Diciembre se ha hecho notar y el frío ayer sábado calaba en Málaga. Pero ni la bajada de temperaturas ni las lluvias impidieron que la Aduana se vistiera de largo para su vivir primer fin de semana. Malagueños y turistas no quisieron quedarse en casa y acudieron a conocer el nuevo museo de la capital. El Museo de Málaga abría sus puertas al público el pasado martes 13 de diciembre y este fin de semana era su primera prueba de fuego. Se esperaba que la afluencia de público fuese mayor que los primeros días de apertura, y sin duda así fue.

El hecho de contar con un gran pórtico evita que se formen colas a la entrada, como ocurre a diario en otras pinacotecas, como el Museo Picasso, el Thyssen o el Centre Pompidou, lo que significa que el Museo de Málaga no viviera una espléndida jornada en cuanto a afluencia de público se refiere. Desde primera hora,. fueron muchos los que se acercaron hasta la Aduana para conocer las joyas que alberga en su impresionantes salas.

El discurrir por sus pasillos era apasionante. Y no sólo por la exposición, sino también por constatar que el interés cultural ha aumentado en Málaga y poder observar las salas de un museo repletas de gente. El trajín de personas no cesó en todo el día -sin llegar a ser agobiante-, y el Palacio de la Aduana se volvió a llenar de vida. «Piensa que es el primer fin de semana que esta abierto, tendríamos que haberlo dejado para más adelante», le decía un padre a su hija mientras observaban con atención las piezas de la colección Loringiana. «No hemos podido venir entre semana porque trabajamos en comercios los dos y salimos a las diez de la noche, pero hoy estamos de descanso y no queríamos dejarlo para más adelante, la apertura de este museo es algo muy importante para Málaga, no queríamos esperar. Aunque ya veníamos predispuestos a que habría más gente de lo normal», señaló Javier Rubiales, acompañado por su mujer María Pons.

La fotografía de la primera planta, que alberga la colección de Bellas Artes, era extraordinaria. Algunas pinturas se convirtieron en el centro de auténticos corrillos de más de diez personas que analizaban cada uno de sus detalles. Las esculturas religiosas fueron parada obligatoria para muchos, al igual que el imponente óleo de Simonet, Y tenía corazón, o el gran mural de Gartner, La destrucción de la invencible.

Y no sólo los malagueños se acercaron en esta primera jornada no lectiva a la Aduana: por sus pasillos se podían oír acentos de todo tipo: ingleses, alemanes, franceses y japoneses. Fue también sin duda el día de las familias, padres con hijos que aprovecharon el sábado para descubrir dos colecciones que llevaban demasiado tiempo guardadas.

«Queríamos venir con los niños y aunque sabíamos que hoy habría más gente la verdad es que puedes realizar la visita sin mucho problema. El espacio expositivo es muy grande y a Juan y a Pablo les está gustando mucho. Se han quedado muy asombrados con los cuadros más grandes», contaba Eli Martos, que visitaba el museo con su familia.

El Museo de Málaga puede sentirse orgulloso de la respuesta recibida durante su primer fin de semana de vida. Una jornada de gloria con la que inicia un más que prometedor futuro.

@pepalopezmlg