El que es su tercer capítulo en solitario tras bajarse de la nave nodriza Pereza, en la que se mantuvo una década junto a Rubén Pozo, trae a Leiva y su Leiband a la Sala París 15, donde ha vendido todas las entradas. Buenos tiempos para el rock n´ roll de Miguel Conejo Torres (Madrid, 1980).

¿Qué tienen de excelencia los Monstruos de Leiva para que hayan hecho tanto ruido mediático, casi como fenómeno de temporada?

No sé si habré sido un fenómeno, pero en cualquier caso siento que cuando un disco funciona y trasciende y los tiques se venden tan rápido, y las cosas de repente cogen una velocidad mayor, me gusta atribuírselo siempre a las canciones. Las canciones son más importantes que los artistas y que la pirotecnia de marketing. Las canciones van solas y ellas mismas son las que conectan o no con la gente, y en este caso y en este disco, las cosas han salido bien. Las canciones han conectado, así que las cosas están saliendo muy bien.

¿El éxito se lo atribuye a esa conexión, a que el público se identifica con sus letras?

La idea en la música es hacer compañía. Soy una persona normal a la que le pasan cosas muy normales, y que vivo una vida muy normal, por lo tanto supongo que cuando estas contando las cosas desde ese prisma estás hablando directamente a la gente. Y creo que hay un punto de comunión extra en este disco con la gente, todo el mundo tiene sus fantasmas, y todo el mundo tiene un montón de nudos que resolver y que no sabe cómo, y este disco que está tratando de esos fantasmas, y mucha gente dice: «¡Coño, pero si a mí me pasa lo mismo!».

Es un disco sin artificios y con balance calculado entre la electricidad y los medios tiempos.

No grabo los discos de una manera premeditada, ni trato de equilibrarlos haciendo aquí seis canciones más rock, aquí bajo un poquito, esas curvas salen de manera natural, no siento que haya preparado, pero sí que es un disco completo. Al final, cuando pasan los meses te das cuenta de cómo es la obra. Mientras la estás haciendo no te das cuenta de que estas haciendo algo conceptual, y cuando terminas, el propio disco está ordenándose solo, es así. El disco tiene un equilibrio natural que ni siquiera había pensado.

Han pasado tres años desde el disco anterior, Pólvora. ¿La vorágine de trabajo de la que hablaba antes ha marcado los tiempos? Las segundas partes son difíciles para cualquier artista, y el tercero disco debería marcar el camino, un discurso musical propio y maduro.

Sí, el tercer disco es importante, y en el caso mío, más. Diciembre fue una carta de presentación, tuve que batallar mucho, las cosas no fueron bien; Pólvora funcionó mucho, más de lo que pensaba, y con Monstruos había que estar a la altura de lo que había ocurrido con Pólvora, así que no era nada fácil. Siento que se cierra una especie de trilogía con estos tres discos, me da la sensación a nivel sónico, de textos, es el cierre de algo.

Cada canción tiene entidad propia, su propia historia, más allá del primer single Sincericidio o La lluvia en tus zapatos.

Es importante seguir haciendo discos, ir concibiendo la cosa como un todo más que como canciones. Es verdad que las canciones deben de tener su vida propia y su carácter, pero sigo pensando que los discos hay que degustarlos así, enteros, más que las nuevas tendencias de la tecnología de consumir canciones solo, sigo apostando por el disco entero.

¿Esto da pie a un posible punto de inflexión en el futuro artístico de Leiva a medio plazo?

Puede ser. Es muy difícil direccionar la creación, no es algo tan sesudo, es algo que va saliendo sin saber a dónde vas realmente, pero sí que para mí hay un punto de inflexión donde siempre se pueden asomar nuevas cosas.

La música en directo ha recuperado mercado y la facturación remonta los años de crisis. ¿Son buenos tiempos para el rock español, y en particular para artistas como usted?

Para mí nunca fueron malos tiempos, lo fueron para la industria, pero desde que arranqué con Pereza en 1999 nunca viví malos tiempos creativos, es más, toda la crisis discográfica con la que llevamos en los últimos diez años ha contribuido a que salgan cosas superinteresantes, y creo que el rock goza en España de una salud muy importante, mucho festival y mucha gente haciendo cosas muy interesantes, y sobre todo hay muchas chicas haciendo cosas tremendas, mujeres que tienen entre 20 y 30 años están haciendo música que para mí es más interesante que la de los chicos. La generación de mujeres que nacieron a finales de los años ochenta está haciendo ahora cosas que me parecen brutales.

Un contexto que obliga a ponerse las pilas.

Claro que sí. Todo lo que sea tener a alguien muy bueno a tu lado siempre es mejor para todos.

Los caminos de Leiva y Joaquín Sabina se han cruzado con motivo del regreso del cantante con el disco Lo niego todo, en el que usted se ha puesto a los mandos de la producción. Su rol no fue terminar un repertorio sino construir las piezas que estaban en construcción. ¿Cómo llegó a Sabina y qué balance puede hacer de esta experiencia que surge desde el respeto y la confianza mutua?

Joaquín Sabina es un profesional diferente a la hora de crear las canciones juntos, de alguna manera partir de cero con todas las canciones. Es un proceso muy íntimo donde no es fácil que salga bien. Sentarte con Sabina con un folio en blanco a crear un disco entero no es fácil. Un gran placer y honor por supuesto trabajar con Joaquín, que me permita ordenar sus versos, que me permita poner un traje musical a su obra, trabajar y crear con él, pasar muchos meses juntos encerrados y trabajando, ha sido algo que me llevo a la tumba, obviamente.