Lleva 17 años viviendo en Barcelona, aunque no olvida sus orígenes peruanos. Claudia Llosa, autora de filmes como La teta asustada, es una vieja conocida del Festival de Málaga, donde presentó dos de sus trabajos: Madeinusa, en 2006, y No llores, vuela, cinta encargada de abrir la competición de la décimo séptima edición en 2014 . Afirma que ser sobrina del premio Nobel Mario Vargas Llosa nunca le ha pesado y defiende firmemente la ayuda institucional para evitar que la cultura sea la primera víctima de crisis económica.

¿Cómo ha recibido la noticia de este galardón?

Lo sé desde el pasado mes de agosto. Estaba enfrente del mar, así que fue un momento bastante mágico. Me sentí contenta, orgullosa y agradecida por el privilegio de este premio que supone un impulso para mí y para mi cine. Me cogió de sorpresa por completo, jamás me lo hubiera imaginado. Me siento muy honrada.

Este reconocimiento se otorga a cineastas con una mirada cinematográfica singular. ¿En qué cree que se diferencian sus películas?

Mi cine aborda el universo de lo femenino, en él he trabajado elementos de mi país, de Perú, y mi última película, No llores, vuela, supone un salto hacia nuevos territorios. Lo que creo que diferencia mi trabajo es que tengo una mirada propia, muestro un universo propio tan visual y tan emocional que hace reflexionar sobre temas importantes.

¿Ha pensado ya en el discurso?

No, aún no. Pero lo que sí quiero es estar acompañada de las personas que han estado ahí de manera invisible o visible cuando uno hace un proyecto. Una película se hace con el apoyo de mucha gente y el momento en el que recoja el premio creo que es, para mí, el instante para agradecerles a todos ellos y devolverles ese aliento y ese reconocimiento que también es para los demás.

Lleva muchos años dedicándose al cine. ¿Qué es lo que más le apasiona y lo que más le disgusta de este arte?

Es un mundo tan bonito que es un privilegio formar parte de él. Lo más increíble del cine es la posibilidad que te da de colaborar y de crear desde tantas facetas y uniendo tantas artes para dar vida a algo que nace siendo solo una idea o una imagen. Posiblemente, lo más doloroso, que también es parte de lo bello, sea el largo recorrido donde uno tiene que aprender a ver casi con binoculares. Justo en el momento en el que ya no tienes más fuerza viene alguien y te da un empujón más. Y eso forma parte de la carga emocional y del resultado final. Yo creo que todo se carga de partes y el ying y el yang es parte del proceso. Al fin y al cabo lo que uno busca es transmitir historias y su propia dificultad lo hace más emocionante.

¿Cómo supo que se quería dedicar a hacer películas?

Creo que en el fondo nunca pensé que iba a hacer cine. En mi país se hacían una o dos películas al año. La idea de ser cineasta era casi como ser astronauta para mí. Lo tenía como un sueño latente, como algo que no verbalizaba. Ha sido poco a poco. Había una película que se llamaba Los espigadores y la espigadora, de Agnès Varda, que hizo cuando ella tenía 70 y muchos años; la película tenía modernidad y fuerza, y en aquel momento me dije a mí misma: «Hay tiempo». Es cierto que a veces se tiene la sensación de que el tiempo se nos escapa y no es verdad, el tiempo está de tu lado cuando tienes un sueño y lo que debes hacer es perseverar.

Este premio llega en un momento en el que el festival abraza al cine latinoamericano cambiando incluso su denominación por Festival de Málaga Cine en Español. ¿Qué le parece la iniciativa?

Me parece una idea maravillosa, pero para mí el festival siempre ha acompañado al cine latinoamericano desde el inicio. Ha sido un gran apoyo y una gran ventana para nosotros. Ahora lo hace de un modo más rotundo, lo que me parece fascinante y maravilloso. Lo agradezco mucho.

¿Qué cree que necesita el cine latinoamericano para obtener un mayor reconocimiento?

Las formas de distribución están cambiando continuamente y ahora es posible llegar a una gran cantidad de público. Soy positiva con respecto a la evolución del cine en Latinoamérica. Tenemos que aprovecharnos de las nuevas tecnologías y aprender a descifrarlas mejor, pero llegaremos. Lo que creo es que también es necesario fomentar las vías de financiación, mejorar nuestras leyes y seguir el ejemplo de países hermanos norteamericanos que tienen una industria cinematográfica muy sólida. Porque de nada nos sirve tener unas vías de difusión maravillosas si no tenemos el modo de hacer películas.

Donald Trump está implantando unas políticas muy duras en Estados Unidos ¿Cuál es su opinión al respecto?

Estoy totalmente en contra de los mensajes y de los propósitos del presidente Trump, pero me alegra ver que hay mucha gente que está luchando y que está manifestándose claramente para proteger los derechos de los inmigrantes y eso es lo que me alienta.

El pasado sábado se celebraron los Premios Goya. ¿Cree que el cine español goza de buena salud?

Es un momento muy lindo para el cine español. El trabajo y el esfuerzo siempre nos dan momentos de alegría, pero por supuesto también creo que debe seguir reforzándose. Creo que es momento de reflexionar sobre cómo se pueden mejorar las leyes del cine en España y no perder el camino que se ha labrado hasta ahora. Esto es lo que más me preocupa, que se siga apoyando el cine de autor y que no se pierdan los lazos entre España y Latinoamérica. Las instituciones son las que permiten, precisamente, fomentar los lazos de unión y ahora más que nunca creo que es necesario no perder esto de vista y volver a recuperar esa fuerza y aliento con el que me encontré cuando llegué a España hace unos años.

Durante la gala se hizo referencia a la desigualdad con respecto a las mujeres en la industria. ¿Qué cree que se necesita para alcanzar la paridad?

Lo que tiene que cambiar es la propia industria del cine: tan solo el 23% de las películas son protagonizadas por mujeres y ese es un reflejo de la sociedad en la que vivimos, pero tampoco creo que sea bueno escudarnos en el recurso retórico del opresor, debemos entender que los roles han cambiado y que estamos dispuestos a ver historias protagonizadas o dirigidas por mujeres.

¿Su apellido le ha abierto puertas o le ha pesado en algún momento?

No, para nada. Tengo una relación cercana con Mario, pero no de primera línea. Mi apellido es parte de mí como lo es mi país, pero no lo siento como un peso ni como una ayuda. Al igual que yo lo llevan miles de personas en el mundo.