desengancharse.

Nazario llegó a Barcelona en el tren que llamaba El Catalán con una maleta, una guitarra, una carpeta, una plaza de maestro en un barrio del extrarradio y su promiscuidad bisexual. Lo primero que dejó fue el equipaje en una pensión y se fue a buscar el barrio donde iba a ser profesor, entre chabolas.

Cargado sólo con la carpeta de dibujante, a la noche siguiente se encontró en la calle Escudellers con un amigo de larga barba negra acompañado de otro rubio con melenas. El barbudo moreno se llamaba Alejandro y era un valenciano al que había conocido un año antes en la travesía cuando iba a reunirse en Escocia con su novio noruego. El acompañante se llamaba Javier Mariscal.

En el bar London (el más hippy, según Onliyú), Nazario enseñó sus dibujos a Mariscal. En la biografía que escribió sobre el afamado diseñador, el periodista Llàtzer Moix habla de lo mucho que Nazario influyó en el entusiasmo de Mariscal por los cómics underground. Los dibujantes salieron amigos del London.

Nazario y Mariscal son cumbres y polos del underground español. En este libro, muchas páginas después del encuentro, Nazario cuenta la amistad del creador de la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona con el pintor Miquel Barceló, vuelta rivalidad por las relaciones discontinuas y alternas con una joven modelo valenciana llamada Pilar Tomás. La dama en disputa acabó siendo una gran amiga de Nazario y una confidente que le hace disfrutar con sus aventuras sexuales.

El encuentro de Nazario y Mariscal configura el underground catalán. Mariscal conocía a los hermanos Farriol (El Jefe y Pepichek), a Roger y Pàmies. Nazario y Mariscal van a hacer El Rrollo enmascarado y a convivir en un piso de la calle Comercio y en otro de la calle San José Oriol que funcionarán como comunas de artistas en las que también residiría Montesol (Javier Ballester, Barcelona, 1952), hoy un pintor cotizado, entonces el guapo oficial del grupo de comiqueros. Amistosamente y sin discriminación, a Nazario lo llaman Tita, el nombre de las tietas solteras en Cataluña, por su homosexualidad y porque era seis años mayor que los demás.

Después de una experiencia laboral horrible que duró un curso, el maestro revolucionario y libertario dejó de serlo tras una persecución con varios apercibimientos. A partir de ese momento, Nazario será un artista sin ingresos regulares, y muchas veces sin ingresos a secas, que, además, tiene que pelear para cobrar sus trabajos.

El dibujante e icono underground Nazario, un espíritu libre y transgresor.

En sus recuerdos, el dibujante underground pasa rápido por la confección de aquellas revistas que le dieron nombre para siempre. Salda en unas páginas los siete años que van del Rrollo a El Víbora, del underground a la superficie, porque Nazario prefiere contar otras cosas.

Son años de ruido y nueces en los que, en poca obra para lo que se suele exigir en los cómics y en los comix, va perfilando lo que será su estilo a través de un dibujo trabajoso, que le cuesta salir bien y que se demora en cada viñeta en puntillas de detallismo. Nazario narra sin apenas conocimientos de gramática secuencial sobre unos guiones improvisados en los que se aprovecha todo.

El último equipaje del que se desprende es su bisexualidad, cerrada cuando se va a la casa de la plaza Real junto a su novio Alejandro a vivir cerca de José Pérez Ocaña, el pintor, anarquista y travesti que protagonizó el documental de Ventura Pons Ocaña, retrato intermitente (1978). Nazario retrata y define muy bien a su amigo y compañero de fiestas y del arresto en Las Ramblas que les llevó a dormir unos días (indeterminados, como podía permitirse la dictadura) en la cárcel Modelo de Barcelona junto a otros presos ilustres.

Ocaña tuvo una muerte a la altura de su personaje, diseñada involuntariamente por él mismo. Cuando había alcanzado conocimiento social y reconocimiento artístico, volvió a Cantillana, su pueblo natal, para celebrar los Carnavales disfrazado de Sol.

«Él había derrochado toda su paciencia, experiencia e imaginación en el maquillaje de la cara, como si se tratara de un cuadro vivo», escribe Nazario antes de detallar aquel primor de transformismo astral que terminó en un rincón del patio, cuando prendió fuego a unas bengalas ocultas bajo papel de seda en los extremos de los rayos del sol.

«¡Cómo se le iba a ocurrir a la loca, en su delirio teatral, que el papel de seda ardía con tanta facilidad!», enfatiza Nazario. Quemado, le reprochaba a un chaval con cámara que no le hubiera hecho la foto en llamas. En la ambulancia que le llevaba al hospital de Sevilla pidió al conductor que pusiera la sirena bien fuerte al pasar por la calle principal del pueblo. Ocaña murió una semana después. Por complicaciones.

Nazario, que dice que Ocaña tenía hepatitis desde hacía tiempo, piensa que las complicaciones tuvieron que ver con una inmunodeficiencia atribuible al sida, una enfermedad que mataba sin que Rock Hudson la hubiera hecho famosa.

Hay un capítulo para las drogas nazaritas. Nazario evitó la heroína, a diferencia de otros dibujantes de su entorno, y sólo le causó problemas serios el alcohol, su droga, la mejor para su timidez, la que daba viveza a su ingenio. Como colegas del underground dipsómanos cita al guionista Onliyú, al pintor Ceesepe y al poeta y periodista Eduardo Haro Ibars. El alcohol le ha dejado mucho tiempo en blanco pero no fue problema hasta que le afectó al pulso para dibujar y pintar. Dejó de beber a los 50 años y se dedicó a trabajar, pintar y exponer.

Desde que dejó el tabaco tiene «los cinco sentidos libres para disfrutar del sexo, la única droga que no estoy dispuesto a dejar». El sexo es el motor que mueve el mecanismo artístico y humano conocido como Nazario. La sexualidad siempre fue el tema, para defender su ejercicio libre, para atacar la represión y para retratar el costumbrismo de la homosexualidad de los inicios del movimiento LGTB.

Revisar Anarcoma después de leer La vida cotidiana del dibujante underground sirve para encontrar lo que había de vida corriente, de escenarios naturales y de cameos de locas amigas en aquella historia disparatada de la búsqueda de la máquina del profesor Onliyú con sus crímenes bestias y su pornografía peluda. Jumfry (por el nombre de Humphrey Bogart) y Espirín (por el Spirit de Will Eisner) conviven con Nazario caricaturizado y Alejandro, el hombre de su vida, ligando con otro en una viñeta.

El decorador y el sastre que habitan en el historietista Nazario -que se expresan con grandilocuencia operística en Salomé y Turando- trabajan aquí como fotógrafos de cabarés y de travestis. Su voluntad verista de retratar los ambientes de su vida de entonces permite en un vistazo una etnografía de la Transición, de la España que no había entrado en la UE y de la Barcelona previa al diseño y a los Juegos Olímpicos.

El ensayista y antropólogo asturiano Alberto Cardín, amigo de Nazario, hizo uno de los prólogos del álbum de Anarcoma y fue directo en el título: Delectándose en pollas. Las tres palabras identifican una de las fijaciones del artista y una de las características que hacen reconocibles sus páginas.

En su universo sexual tiene momentos de exhibicionismo, como inventariar un polvo con Almodóvar y un rechazo de trío con Eduardo Haro Ibars y el novio de éste. Juan Ángel, un joven dibujante que murió internado en un manicomio de Zaragoza.

Los momentos de intimidad más profunda están en el relato de su historia con Alejandro, que recorre todo el libro. Fue una persona que modeló algunos aspectos de Nazario, como su victoria sobre los celos por atender a la «máxima de Alejandro, un hombre sin máximas, de que las relaciones extraconyugales refuerzan la pareja». Eso permitió el «deporte entrañable de la promiscuidad» por parte de los dos. Cuenta el cese de las relaciones sin el cese de la amistad ni de la vida sexual de ninguno y termina con su muerte de cáncer, que transformó parte del libro inicial y la vida del artista.

La revisión de El Víbora en busca de las páginas de Nazario sirve para ver que la industria del cómic no dio dinero para que viviera profesionalmente de él ni siquiera su más destacada estrella con su mundo marginal. Este hojeo treinta años después confirma una mortalidad profesional tremenda. Del bloque inicial de dibujantes sólo siguen haciendo historietas y teniéndolas como modo de vida -no exclusivo- Daniel Torres, Max y Miguel Gallardo.