Esperar buenas noticias hoy en día es como aguardar el clic de una ruleta rusa con cinco balas. Hay que tener buena vista y una paciencia entrenada para seguir viendo el filito plateado de la nube negra. A veces, tanta lucha hace que claves la rodilla en el barro, las manos en vez de tirar de ti hacía arriba no dudan en empujar el hombro a tierra y la fe ciega, de vez en cuando, abre un ojo a hurtadillas para quedarse de piedra viendo la realidad en la que nos movemos y las pocas caras conocidas que acompañan en el camino. El autoengaño es la mejor droga contra estos días grises y mantener la capacidad de trabajo forzando la máquina; parar es claudicar y sobre todo darle tiempo a esa cuchara que usa el hastío para ir horadando poco a poco la moral. Saltar a tiempo del bucle como un tren a punto de descarrilar cada vez con más frecuencia, os aseguro que hace mella en el costillar.

La capacidad creativa, por el contrario, no entiende de norias vitales; es un niño que se levanta temprano para no parar de abrir regalos, una fuente constante que sigue sin intoxicar su aguas con la vida civil, un buen madero donde agarrarse para los días de naufragio. El problema es llevar ese torrente de creación a buen cauce y esos sí que están intoxicados de egos, amiguismos y el papel moneda. Escribir cada vez mejor, crecer con tu instrumento, buscar la excelencia en grabaciones y los miembros de la banda que acunarán las canciones no son las armas para luchar en una guerra que no debería pertenecer al creativo y donde la meritocracia es subyugada por los brazos por encima del hombro, la endogamia musical y el compadreo de barra y pestillo.

Es duro ver a gente abandonar el país o las armas creativas, tanto artistas plásticos, actores o músicos, para buscarse un alpistero con el que llenar la nevera tan alejados de lo que realmente saben hacer, frustrando talentos tan brillantes con cuarenta horas abisales de por vida. Por fin van a lograr esos imbéciles que preguntan «aparte de la música, ¿a qué te dedicas?» a que le den la razón: «A malvivir, señora, a malvivir». Después nos echamos la mano a la cabeza por que a un señor músico le dan un Nobel, que dignifica el oficio y que ha movido la conciencia y parte importante de destapar la espoleta de la música del siglo XX; quizá estemos tan acostumbrados a letras de mierda como para quitarle méritos a uno que lo hace bien... En fin. Cuestionar el homenaje a Muelle, primer grafitero español, o jactarse de que pronto a este paso le darán el Cervantes a Serrat o Sabina es un claro ejemplo del poco respeto a los creativos, por que los interpretes pueden seguir comiendo del trabajo del otro, pero los que se mojan el culo en el torrente para pescar canciones, madre mía. Ver a artistas de primer nivel dar gracias al cielo por poder hacer una gira con banda hace que te lleven los demonios porque si ellos, que llevan años luchando por su carrera, tienen que estar así, qué nos espera a los que estamos en ello... Un panorama bastante poco halagüeño.

Recordad que cuando decís que no podéis vivir sin música, esas canciones no las hacen unos gnomos por la noche en los estudios, son personas que dejan su vida, sus ilusiones y su dinero en ello. Desde que el mundo es mundo ha existido la música€ y los listos. Feliz año 2017