­ Las listas son un filón para las publicaciones de rock. Los pinchazos y los comentarios en las ediciones digitales se disparan. Suscitan encendidas discusiones sobre por qué tal o cual guitarrista se ha puesto en primer lugar entre los mejores de la historia, cuál es el motivo por el cual se designa un álbum como el mejor y no otro, a santo de qué se ha olvidado a ese artista imprescindible... Xavier Valiño no ha establecido una lista al uso. Su libro Las 50 portadas esenciales del rock (Ed. Milenio), que acaba de publicarse, no establece un ranking, sino una relación cronológica a lo largo de 324 páginas repletas de imágenes. Y, lo más importante, cuenta toda la historia que hay detrás que cada trabajo gráfico. Una excusa inmejorable para repasar y conocer nuevos detalles de muchos de los mejores álbumes de la historia del rock.

Al igual que no se puede juzgar un libro por su cubierta, no se debería evaluar un disco por su portada, por el envoltorio, aunque Xavier Valiño (Cospeito, Lugo, 1965) sostiene que «una buena parte de los verdaderos aficionados a la música hemos comprado alguna vez un disco por su portada, para luego ver si lo que iba dentro se correspondía, en cuanto a la calidad, con la parte gráfica de su exterior que nos cautivó en un principio». Autor de El gran circo del rock: Anécdotas, curiosidades y falsos mitos, Elvis Costello. El hombre que pudo reinar y Veneno en dosis camufladas. La censura en los discos de pop-rock durante el franquismo, Valiño escribe para publicaciones especializadas como Efe Eme, Ruta 66 y Mondo Sonoro; ha sido comisario de exposiciones y ha participado en congresos en España, Brasil y Colombia. Pese a ser uno de los más reputados «arqueólogos musicales» de este país, no se basó en un criterio de gusto personal para elegir el medio centenar de portadas de La cara oculta de la luna. Primero se hizo con una lista de las portadas que, recurrentemente, todas las publicaciones importantes (NME, Rolling Stone€) entendían como las mejores.

Ese fue su punto de partida. «Lo más importante de todo lo que valoré es que tuviese una historia detrás, que su realización „por sus curiosidades, sus anécdotas, lo que costó diseñarla y llevarla a cabo„ fuese lo suficientemente interesante como para dedicarle tantas páginas», explica el autor. «Si su realización fue sencilla y no había más que una persona detrás de una mesa dibujando o con una fotografía, pero nada más, entonces se quedaba fuera». Tal vez por ello algunas de sus elecciones resultan razonablemente discutibles o pueden extrañar a primera vista. Por ejemplo, incluyó la portada de Closer, de Joy Division, dejando fuera Unknown pleasures, del grupo de Ian Curtis, una cubierta mucho más icónica, con esa especie de cordillera electrónica reproducida en millones de pósters y camisetas. También podría cuestionarse por qué aparece la portada de Achtung Baby de U2 y no la de The Joshua Tree, de la banda irlandesa. Quizá, como dice Xavier Valiño, por la historia que había detrás. La lista cronológica del libro comienza con Elvis Presley (1956), el álbum de debut del Rey del Rock, y el único de la década de los 50 que detrás de ese diseño que nos ha fascinado. reseña detrás de ese diseño que nos ha fascinado. reseña este volumen. Su diseño, aunque sencillo y primitivo, inspiró el de London calling (1979), de The Clash, que a su vez homenajearon un buen puñado de grupos y artistas, entre ellos Siniestro Total en su sencillo Sexo chungo / Me pica un huevo, con un gaiteiro a punto de destrozar su gaita contra el suelo.

Valiño explica que lo primero que tuvo en cuenta para la selección fue el criterio gráfico y, luego, que las portadas tuviesen una relevancia especial en lo musical. «Aunque hay dos o tres discos -precisa- que no fueron grandes éxitos ni han quedado en el imaginario colectivo como obras maestras, pero su portada o la obra gráfica de ese artista merecía que estuviese incluida, como sería el caso de The Chambers Brothers [New generation] y Ohio Players [Honey]». Matiza también el periodista lucense que no solo están las mejores portadas, sino aquellas que considera «esenciales»: «Es difícil entender como mejor la portada de John Lennon y Yoko Ono desnudos [Unfinished music No. 1: Two virgins], pero por su impacto tenía que estar ahí». «No me basé en mi opinión personal sobre el disco „subraya el autor„. De hecho, hay algunos, pocos, eso sí, que cuando los escuché en su día no me emocionaron y a día de hoy siguen sin llamarme la atención».

En la selección siguió un criterio de exclusión: ningún grupo repite portada, aunque bandas como lod Beatles, los Rolling Stones y Pink Floyd seguramente lo merecerían. Solo hizo una excepción: «En la lista previa aparecían cinco portadas de los Stones, así que en el libro incluí finalmente dos (Sticky fingers y Some girls) y me costó tener que dejar al menos otras dos suyas fuera. Entre ellas, el imprescindible Exile on Main Street».Recuerda Valiño que algunos de los discos mejor valorados de la historia del rock no tienen grandes portadas, y pone como ejemplos el Pet sounds, de The Beach Boys (con el grupo y unas cabras) y Automatic for the people, de R.E.M. A la inversa, hay algunos discos en el libro que se valoran por su portada y que no suelen aparecer en la relación de mejores discos de la historia, como el de Herb Alpert (Whipped cream & other delights) o el de Jethro Tull (Thick as a brick). No se incluyen discos españoles. La selección patria podría dar para otro libro, pero Xavier Valiño cree que en España «la parte gráfica no se ha valorado lo suficiente y, por lo tanto, los autores no aparecen acreditados, con lo que sería difícil localizarlos para destripar la historia que hay detrás».

Décadas

La distribución cronológica de los discos elegidos ha sido necesariamente desigual: solo aparece un disco de los años 50, como ya se ha dicho; únicamente ocho de los años 80, otros tantos de los 90 y solo dos de los tres lustros que llevamos del siglo XXI. La parte del león se la llevan las décadas de los 60 y sobre todo de los 70, esta última con veinte portadas. «La era dorada del diseño de portadas fue la década de los 70 -remarca el periodista de Cospeito-, con colectivos como Hipgnosis o artistas como Roger Dean, cuando había grandes presupuestos y se llevaban a cabo las ideas más increíbles, por inverosímiles que parecieran, incluso con la aparición de los primeros diseñadores revolucionarios del punk como Jamie Reed o Peter Saville».

Y es que, a partir de la década de los ochenta, con la irrupción del CD en el mercado discográfico, las portadas fueron perdiendo relevancia. «Al perder buena parte de la superficie para poder plasmar una idea (de 31 a 12 centímetros) se perdió buena parte de su impacto». «La aparición del formato digital representó, claramente, la estocada definitiva „lamenta Xavier Valiño„ Se siguen haciendo muy buenos diseños, pero su repercusión es muchísimo más limitada».

Rememoremos, pues, los tiempos en los que teníamos tiempo para escuchar un álbum íntegramente, leer sus letras y recrearnos en su portada. Ahora podremos, además, conocer la historia que hay detrás de ese diseño que nos ha fascinado.