El Museo Carmen Thyssen de Málaga abre con su nueva exposición temporal una ventana que ofrece una mirada sobre el arte japonés que, cuando empezó a ser conocido en Occidente, supuso un choque de culturas y llegó a influir a las principales corrientes europeas de finales del siglo XIX y principios del XX.

Casi todas las piezas de la exposición, pertenecientes al Museo de Bellas Artes de Bilbao gracias a la donación de la colección del empresario José Palacio, corresponden al periodo Edo, que abarca la etapa entre los años 1615 y 1868.

"El arte occidental, que no hallaba en algunos aspectos una salida, encontró en el arte japonés una ventana distinta y fabulosa, una nueva mirada y un enfoque diferente", ha resaltado hoy la directora artística del Museo Carmen Thyssen, Lourdes Moreno.

En esta mirada distinta destacaba "un uso especial de la naturaleza, heredado de la primera religión sintoísta, frente a una mirada occidental esencialmente antropocéntrica desde sus inicios".

Ese otro enfoque influiría a impresionistas, postimpresionistas, modernistas e incluso a las vanguardias, según Moreno, que ha apuntado que este arte conecta con algunas obras de la colección permanente del Museo Carmen Thyssen, firmadas por autores como Fortuny, Madrazo, Palmaroli, Casas o Iturrino.

Por su parte, el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Javier Viar, ha explicado que este centro se ha nutrido desde su apertura hace más de un siglo de numerosas donaciones gracias al florecimiento de una burguesía que creó destacadas colecciones.

Sin embargo, cuando a partir de 1875 se extendió el coleccionismo, sus impulsores "estaban más inclinados al arte antiguo, de los siglos XV al XIX, mientras que el arte oriental fue una 'rara avis', lo que demuestra que Palacio fue un coleccionista muy peculiar".

Nacido en Montevideo, de padre cántabro y madre bilbaína, Palacio llegó a Bilbao con 15 años y posteriormente cursó estudios tanto de Derecho como de Arquitectura.

"Debió de ser un hombre de mucho dinero, porque no trabajó en toda su vida", ha apuntado Viar, que ha añadido que durante años asistió a subastas en París en las que hizo acopio no sólo de su colección de 211 objetos de arte japonés, sino también de piezas griegas o paleocristianas.

Su heredera, María de Arechavaleta, legó las piezas en 1954 al Museo de Bilbao, que recibía así lo que entonces era "una colección inédita en España".

"Palacio fue uno de los que con más calidad supo ver el arte oriental, probablemente por su educación en Barcelona mientras estudiaba Arquitectura en la primera década del siglo XX, cuando había un interés por el arte japonés muy fuerte", según Viar.

Pese a no ser una colección extensa en número de piezas, sí se caracteriza por el "extremo gusto y conocimiento" con que la reunió, con grabados que sólo están presentes en el Museo Británico además del Bellas Artes de Bilbao.

Este coleccionista fue también "el único que se dio cuenta que eran mejor los inro (estuches de madera que colgaban del cinturón del kimono) de madera que de marfil, cuando todos los coleccionistas preferían los de marfil por ser un material aparentemente más noble".

A la inauguración de la exposición ha asistido el embajador de Japón en España, Masashi Mizukami, quien ha mostrado su confianza en que esta muestra, que da idea de la "sensibilidad estética de la época Edo", sirva para "ayudar a profundizar más en el mutuo entendimiento entre nuestros pueblos".