Orquesta Filarmónica de Málaga

Solista: Cecilia Blanes Coloma, violín

Director: José María Moreno

Programa: Concierto n.1 para violín y orquesta en la menor, op. 77, de D. Shostakovich y Peer Gynt. Suites n.1 y n. 2, de E. Grieg.

Shostakovich, no es precisamente el músico con el que cualquier solista pueda lidiar y sobre todo entender. Su obra, por encima de los muchos desafectos que la rodea, poco a poco va consolidando un espacio dentro del repertorio de las orquestas nacionales. En el caso de la Filarmónica de Málaga tampoco lo es menos y en ese sentido la apuesta artística de Hernández Silva constituía un reto descubrir al público malagueño una página concertante del músico ruso para violín y orquesta, considerada por la crítica página imprescindible del repertorio del pasado siglo.

Este concierto junto al debut de la violinista Cecilia Blanes y el doblete de la batuta de José María Moreno creaban la suficiente expectación para hacer de este último concierto de la OFM, cita obligada de la temporada y quizás el punto de inflexión del Ciclo La Filarmónica Frente al Mar que sube el listón de este marco a la categoría música sin complejos, y lo que es mejor al alcance de todos los públicos. Pero más allá de estas ideas garabateadas están esos instantes que hacen participar al oyente de un momento único cargado de significación y genialidad.

La Fundación Musical de Málaga avalaba la presentación de Cecilia Blanes, desconocida violinista becada por la institución, con la clara apuesta por destacar el talento que genera el Manuel de Falla. En apenas cuarenta minutos, y si nos apuramos en los intensos minutos de la cadencia, Blanes ascendía de la escalera del anonimato, al reconocimiento general de un auditorio unánime en su reconocimiento. Blanes mostraría la suficiente frialdad abrasadora y serenidad para atacar el primero de los conciertos para violín de Shostakovich dotando a la exigencia técnica de la página la holgada precisión entre concisión y lectura. Esto que puede resultar obvio, lejos de ser una realidad, es menos frecuente de lo que pensamos puesto que muchos de los nuevos solistas vuelcan su confianza en la habilidad técnica descuidando la interpretación, el sentido mismo de las ideas que generan las obras, su mensaje al oyente al que se se enreda en piruetas muchas veces inexpresivas.

El primero para violín de Shostakovich corre paralelo al Cuarteto número cuatro, y refleja la presión del compositor señalado por el régimen sovietico como dudoso en afecto, algo que trasciende en el Nocturno inicial que Cecilia Blanes supo reflejar creando una atmósfera oscura e irrespirable hasta la precipitada Burlesque que da rienda suelta al intérprete y la orquesta tras la soberbia cadencia, que valió todo el concierto. La mano atenta de José María Moreno en el podio y una OFM crecida con el repertorio ruso, completaban los elementos de esta versión incontestable.

Las siempre entretenidas Suites de Peer Gynt sabían a poco, en comparación al monumento que disfrutamos en la primera parte. Tan sólo sirvieron para poner en valor la capacidad de la OFM para cambiar de registro y especialmente la versatilidad de la batuta invitada, el director español José María Moreno, que hace apenas una semana firmaba con la OFM una Traviata inolvidable en el Villamarta de Jerez. Nuevamente Moreno hizo alarde de su inmenso gusto musical reflejado en los contrastes señalados por dinámicas fluidas y acentuadas que destacan colores y tonalidades no descubiertas por lecturas menos atentas. La fórmula funciona, y con un instrumento bien engrasado como la OFM hace de cada obra un ejemplo de lo que debe ser un conjunto sinfónico: una fuente inagotable de creación artística.