Filarmónica de Málaga y Coral Carmina Nova

Solistas: María Espada, soprano; Esmeralda Espinosa, mezzosoprano; Juan Antonio Sanabria, tenor y Damián del Castillo, barítono. Programa: Sinfonía n5 en si bemol mayor, D. 485 y Misa n5 en la mayor, D. 678, de Schubert

Tal vez el día, quizás la hora, o una mezcla de incertidumbre en torno a qué momento el alcalde de la ciudad, después de contarnos lo mucho que trabaja, nos diría que no ceja en su empeño por construir el Auditorio, pero lo cierto es que el abono de la OFM, encabezado por un desconocido, Pablo Mielgo, acabaría resultando un tanto frío e indiferente por no hablar de apagado. Si en el abono anterior de la Filarmónica el protagonismo recaía sobre la figura de Brahms, el

de Navidad lo ocuparía en esta temporada la obra de Schubert, sirviendo además como ecuador de la programación aún por disfrutar.

Schubert es uno de los pilares del Romanticismo alemán. A pesar de su temprana muerte, víctima de la enfermedad de Venus, el músico vienés representa al artista moderno que vive exclusivamente de su trabajo sin depender de patrono alguno. No le fue fácil, pero el hecho es que el catálogo de este compositor destila el espíritu independiente de un creador irrenunciable en la actualidad por el repertorio.

Escrito a los veinte años, su quinto trabajo sinfónico se inspira en la genialidad de Haydn pero, sobre todo, en la de Mozart, algo que apreciamos incluso en la propia plantilla orquestal, más cercana al clasicismo que al aparato romántico. Pablo Mielgo, director invitado por la OFM, jugó precisamente con esta idea en la lectura de esta Quinta Sinfonía. Desplegaría unas dinámicas fluidas, especialmente en los tiempos extremos, resaltando de este modo la particular forma con la que Schubert ensambla su discurso temático sobre la base de motivos claros y fácilmente identificables por el oyente. Destacar el papel de las maderas y cuerdas especialmente en el minuetto de inspiración mozartiana en contraste al allegro conclusivo conectado al ánimo que distinguió el primer tiempo.

Carmina Nova, junto a las voces solistas de Espada, Espino, Sanabria y del Castillo, completaban los efectivos propuestos por la Filarmónica para una versión cargada de intención que la acústica del coliseo malagueño, como es habitual, se encargó de desvirtuar. Mielgo optó por una interpretación sosegada, centrada en los efectos y acentos así como los propios hallazgos que atesora la página, como el arranque en monodia del Credo, o la dulzura con la que trataría el Angus Dei conclusivo.

Programa por tanto amable, posiblemente poco exprimido en el que reinaría cierto aire improvisatorio. El más que merecido galardón otorgado a la soprano malagueña Berna Perles y el tradicional Noche de Paz dieron el punto y final al tradicional concierto.