La percusión con señas es «una nueva forma hacer percusión, basada en la improvisación grupal en la que, mediante un lenguaje de alrededor de 150 señas realizadas con las manos y el cuerpo, un director puede coordinar el flujo de la improvisación convirtiendo a la suma de las ideas individuales en una verdadera composición colectiva». Así define su creador, el argentino Santiago Vázquez, su método, que ya se aplica en Málaga: su compatriota Leandro Martínez está al frente de Percutora Jam Band, que se presentan el 21 de mayo en Artsenal (Muelle Uno, a partir de las 13.00 horas, entrada gratuita) para, como dice, «buscar una nueva conectividad con el público».

El grupo no tiene músicos profesionales, dice Martínez. Y lo argumenta: «No hace falta ser profesional para tocar en un grupo así; sólo tener claro el lenguaje y tener una noción media de teoría musical. No hay que ser un máquina, ni salir del conservatorio; cada uno de nosotros conformamos un engranaje en el motor. Este sistema está diseñado para que cada músico, en su espacio del compás, pueda meter algunas notas, y así todos vayamos haciendo heterofonía, orquestando...». Por supuesto, detrás de todo esto hay una filosofía de trabajo en bloque, por encima de individualidades: «Puedes ser muy buen percusionista aquí lo importante es poder conectarte con un grupo de improvisación; o sea, aquí no importa cuanto sepas sino que sepas trabajar en grupo». Un show de Percutora Jam Band, claro, siempre es diferente: «No tenemos patrones, vamos mutando la música y los ritmos de acuerdo con el clima que se vaya generando en el directo; todo es muy de conectividad con la gente». Y matiza: «Uno cuando piensa en percusión lo primero que le puede llegar a la cabeza es grupos africanos y grupos de samba, de batucada; nosotros siempre especificamos que no somos nada de eso, para que no haya confusión. Nosotros improvisamos y, por tanto, no nos atamos a géneros, sólo hacemos música a partir de una inspiración guiada». Y dicen que el público casi inmediatamente se pone a bailar y a intentar comprender ese lenguaje de señas para la improvisación, en el fondo un juego para invitar a la felicidad conjunta.